Las cuevas del Llorito, en estado de abandono general

La cantera, utilizada en tiempos romanos y modernos, es víctima del vandalismo y la pasividad de dueños e instituciones

19 mayo 2017 23:14 | Actualizado a 24 diciembre 2019 17:00
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Muchísimo menos conocida que su hermana mayor, la popular cantera del Mèdol, la pedrera de las cuevas del Llorito permanece abandonada a su suerte, muy desfavorable, por cierto, en las afueras de la ciudad. Escondidas en un recodo del camino que lleva hasta el Santuario del Loreto, en un lugar sólo accesible a pie y donde no es posible aparcar a menos de 300 metros de su entrada, las Cuevas del Llorito son a día de hoy lo más parecido a un vertedero.

Este lugar, refugio para muchos tarraconenses en los momentos más trágicos de su reciente historia, como la Guerra Civil Española –como protección a los bombardeos de la aviación del bando nacional– o, un poco más alejada en el tiempo, la Guerra del Francés (1811-1813), cuando una parte de la población prefirió esconderse fuera de los muros de Tarragona ante la más que posible masacre por parte francesa, vive ahora en la más absoluta dejadez.

Los estudiosos apuntan que esta pedrera, dividida en tres grandes cuevas, dos de las cuales son accesibles –la entrada de la otra queda muy escondida, oculta y taponada por derrumbes–, tiene su origen en la época romana, aunque esto no se ha podido certificar a ciencia cierta porque nunca se han realizado excavaciones en este sitio. Una prueba más del desinterés por este lugar de la ciudad. Así, si una excavación llevada a cabo por el Institut Català d’Arqueologia Clàssica hace un año en la pedrera del Mèdol permitió descubrir que la cantera era mucho más grande de lo que se suponía, en las cuevas del Llorito cualquier información simplemente se intuye, porque nunca se ha intervenido; falta una prueba científica. El modo con el que se extrajo la piedra en la cueva más espectacular pero también más peligrosa, la Cova Mitjana, dejando columnas de roca natural a modo de sustento de la gran bóveda, hace pensar que es trabajo de los romanos. Este sitio, repleto de envases de todo tipo –latas, papeles, preservativos, paquetes de tabaco...–, pintadas y grafitis hechos a punzón en la propia roca, es ahora peligroso. La cueva ha sufrido numerosos derrumbes que impiden adentrarse en ella. De hecho, la propia entrada ya muestra un derrumbe lateral de toda la falda de la colina. El interior –la bóveda es muy alta, de más de 15 metros en algunos puntos–, lleno de cascotes procedentes del techo, indica el goteo constante de roca, un hecho que la hace especialmente peligrosa, pues su acceso es libre.

La Cova Petita, un poco más abajo, con una entrada más diáfana aunque menos profunda, corresponde a una cantera que se utilizó básicamente en época moderna. De ella se extrajo la piedra usada para reparar la muralla en los tramos del Portal de Sant Antoni, precisamente una zona de este monumento muy castigada por la erosión y que en los últimos años ha sufrido varios desprendimientos por la naturaleza de esta piedra, proclive al desgaste por ser muy blanda (y, por tanto, fácil de trabajar).

Lo peor, suciedad y objetos varios por los suelos aparte, son las pintadas. La roca está cubierta de mensajes de todo tipo hecho con aerosoles y pinturas. También hay manchas oscuras, prueba evidente de que se han realizado grandes fogatas. «Somos conscientes que hacer que el lugar se pueda visitar, puede ser complicado, porque hay riesgo de derrumbes y desprendimientos, pero reclamamos que se haga una limpieza a fondo y se dejen las cuevas en perfecto estado», explican desde la Reial Societat Arqueològica Tarraconense.

 

Una propiedad privada

Desde el ayuntamiento de Tarragona indican que las cuevas del Llorito se encuentran en una parcela privada y que, por tanto, es al propietario a quien corresponde mantener en condiciones el monumento. «No son nuestras [las cuevas]. A pesar de eso, si están sucias y descuidadas, como parece ser, le indicaremos al propietario que lo limpie», asegura Carme Crespo, concejal de Patrimonio. Crespo admite que no hay presupuesto suficiente para mantener todo el patrimonio de la ciudad en perfectas condiciones y prioriza los monumentos catalogados por la Unesco. «Nuestra prioridad absoluta es que los monumentos que fueron designados por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad estén en las mejores condiciones. Las pocas ayudas que recibimos las tenemos que destinar a ellos. Me gustaría poder hacer más cosas y quizá algún día, si esta crisis se acaba, podamos abarcar más. Tenemos mucho Patrimonio, hay que entenderlo», explica la edil.

Las cuevas son, valor histórico al margen, un lugar muy bello por su estructura y por su entorno, en un paraje natural, arbolado. Un estudio a fondo con un trabajo de acondicionamiento adecuado –sería necesario reforzar la estructura, el techo, para evitar accidentes– permitiría a muchos tarraconenses descubrir este rincón de la ciudad y de su pasado.

Por el momento, las cuevas del Llorito tendrán que esperar tiempos mejores.

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