El Parc del Francolí de Tarragona, diez años y aún por descubrir

Las doce hectáreas del pulmón de la ciudad están llenas de posibilidades, pero usuarios y vecinos echan de menos baños públicos, presencia policial y más promoción

23 septiembre 2018 15:32 | Actualizado a 23 septiembre 2018 15:36
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Emma y Maria forman parte de esa generación de tarraconenses que no recordará cómo era la ciudad antes de que existiera el Parc del Francolí. Eran muy pequeñas cuando se inauguró hace ya 10 años y se han pasado toda la infancia soñando con ir al barco pirata, tirándose por la tirolina y hasta aprendieron aquí a andar en bicicleta.

Hoy comienzan a acercarse a otra etapa de su vida, a la preadolescencia (tienen 11 y 12 años), pero este sigue siendo su sitio favorito para quedar con los amigos.

Sí, el parque, que ocupa 12 hectáreas, llega este año a los 10 años (el aniversario de la inauguración oficial fue un 16 de mayo) y a pesar de que está permanentemente ligado a la historia de muchos niños que viven o estudian cerca (está al lado del Col·legi Cèsar August y de la Escola Tarragona), la sensación general es que el resto de la ciudad todavía tiene pendiente descubrirlo.

Comparte esta opinión Roser Barrio, secretaria de la Asociación de Vecinos del Parc del Francolí: «He tenido contacto con gente de Tarragona que no ha venido nunca o que no lo conoce todo». La misma frase, con sus variaciones, la escucharíamos varias veces a lo largo del reportaje. Ella cree que ha faltado, por ejemplo, sacarle provecho a la explanada y las gradas para hacer conciertos o espectáculos, algo que sólo ha sucedido  en contadas ocasiones. «Ahora las gradas sólo las usan para subir y bajar los deportistas», señala.

Pero no hay que engañarse, cualquier día de buen tiempo el parque, en particular la zona del barco pirata y el picnic, está repleto de familias con niños.

Una experiencia inclusiva

Una de las peculiaridades del parque y que lo hace único es que quienes se encargan de su gestión desde hace cinco años son personas con discapacidad o enfermedad mental de la Fundació Onada. Ellos se ocupan de la limpieza y la jardinería a cambio de lo que recaudan con el párking y el chiringuito. Marta Tutusaus, gerente de la fundación, reconoce que, de momento, el proyecto no da beneficios económicos, pero explica que «es una apuesta, porque sabíamos que sería difícil». 

Pero los beneficios de una idea así no pueden contarse sólo en dinero. El parque da trabajo fijo a 17 personas de la fundación, y hay otras 50 que después de formarse aquí se encuentran trabajando en la empresa ordinaria.

El año pasado la entidad organizó en el parque 44 actividades deportivas, lúdicas y culturales en las que han participado personas con y sin discapacidad, lo que ha sido la oportunidad perfecta para «dar a conocer a las personas por sus capacidades de forma directa», señala, para luego agregar que la respuesta de los vecinos ha sido muy buena.

Incivismo y poca policía

Pero una de las preocupaciones de quienes trabajan aquí y, cómo no, de vecinos y usuarios, es el incivismo. El caso más palpable es el de los botellones en torno al barco los fines de semana. Tutusaus explica que la limpieza de cristales y demás desperdicios les da mucho trabajo cada semana que podrían emplear en otras labores, pero es prioritario garantizar la seguridad de los niños que juegan allí.

Lo mismo sucede con los excrementos de perro sin recoger que se encuentran dentro y fuera de las zonas de pipican. «Dedicamos mucho tiempo a limpiar, pero es como si fuera nuestra casa, así que la dejamos como queremos encontrarla», señala.

En lo que se refiere al incivismo, Barrio también se acuerda de los usuarios que no recogen los desperdicios en las zonas de picnic, una de las cosas que se relaciona con la llegada de jabalíes.

Tanto para atajar lo que se refiere a actos vandálicos como en lo que tiene que ver con la seguridad ciudadana, los vecinos echan de menos poder contar con presencia policial constante. Explican que nunca se ve a agentes uniformados a pie, lo que consideran que tendría un importante efecto disuasorio.

En este sentido, Isaac Quesada, vecino de la zona, cree que también se debería prestar más atención a la iluminación, puesto que la semana pasada la zona más cercana a las canchas estaba sin iluminar. El parque, en general, ha sufrido numerosos robos de cables, lo que le ha dejado más de una vez sin luz.

Sin baños públicos

Aunque cuando se pregunta a padres, niños, vecinos y usuarios qué le falta al parque, todos responden espontáneamente lo mismo: faltan baños. De momento sólo funciona el del chiringuito que está en la zona de picnic, pero cuando cierra ya no queda ninguno. Inicialmente se instalaron dos baños públicos, uno en esta misma zona y otro del otro lado del parque, cerca de la tirolina, pero ambos están clausurados. El segundo de ellos nadie recuerda haberlo visto funcionando.

De cara al futuro, Tutusaus considera que el parque tiene muchas posibilidades y se pueden plantear nuevas actividades, pero siempre contando con la opinión de los ciudadanos.

En una encuesta con usuarios  surgieron algunas ideas que se repitieron, como la de colocar más columpios para niños grandes o ampliar la zona de skate, que se ha quedado pequeña, para los patinadores y ciclistas que comparten espacio en las pistas... Pero también hay quien sueña una casita en el árbol, un rocódromo, un tobogán gigante... Por pedir, que no quede. 

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