Ingredientes para innovar, pero nunca recetas infalibles

Diari de Tarragona arrancó con la primera edición de ‘Els debats del Diari’, un formato informativo y de reflexión que, en esta ocasión, reunió a más de una treintena de profesionales para debatir sobre la incidencia de la innovación empresarial en el territorio

08 octubre 2018 17:34 | Actualizado a 15 octubre 2018 17:37
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Innovar. Una palabra que, de tanto usarla, a no pocos se les aparece como gastada, vacía de contenido. ¿Una palabra bonita más, que combina bien con ‘reinventarse’, ‘flexibilidad’ y ‘adaptación al cambio’? Quizás. Sin embargo, la realidad sigue ahí, y la innovación es hoy la base de la supervivencia empresarial.

Nunca como hoy había sido tan necesario prestar atención a la innovación, y nunca como hoy las empresas, desde la multinacional más grande a la última microempresa, habían tenido tan claro que, sin innovación continua, la competencia no dejará pasar la ocasión de ocupar nuestro lugar.

Bajo el título La innovació empresarial i la seva incidència en el desenvolupament del territori, Diari de Tarragona arrancó esta semana el ciclo de jornadas ‘Els debats del Diari’, un formato informativo y de reflexión con el que pretende ayudar a dar respuesta a algunos de los temas de mayor actualidad en nuestra sociedad.

Patrocinado en esta primera ocasión por Ibercaja, la jornada que se desarrolló en la Sala de Actos Victoria Climent del Diari de Tarragona contó con la asistencia de más de una treintena de personas, que pudieron escuchar -tras una breve bienvenida de Josep Ramon Correal, consejero editorial del Diari y de Enric Penalba, director de zona de Ibercaja- una ponencia a cargo de Mercedes Teruel, directora de la Càtedra per al Foment de la Innovació Empresarial de la Universitat Rovira i Virgili (URV), tras la que vino un debate con los responsables de innovación de diversas empresas de la demarcación de Tarragona.

Primera conclusión: la innovación empresarial la hacen las empresas. Ni administraciones públicas ni organismos ajenos. Segunda conclusión: la innovación genera crecimiento económico. En concreto, hasta un 50% del crecimiento económico se explica por la I+D+i, donde la ‘i’ minúscula es esa olvidada y mal conocida ‘innovación’.

Porque innovar no precisa de laboratorios de alto secreto ni de programadores informáticos especializados. Se puede innovar en producto, pero también en procesos, métodos de organización... ¿Innovan las empresas del Camp de Tarragona y Terres de l’Ebre? Y, las que lo hacen, ¿en qué innovan? A la primera pregunta, la respuesta es que depende de la perspectiva.

"Las empresas son los agentes centrales de la innovación,  y no hay un sistema ideal o idóneo: Silicon Valley no es extrapolable" (Mercedes Teruel, Directora de la Càtedra per al Foment de la Innovació Empresarial de la URV)

En el conjunto de Europa, «España es un innovador moderado -explica Mercedes Teruel, directora de la Càtedra per al Foment de la Innovació Empresarial de la URV-, ni destacamos por arriba ni destacamos por abajo». Cuando los indicadores bajan a la escala de Catalunya, el resultado mejora tan ligeramente que la fotografía acaba siendo prácticamente la misma: «En Catalunya nos situamos en un nivel de innovación empresarial moderado -prosigue Teruel-, sin ser un innovation leader, cosa que sí sucede en el País Vasco, que se acerca más a otras zonas de la Unión Europea».

Mercedes Teruel, directora de la Càtedra per al Foment de la Innovació Empresarial de la Facultat d’Economia i Empresa de la Universitat Rovira i Virgili (URV), cree que mientras haya una empresa, hay capacidad de innovación empresarial, por muy remota que sea la zona en la que esté. En su opinión, no hay fórmulas de éxito infalibles. Cada zona debe buscar su Silicon Valley particular. 

Pero tampoco el entorno está para festejarlo con pirotecnia. «Hay un cierto deterioro de lo que sería el estado de la innovación en Europa, con una crisis que la ha deteriorado de forma muy elevada», añade Mercedes Teruel. Con todo, nada es blanco o negro: «Las empresas son los agentes centrales de la innovación, y los sistemas de innovación existen en todas partes, incluso en la zona más remota», destaca.

Es decir que, mientras haya un emprendedor, la innovación puede aflorar. Tener universidades, parques científicos, instituciones gubernamentales dedicadas al apoyo de la I+D+i o centros de transferencia tecnológica ayuda sin duda, pero de nada sirven sin ese emprendedor.

