La dictadura del 'más barato' acaba con el cultivo de los mejores calçots

Explica que no podía competir en un mercado donde lo único que importa es el precio pero no la agricultura tradicional

19 mayo 2017 20:17 | Actualizado a 21 mayo 2017 21:29
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Durante varios años sus calçots han sido los más venerados en el concurso de Valls ganando edición tras edición el certamen de elaboradores. También en los mejores restaurantes o en calçotades privadas, siempre que se llegase a tiempo de hacerse con algunos. Porque los calçots que cuidaba Jaume Solé en el Montmell estaban reservados casi antes de ser plantados.

Pero se acabaron. Solé deja de producir y mimar calçots. Cuando el mercado exige precio por encima de calidad, cuando la única exigencia es el ser barato, no tiene sentido el esfuerzo de controlar la tierra, la temperatura, el agua, estudiar las propiedades del producto o preferir una menor producción pero de mayor calidad.

 

‘No iba a traicionarme’

«Así que lo mejor es dejarlo. No iba a traicionar mi idea de producir con criterios sostenibles para el producto y para el territorio». Solé explica que le ha costado tomar la decisión. «El papa ya me decía hace tiempo que elaborando de forma tradicional no ganaba nada. Pero me resistía».

Hasta ahora. Ese 15% más de precio que podían tener sus calçots «y no era la diferencia que debería haber tenido porque era una dedicación artesanal», no ha resistido a la dictadura del mercado. Así que es un adiós con la sensación de haber perdido una batalla. O lo que es peor, quizá la guerra.

«Competir por precio es un error. Nos condena a la globalización. Y cuando esto pasa en agricultura y con la tierra nos pone en riesgo global», avisa Solé. Lo suyo con los calçots no tenía intención de negocio. Las viñas son su principal fuente de ingresos y en la producción de calçots ecológicos sin tratamientos químicos y de forma respetuosa con el medio, había más un grito de reivindicación de lo natural y lo tradicional.

Los calçots ganadores del Montmell también servían para ubicar en el mapa a unas montañas y territorio como ejemplo de la recuperación de la agricultura sostenible. Incluso, en las mejores ensoñaciones, demostrar que dedicarse al campo de forma sostenible podía ser una salida para muchos. Pero cuando lo que se pide es la rebaja de unos céntimos en un manojo de calçots, todo se tambalea.

 

Olvido de la administración

Solé lamenta la falta de implicación de las administraciones para ayudar a los agricultores. «El ministerio de Agricultura es muy pequeño frente al de Defensa. A la administración la agricultura no le preocupa porque sólo representamos un 2% del PIB». Y si no tenemos conciencia de país y de lo propio, «no vamos a ningún sitio», reflexiona Solé. Algo muy diferente a lo que sucede en Italia o Francia, «donde tienen muy claro que lo de casa es lo primero y lo cuidan».

 

Investigación

Apenas se ha quedado con unos calçots para comidas familiares. Quizá para cuando la realidad abofetee las conciencias Solé colabora con la Fundació Miquel Agustí. La entidad investiga las variedades agrícolas tradicionales catalanas para promover productos autóctonos. La Fundació trabaja con el sector agroalimentario para mejorar la eficiencia y la calidad organoléptica y nutritiva de sus productos.

Solé asesora con los calçots. El Banco de Germoplasma de la Fundació conserva semillas y que debe ser base para programas de recuperación y mejora de las variedades tradicionales. «Por eso quizá no todo esté perdido». Pero de momento los calçots de Solé son «solo un recuerdo» señala el agricultor.

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