El capitán del Reus como ejemplo

Los jóvenes de Reus ya vibran con el equipo de fútbol de su ciudad, como comprobó Ramón Folch en su visita al Instituto Baix Camp, donde inauguró el curso

19 mayo 2017 18:00 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:18
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Tres amantes del vuelo skater, de apenas 10 años de recorrido, comentaban a voz en grito las conquistas de su Reus en la Segunda División, aposentados en un banco de la Plaça Llibertat. «Ostia tío, hemos empatado contra Rayo y Getafe», a modo de asombro. Que esos niños con solo ojos para Messi, Ronaldo y un puñado de valientes más pongan sus miradas en el Estadi dignifica mucho el camino. El Reus se ha situado en el foco. Ha llamado la atención de los jóvenes.

Ramon Folch lo vivió en primera persona ayer al mediodía, durante su visita al instituto Baix Camp. Hijo de Reus desde la cuna, el capitán alegró las primeras y perezosas horas de clase del alumnado más entusiasta. De hecho, colapsó el teatro del centro.

«Ramon, te admiran, pero les da cosa pedirte un selfie», le auguró una profesora, como bienvenida. Un tridente de fans lo veneraron con la boca abierta, como pasmados. El pequeño de la saga de los Folch, una de las familias con más tradición deportiva de la ciudad, les sonrió con ese rostro reservado que siempre desprende. «Lo que haga falta». Cuesta poco sacar sonrisas. Un gesto. Un par de palabras.

En el teatro aparecieron el jolgorio y los aplausos. Sobre todo cuando en la pantalla lució el gol que el capitán anotó el domingo, ante el poderoso Rayo. Ramon recordó su infancia, propia de un chaval de buena educación familiar y sin excentricidades. «Mi padre y mis hermanos siempre estuvieron vinculados al baloncesto. Yo decidí probar en otra cosa, para hacer algo diferente», soltó ya aposentado en el escenario, entre ojos analíticos de la platea. El centrocampista recordó cuando «mi padre decidió que fuera al Santes Creus, cuando yo quería quedarme en el Montsant, con mis amigos. En el primer entrenamiento lloré mucho, no conocía a nadie y siempre he sido muy tímido».

Entre el público resaltó alguna zamarra del Reus, otro pequeño desafío que el club parece conquistar poco a poco. Eso de que en la ciudad se viva el fútbol a través del bufandeo y del fanatismo sano. Folch levantó nostalgia y un sinfín de suspiros cuando descubrió uno de esos secretos guardados en el cajón más íntimo de casa. «De muy pequeñito me rompí la tibia y el peroné y me dijeron que no podía jugar más al fútbol». El capitán logró modificar hasta la opinión de los puristas.

Una aventura exótica

La aventura de cuatro meses en Finlandia, previa al salto al fútbol elegido, despertó carcajadas. «Allí vivía con dos brasileños muy alegres. Solo teníamos una llave del piso y solíamos dejarla en la alfombra de la puerta de entrada. Algunas veces ellos se olvidaban y se la quedaban. Más de un día de subía al banco del portal para entrar en casa por la ventana».

Ingeniero en Telecomunicaciones, el centrocampista lanzó un mensaje a los presentes. «No dejéis que nadie os diga que no podéis. Las cosas no son fáciles, pero con trabajo se consiguen. Hace cuatro años jamás imaginé que ahora estaría jugando en Segunda División».

En la despedida miles de gestos de complicidad. Fotos, sonrisas y algún choque de manos a lo moderno concluyeron un acto humano, de los que arraigan. Ramon Folch es ingeniero fuera y dentro del campo. También espejo para los niños con sueños de grandeza.

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