Así se explican fenómenos como el de la banca móvil en África, donde los impulsores de las transacciones móvil a móvil no fueron entidades financieras con centros de I+D+i, sino pequeños emprendedores que le dieron una solución innovadora a las necesidades de un mercado que nada tenía que ver con el de los países occidentales bancarizados.

Nuestro Silicon Valley particular
Pero la innovación, cuenta Mercedes Teruel, cada vez es más abierta, con un modelo permeable y con flujos de información generados entre agentes cada vez más abundantes. Así llegan a la banca ‘tradicional’ las Fintech que alguien desarrolló un día en Silicon Valley, pero también en esa aldea del centro de África.

Dicho lo cual, sólo queda constatar que «siempre estamos en continuo cambio, no hay un sistema ideal o idóneo, y la receta Silicon Valley no es extrapolable, con lo cual sólo podemos aspirar a tener nuestro propio Silicon Valley adaptado al territorio», explica Mercedes Teruel.

«Estamos en una competencia global, y la única forma de competir es la innovación» (Joan Cirujeda, Covestro)

Un punto sobre el que coincidió Joan Cirujeda, director del Negocio de Sistemas de Poliuretano de Covestro, el primero de los participantes en el debate que sucedió a la ponencia de Mercedes Teruel: «El hecho de que no tenemos que aspirar a copiar un Silicon Valley, y que esto no puede ser el ‘Francolí Valley’, me parece una reflexión muy potente, y yo añadiría que, con ser dinámicos, hay mucho para hacer, porque aunque no estamos en el top de nada, tenemos mucho recorrido».

«En Covestro -prosigue Cirujeda- estamos en una competencia absolutamente global, y la única forma de competir es la innovación. Un quinquenio perdido en innovación supone la desaparición de la compañía». Así es cómo Covestro, multinacional química alemana con centro de producción en el polo petroquímico de Tarragona y una inversión proyectada en sus instalaciones de 200 millones de euros, ha visto en el CO2 una materia prima con la que fabricar un polímero para colchones donde el 20% es CO2 recuperado, o cómo está fabricando anilina a partir de residuos del bosque, entre otras innovaciones.

«Innovar no es exclusivamente tecnológico, es experiencia de cliente» (Choni Fernández, PortAventura World)

Coincidiendo en el análisis, ¿cuál es ese Silicon Valley particular que podemos llegar a crear en el sur de Catalunya? Mercedes Teruel desgrana los ingredientes y alerta sobre los riesgos. «Cierta diversificación» económica, que «genera complementariedades y mercados especializados» es el primero de ellos, con un ojo puesto, sin embargo, en «el peligro de la baja densidad de empresas en un determinado sector».

Por otro lado, la presencia de multinacionales establecidas en el territorio «y de otras que vendrán, con capacidad de invertir en I+D+i», es un activo a tener muy en cuenta, porque «tienen cierta capacidad de arrastre hacia los clientes o proveedores».

Innovación social
Es el caso, por ejemplo, de PortAventura World, donde Choni Fernández, directora de Servicios Centrales y RSC, explicó que «entendemos la innovación como algo no centrado exclusivamente en un tema tecnológico, sino en lo que nuestro cliente nos demanda, buscando mejorar esa experiencia de cliente».

La capacidad de arrastre que tienen empresas del tamaño de PortAventura World (la mayor empleadora de la provincia como empresa individual) se traduce en que, «aparte de la innovación en el propio negocio, buscamos la innovación social, fomentando la cultura de la innovación entre nuestros proveedores al entregar un premio a la innovación a uno de esos proveedores».

Pero, «para innovar -prosigue Choni Fernández-, tus trabajadores tienen que estar a la altura, y eso sólo se consigue formándolos». Algo que, en opinión de Mercedes Teruel, de la Càtedra per al Foment de la Innovació Empresarial de la URV, cuenta en la demarcación de Tarragona con unos niveles más que aceptables, con un ecosistema en el que juegan un papel relevante instituciones como la propia URV o los centros tecnológicos, «con una fuerte presencia territorial».

«Formamos a graduados -explica Teruel- que acaban introduciéndose en este mercado laboral, y tenemos un rol importante como Universidad en la creación de spin-offs y startups». Dicho lo cual, advierte: «Alerta con la desconexión entre el mundo universitario y el mundo empresarial. Hemos de intensificar el abrir nuestras puertas al mundo empresarial». Y añade: «Hay un elevado capital humano, con trabajadores cualificados, y el peligro es que vayan a trabajar a Alemania o a otros sitios. Por eso tenemos que retener este talento que cuenta con una formación adecuada».

