Funciones infantiles sin niños-árbol

El actor y director tarraconense Vicente Cañón recopila tres de sus obras en el libro ´Teatro escolar: trabajando valores´

19 mayo 2017 15:34 | Actualizado a 19 mayo 2017 15:34
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«Todo lo que el niño sueña se puede representar sobre un escenario», asegura Vicente Cañón (Tarragona , 1964), dramaturgo, actor, director y monitor de teatro en escuelas de primaria. Ha recopilado tres obras infantiles escritas por él en el libro Teatro escolar: trabajando valores (Círculo Rojo Editorial). «Mi objetivo es que los niños tengan una primera experiencia dentro del mundo de las artes escénicas y no lo vean algo aburrido lleno de palabras sin significado», dice.

Para ello, huye de argumentos enrevesados, complicados y poco creíbles. En su lugar emplea textos ágiles y dinámicos, repletos de frases cortas y de fácil aprendizaje. Son historias con un mensaje pedagógico, con moraleja. Sobresalen valores como la tolerancia, la amabilidad, la solidaridad, la bondad, la justicia, el respeto, la responsabilidad, la amistad o la libertad. «El teatro debe servir para educar», opina.

En esa línea van las tres obras. El título de la primera, Un pueblo llamado Tolerancia, es claro y conciso. Los tres pelos de oro de la cabeza del Diablo trata sobre un niño que es enviado al infierno para quitarle al Diablo los tres pelos que tiene entre los cuernos. Gracias a su carácter bondadoso consigue su propósito. Y ¡Madre mía... qué cabezas! retrata a un familia que se pasa el día viendo la televisión. Una mañana todos sus miembros se levantan con la cabeza cuadrada... menos la hija pequeña, que prefiere leer y pintar.

Las funciones están pensadas para representarse en los colegios. Los textos son fáciles de interpretar. Contienen una gran cantidad de acotaciones en las que Cañón explica las escenografías, atrezo, movimiento de los actores, características del personaje y gags.

Y todos los niños tienen un papel clave. «Antes de escribir teatro infantil me encontraba con obras en la que había un único protagonista con mucho texto, mientras que el resto de personajes no decían nada o casi nada y se limitaban a hacer de árbol o nube. En mis obras intento que el protagonista no tenga un elevado número de frases y que la diferencia con el resto sea mínima».

Si por alguna razón un personaje no tiene muchas escenas, le compensa con la representación de un papel divertido o especial «para que se meta al público en el bolsillo». «El teatro se convierte así en una experiencia imaginativa, integrante, lúdica, comunicadora, educativa y transformadora. Los niños disfrutan aprendiendo y, al mismo tiempo, adquieren valores de una manera divertida, transmitiendo las mismas sensaciones al público», concluye Cañón.

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