Antoni Batista: 'En todos los partidos hay exmilitantes del PSUC'

Entrevista al doctor en Ciencias de la Información y Periodista. Nos habla de su nuevo libro, 'A la caça del PSUC' (Pòrtic)

19 mayo 2017 17:33 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:38
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Desde su casa-refugio de Torredembarra, Antoni Batista, doctor en Ciencias de la Información y periodista de amplia experiencia, publica libros en los que va desvelando claves de diversas situaciones políticas que conoce de primera mano. En ocasiones se mezclan con episodios de su propia vida, como sucede en A la caça del PSUC (Pòrtic), que apenas salido escala puestos en el ranking de libros más vendidos.

 

- Usted no presume, pero tampoco esconde que fue del PSUC. ¿Por qué se afilió y cuándo y por qué lo dejó?

- Me afilié en 1971, cuando tenía 19 años. Después de una paliza contundente de la policía, de comprobar lo que era la dictadura en carne propia, quise contribuir a la lucha contra una iniquidad terrible, que se llevaba por delante a personas que defendían los derechos democráticos. El PSUC era el partido más estructurado para articular aquella ansia de libertad y justicia social. Lo dejé cuando la democracia se asentó, después de las Cortes Constituyentes, porque entonces la política ya era de los políticos, mientras que yo hacía política por ética, no para dedicarme a ella profesionalmente.

 

- Ha escrito que debe al partido su vocación periodística…

- Es que yo comencé a hacer mis pinitos periodísticos en la prensa clandestina del PSUC. Me ejercité en la práctica pero tuve el lujo de tener grandes maestros, de la talla de Andreu Claret y Manolo Vázquez Montalbán. Lo que aprendí de ellos fue muy superior a lo que aprendí en las aulas.

 

- Usted mismo recabó ayuda para el PSUC de personas de la cultura. ¿Puede citar algunas ganadas para la causa?

- Tanto como ganadas para la causa, no. Sí solidarias con las necesidades logísticas, como montar un aparato de propaganda después de que la policía nos desarticulara el que venía funcionando, y también para el mantenimiento de las huchas de solidaridad de huelgas y presos. Yo concretamente contribuí a conseguir la colaboración de cantantes como Raimon, Llach, Pi de la Serra, Ovidi Montllor… Pintores como Antonio Saura, Viladecans, Guinovart…

 

- En su libro se refiere a dirigentes que le han impresionado, como Antoni Gutiérrez y Miquel Núñez. ¿Qué admiraba en ellos?

- Del ‘Guti’ me impresionaba que era realmente un político de fuste, que dominaba el arte de hacer política con mayúsculas, era ‘el príncipe’ del comunismo catalán. Destacaba por ello, pues había mucha gente que, como yo, hacía política por convicciones e ideales, pero ignorábamos la técnica, digamos. A Miguel Núñez le admiraba por su heroísmo y generosidad. Aguantó las más crueles torturas y jamás delató a nadie, pasó años en el terrible penal de Burgos… Núñez fue para mí un ejemplo de humanidad, y fuimos amigos hasta el final, hasta acompañarle en sus últimos días. Él sabía que se moría, pero estaba entero, y no perdió la sonrisa ni el sentido del humor.

 

- Habla usted de páginas blancas y páginas negras en la historia del PSUC. Cíteme algunas.

- Páginas blancas, los Núñez, López Raimundo…, personas íntegras, de ‘una peça’, capaces de resistir tormentos. Todavía cuando yo me afilié torturaban. A Jordi Dagà, líder estudiantil amigo mío, lo tuvieron 24 días en comisaría, 51 en celdas de castigo. Héroes de nuestro tiempo que hicieron prensa libre en catalán, lideraron el sindicato de estudiantes, impulsaron Comisiones Obreras, unieron a demócratas de todos los signos en la Assemblea de Catalunya… Páginas negras, las del estalinismo, desde la muerte de Andreu Nin hasta la purga de Comorera, que murió en aquel penal de Burgos porque el fuego amigo lo puso a los pies de la policía.

 

- ¿Qué fuerza llegó a tener el PSUC en su mejor momento?

- Fue el partido por antonomasia en la lucha contra la dictadura. Por supuesto se luchó desde otras ideas y otras siglas, pero no con la fuerza organizativa, de militancia, infraestructura e influencia del PSUC.

 

- ¿Y cómo ha visto la desaparición del partido, o al menos de sus siglas?

- El PSUC fue ‘el partido del antifranquismo’, como lo definieron académicamente Molinero e Ysàs. El momento convulso de su fundación durante la guerra, y su continuidad en Iniciativa per Catalunya, entiendo que son colaterales. El PSUC es el antifranquismo, ése es su lugar en la historia.

 

- El libro se titula ‘A la caza del PSUC’. ¿Hubo una operación de caza para eliminarlo?

- La ‘caza’ del título tiene un doble sentido. Uno metafórico, de atrapar su significado, explicarlo. Y el otro denotativo, sí. A partir de la reformulación del eurocomunismo, la vía democrática al socialismo, que podemos fechar a partir de la condena de la invasión de Checoslovaquia por la URSS, en 1968, el PSUC se convierte en uno de los partidos comunistas más relevantes de la Europa occidental, en el ámbito geoestratégico de la Península Ibérica, reacia a la OTAN e inclinada hacia la Alianza de Países No Alineados. Es decir, un peligro para los intereses norteamericanos, que activan a sus servicios de inteligencia.

 

- Afirma que hoy en todos los partidos hay gente que fue del PSUC…

- El PSUC es un patrimonio de Catalunya en la lucha por la democracia, es de todos. En el PSUC militaron Solé Tura, ministro socialista; Josep Piqué y Anna Birulés, ministros del PP; Andreu Mas Colell, conseller de CiU; Joan Tardà, portavoz de ERC en el Congreso; Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural; Francesc de Carreras, fundador de Ciudadanos; Rafael Ribó, Síndic de Greuges…

 

- ¿Cómo valora la participación comunista en la Transición?

- Para los comunistas la Transición cerraba la guerra civil con la ‘reconciliación nacional’, esa era la política muy bien argumentada por Santiago Carrillo y Fernando Claudín. La Constitución fue un gran paso adelante respecto de desde dónde se venía, pues Franco firmó sentencias de muerte sólo tres años antes del referéndum. Entiendo que hoy haya quedado obsoleta, pero no que con criterios presentistas, actuales, se critique a veces con acritud lo que se hizo hace cuarenta años, en otro tiempo y en otras circunstancias.

 

- ¿Qué opina de los debates recurrentes sobre la memoria histórica?

- Los debates de la memoria histórica se deben a su apropiación indebida por parte de la política, y siempre con la complicidad de historiadores hooligans, que tienen más de lo segundo que de lo primero. Soy partidario de que sea la universidad la que se ocupe de la memoria histórica, que esté en manos de la auctoritas académica de mayor cualificación y experiencia, incorporando a catedráticos eméritos como Fontana o Nadal, por citar dos ejemplos claros, o seniors en activo como Villarroya, Josep Sánchez Cervelló o el padre Raguer. Y que las instituciones traspasen el presupuesto.

 

- ¿Tiene esa reflexión algo que ver con la polémica del Born?

- Vista la experiencia, la última, la del Born y la estatua de Franco, pero también vista la experiencia del Memorial Democràtic de la Generalitat, el Centre d’Història Contemporània, el Museu… Me parece que lo mejor es liberar a la historia de los partidismos. Si ni el poder judicial es inmune a la contaminación política, como debería, ¡cómo va a serlo la historia, para la que ni siquiera está legislada la separación de poderes!

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