«Para que la innovación funcione realmente, ha de ser de financiación privada» (Antoni Garí, Borges Branded Foods)

Antoni Garí, director de Operaciones de Borges Branded Foods, empresa del sector agroalimentario dedicada principalmente a los frutos secos y al aceite, coincide en que «para que la innovación funcione realmente, ha de ser de financiación privada». Su explicación es sencilla: «A diferencia de otras, las empresas privadas estamos obligadas a llevar a cabo una segunda fase en esa innovación, que es aterrizar en el mercado estos productos que se han desarrollado, haciéndolos funcionar».

Así es cómo se han adaptado a lo que él describe como un momento en el que «estamos viviendo una revolución alimentaria silenciosa», con tendencias como el desplazamiento del consumo de proteína animal hacia la vegetal, o cambios en la forma de comer, que ahora es mucho más continua, con el fenómeno del snacking, o con una creciente preocupación por el vínculo entre la alimentación y la salud.

Observar el mercado
De ahí han salido productos como el zumo de nueces, y lo han hecho «mirando al mercado y viendo qué hay, porque no íbamos a comenzar con la leche de almendra, donde ya hay competidores».

«Debes invertir en formación, pero no puedes intentar cambiar la cultura de un país» (Jordi Gatell, Altcam Automotive)

Observar el mercado y sus particularidades es lo que han hecho también en empresas como Altcam Automotive, donde Jordi Gatell, fundador y CEO de esta empresa auxiliar de automoción con sede en Valls, explicó que «lo primero que nos movió a innovar fue una cuestión de supervivencia, cuando hace diez o doce años en España dejamos de ser vistos por la industria del automóvil como un ‘low cost country’, en detrimento de países del Este de Europa más baratos y competitivos».

«Por eso -explica Gatell- decidimos salir de este entorno confortable e ir al mundo», montando fábricas en Eslovaquia, México y, recientemente, China. Una experiencia que le lleva a corroborar que es imposible tener un modelo de innovación único y replicable, y que cada lugar en el mundo debe encontrar su Silicon Valley particular. Si hace falta, respetando e interiorizando la importancia de preparar con una imagen de la Virgen de Guadalupe el espacio que ocupará en la fábrica mexicana el nuevo y flamante robot con Inteligencia Artificial de desarrollo propio.

Entender la diferencia
«Cuando te das cuenta de estas cosas, todo funciona», prosigue Gatell, que destaca la importancia de «invertir en formación, hacer entender a los trabajadores que los robots son parte de su trabajo, acostumbrarlos a una sistemática de trabajo, ser rigurosos... pero no intentar cambiar la cultura de un país».

«La innovación abierta es la colaboración entre las pequeñas y las grandes empresas, para que ambas ganen» (Xavier Rius, Citysens)

Escuchar es una base para la innovación. En eso coinciden todos, y eso explica Xavier Rius, Managing Director y cofundador de Citysens, una empresa que nació al calor de la URV con un fuerte componente tecnológico, pero en la que sus impulsores pronto se dieron cuenta de que, si bien «empezamos basándolo todo en la tecnología para innovar, pasamos mucho a escuchar a los clientes», viendo que la respuesta estaba en «la innovación abierta, en la colaboración entre las pequeñas y grandes empresas, para que las pequeñas puedan crecer con las grandes, y al revés».

¿Hasta qué punto todas estas reflexiones y pautas están extendidas entre las empresas del Camp de Tarragona y Terres de l’Ebre? Mercedes Teruel, de la URV, maneja cifras que indican que, en 2017, un 55% de las empresas de la demarcación declararon que estaban innovando. Más de un 60% de ellas lo hacía en Procesos, en Márketing y Comercialización, en Productos y Servicios. Le seguían Métodos de organización, con un 60% y, en menor medida, Reputación y valor de marca (algo más del 40%) y Modelo de negocio (un 25%).

Igual que no hay una fórmula única para innovar, tampoco hay un único tipo de innovaciones. Aunque sí hay propuestas de las que siempre sale algo. Lugares culturales comunes. Joan Cirujeda, de Covestro, bromea sobre ello: «La máquina del café y hacer footing son siempre dos herramientas muy útiles para generar ideas».

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