Es uno de los mayores misterios de los muchos que ocurren en mi casa. Me refiero a ese extraño fenómeno por el que los calcetines van en pareja a la lavadora pero, indefectiblemente, siempre hay alguno díscolo que se divorcia de su par, de forma que tenemos una bolsa llena de calcetines impares a la espera de que un buen día encuentren al que en algún momento fue su media naranja.
Sé aquello de que «mal de muchos, consuelo de tontos», pero, qué quieren que les diga, he sentido cierto alivio al comprobar que no nos pasa solo a nosotros. Un estudio realizado por Samsung asegura que cada año una persona pierde de media unos 15 calcetines y, a lo largo de toda su vida, se quedarán por el camino 1.264.
Vaya, yo creo que en mi casa estamos dentro de la media. Pero la gran pregunta es adónde carajo se van todos esos calcetines sin pareja. ¿Acaso tiene la lavadora unas propiedades mágicas que los hacen desaparecer sin más?
¿Se desintegran durante el centrifugado? Un psicólogo y un experto en estadística concluyeron, después de numerosas encuestas, que algunos calcetines se pierden antes de llegar a la lavadora, tras los radiadores o debajo de los muebles, sin que nadie se dé cuenta. Puede ser una parte de la explicación, pero me quedo más con las conclusiones de otro estudio llevado a cabo por el Instituto de Ciencia Whirlpool, que confirma lo que siempre había sospechado: la lavadora se traga los calcetines, que se quedarían en el espacio que queda entre los tambores exteriores e interiores de las lavadoras con carga superior o bajo el caucho en el caso de las que lavan de forma frontal.
Vaya, misterio resuelto. Aunque me temo que en casa seguiremos celebrando con resignación el 9 de mayo el Día Mundial del Calcetín Perdido.