'La paciente [de Tarragona] me pidió morir dos veces'

El primer médico condenado por practicar la eutanasia en España, Marcos Hourmann, sostiene que "entre la sedación terminal y la eutanasia la diferencia es el tiempo". Se enfrentó a un juicio, en el que la Fiscalía pedía diez años de prisión          .

18 febrero 2019 08:41 | Actualizado a 19 febrero 2019 08:39
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En una guardia en las Urgencias del hospital comarcal de Mora d'Ebre, el doctor Marcos Hourmann atendió, por turno de reparto, a una paciente que llegó con un cuadro complejo: infarto agudo de miocardio, hipotensión arterial, cáncer de colon y diabetes descompensada. "Intenté salvarla durante cinco horas, pero empeoró, entró en una fase de shock cardiogénico. Ya no se podía hacer más nada, era irreversible", recuerda Hourmann, médico general y cirujano cardiaco nacido en 1959 y emigrado a Barcelona en los años noventa. Durante el procedimiento escuchó que la mujer, Carmen Cortiella de 82 años, le habló: No quiero vivir más. "La paciente me pidió morir. Dos veces. Sola. Primero no le hice caso, no respeté su deseo y seguí luchando para sacarla adelante. Ella estaba consciente". 

El cuadro evolucionó desfavorablemente esa tarde del 28 de marzo de 2005. "Infarto masivo, shock hipovolémico, hemorragia interna y descompensación metabólica" llevaron a Hourmann a certificar su estado terminal. "No había tratamiento curativo posible. Sólo quedaba sedarla. Así lo informé a su hija". Antes administrarle los mórficos, la paciente le pidió morir por segunda vez. "Me dijo que sufría por ella y por su hija", rememora Hourmann. "La hija aceptó que la sedara y firmó en la historia. Una hora después me volvió a llamar la enfermera, diciéndome que la mujer todavía se ahogaba. Subí a la habitación y ahí estaba la hija. '¿Quieres que sea ya?, le pregunté y ella dijo que sí. 'Las voy a ayudar a las dos'".

Entonces, "cuando la paciente estuvo inconsciente, le inyectó un émbolo de 60 miligramos de cloruro potásico, excluido de los sedativos incluidos en los protocolos", describe la sentencia de la Audiencia Provincial de Tarragona, en la que se declaró culpable a Hourmann por "homicidio imprudente". Esta causa, resuelta en marzo de 2009, es la primera condena por practicar la eutanasia a un médico en España. La Fiscalía pedía diez años por "homicidio", al entender que "el consentimiento no era ni expreso ni indubitado, y de las palabras no se deducía como única la interpretación hecha por el acusado", según el juez. La familia de la mujer no interpuso ninguna acción civil ni penal contra Hourmann, que contó con su aprobación y escribió en el historial clínico todas las "sustancias que le había administrado".

Acto final      
Entendido como un acto de piedad, Hourmann actuó por impulso. Y el impulso del individuo proviene de su propia experiencia. "El sufrimiento de la hija me hizo revivir lo que yo viví con mi padre, todo lo que él sufrió durante dos años por un ictus y que a mí me destruyó la vida del dolor de verlo así".

Ante el sufrir extremo del paciente que no tiene más final que la muerte, los médicos se enfrentan a la decisión de cómo paliar ese sufrimiento. La eutanasia es un crimen según el Código Penal, pero sí se admite la sedación terminal. Entre ambas hay una línea fina que Hourmann asegura que está hecha de "tiempo".

"El efecto final es la muerte y los mórficos aceleran el proceso final, pues un paciente muere de los efectos adversos de la medicación y no por la evolución natural de la enfermedad, ante la que sería una locura abandonar al paciente. Regularizar la eutanasia no cambiaría nada en los hospitales. Se tendría que unir a la medicina paliativa".

-¿Era la primera vez que se enfrentaba a una decisión semejante?      

-Totalmente -responde Hourman, de paso por Madrid para acompañar, por "coherencia" a la familia de Maribel Tellaetxe en la entrega de firmas al Congreso a favor de la eutanasia.

 

-¿No fue que le descubrieron en ese momento haciendo algo que aplicaba de forma rutinaria?      

-Nunca en la vida.

 

-¿Ni con otros pacientes en esa gravedad?      

-Nunca en la vida había sedado a nadie.

 

-¿Ha vuelto a pasar una situación similar?      

-No -mantiene Hourmann, autor del libro 'Morir viviendo, vivir muriendo' y del texto dramático 'Celebraré mi muerte', junto a Alberto San Juan, Víctor y Morilla.

 

-¿Lo volvería a hacer?      

-No, sabiendo lo que me pasó.

Mes y medio después de que Cortiella muriera, Hourmann recibió una llamada del hospital para que no se presentase a su guardia dominical. Era un viernes en la tarde y él habló con el director del centro médico, que ese mismo día le denunció por homicidio en la comisaría de Gandesa (Tarragona). El hospital retiró la denuncia, una vez que la Fiscalía se apersonó como acusación. "Entre la sedación terminal y la eutanasia la diferencia es el tiempo", insiste. "No es matar a nadie, es ayudar a morir, salvarlo de sufrir. Cuando leí que la demanda era por homicidio me quedé en 'shock'". La causa duró cuatro años, en los que Hourmann ejerció en Reino Unido. Cuando ya se había configurado el jurado popular, ambas partes pactaron rebajar la sanción a un año de prisión que, por no tener antecedentes penales, no cumpliría en la cárcel, multarlo con 1.600 euros y no revocar su licencia médica.

Sin embargo, los recuerdos de aquella noche reaparecieron en 2010, cuando, siendo subjefe de Urgencias de un hospital de Gales y forense de la policía local, el 'Sun' tocó su puerta. Alguien había vendido su historia al diario sensacionalista más temido de Inglaterra. "No sabía que me odiaban tanto", dice Hourmann. "Killer doc", le bautizó el pasquín y perdió todos sus empleos en 24 horas. Aún resistió allí un par de meses, acosado por los medios de comunicación, y después volvió a Barcelona. "Siempre me pregunto si podría haberle aumentado la dosis de sedantes, sin más", medita Hourmann. "Hoy, después de catorce años, te digo que ni me lo planteé".       

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