La resistencia tarraconse del cine

En Tarragona aún hay videoclubs que sobreviven a las descargas en internet y a plataformas como Netflix

15 octubre 2018 17:45 | Actualizado a 16 octubre 2018 09:08
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Montse Riquelme regenta desde mayo el videoclub Videomania, en la calle Sir Esteve Morell Scott de Vila-seca. Es una recién llegada a un sector más propio del siglo XX que de la era de los millennials. Su tía lo abrió hace treinta años, en pleno boom del VHS, pero a principios de este 2018 se jubiló.

Montse tomó el relevo. Dejó atrás 18 años como empleada en PortAventura y se enfrascó en este negocio a sabiendas de que no es ningún chollo. «Un videoclub por sí solo no es rentable hoy en día. Yo lo cogí porque soy una gran apasionada del cine», asegura. Ella complementa el alquiler de DVD con la venta de chucherías, muñecos Funko y merchandising de películas y series de televisión.

Los videoclubs están de capa caída. Ya casi no quedan. En la provincia de Tarragona se pueden contar con los dedos de las manos. «Me da pena ver cómo han cambiado. Cuando yo era pequeña venía a ver a mi tía y recuerdo que siempre había un montón de gente, había una vidilla muy bonita», cuenta Montse.

Primero la piratería indiscriminada en internet y ahora las plataformas como Netflix se han cebado con un negocio que resiste gracias a los románticos que aún están dispuestos a gastarse entre 2 y 3 euros para alquilar una película durante 24 horas. «La mayoría de nuestros clientes son personas mayores que vienen desde siempre. Muchos jóvenes no saben ni qué es un videoclub: el otro día me preguntaron que si las películas que teníamos eran para proyectarlas allí, como si fuera un cine», cuenta Montse.

Fabián Trindade es el propietario del Weekend, en la avenida del President Macià de Reus. Lleva dos años al frente tras un lustro como empleado. «¿Que si es rentable? Algunos meses soy mileurista y otros trabajo gratis», afirma.

No cierra ningún día del año. Entre semana tiene un empleado y los fines de semana está él. Alquila películas en DVD, blu-ray y 3D y vende palomitas y bebidas. Su catálogo se nutre de producciones de 2001 en adelante, aunque también tiene clásicos  como las sagas de Alien o Regreso al Futuro e incunables del cine español. El resto de títulos se perdió cuando el VHS quedó obsoleto. 

«Un sábado, que es el mejor día, pueden venir de media 60 u 80 personas -en las buenas épocas podía llegar a 200-. Depende del periodo del año, otoño e invierno es cuando hay más actividad porque hace frío y a la gente le apetece más quedarse en casa», apunta Trindade.
Augura un futuro «incierto» al sector: «La gente que va hoy a un videoclub seguirá yendo siempre. Son románticos del cine que, pudiendo acceder a otras plataformas, prefiere venir aquí porque les gusta leer la sinopsis en la caja, pedir recomendaciones o pasar un buen rato hablando de películas».

‘La tecnología nos ha dañado’

El videoclub Imperial es el único que aguanta en el centro de Tarragona. El matrimonio formado por Pilar Cerón y Àngel Vilà lo gestiona desde 1990 en la calle Pere Martell. Sus estanterías, divididas por géneros, muestran más de 7.000 referencias en DVD (algunas están dobladas o triplicadas). Y en la trastienda acumula cerca de 12.000 cintas en VHS de la época predigital.

Las películas que más salida tienen ahora entre su menguante parroquia son Campeones -candidata española a los Oscar-, Han Solo, Jurassic World 2 o Deadpool 2. Los fines de semana hay movimiento, pero nada que ver con años atrás. Y eso que se ha quedado sin competencia en la ciudad. 

«La tecnología y las descargas ilegales nos han hecho mucho daño. Le gente prefiere descargarse las películas aunque se vean con mala calidad», señala Vilà, que lamenta la falta de regulación y de mano dura de las autoridades con la piratería. 

El Imperial, asegura, hace tiempo que dejó de ser rentable. Se han planteado más de una vez dar un giro al negocio, montar otra cosa, «pero para eso hay que hacer una inversión y yo ya tengo 61 años y me queda poco para jubilarme. No me veo a estas alturas abriendo un bar, por ejemplo».

En el local del antiguo videoclub Hollywood de la avenida Pere el Cerimoniós de Reus han abierto recientemente una autoescuela. «Lo puse en alquiler porque no iba bien», reconoce su propietaria, Mercè Alberich.  Ahora ha hecho lo mismo con el otro Hollywood, el del Camí de l’Aleixar, pero mientras le salen pretendiente sigue detrás del mostrador, como cuando abrió en 1988. «El negocio ha cambiado mucho. Empezamos con cintas beta y VHS y llegamos a tener siete empleados. Ahora estoy sola y seguimos porque el local es nuestro y no tenemos que pagar una mensualidad», explica.

Incluso se ha lanzado a la venta de golosinas, bebidas y hasta helados en verano como complemento. «El alquiler de películas ha bajado muchísimo y no solo por la plataformas online, también por el incremento de la oferta lúdica en Reus: cada fin de semana hay cosas y la gente ya no se queda en casa», comenta.

Ella está dando sus últimos coletazos en un sector «que no tiene futuro». Pero hasta que se desmorone del todo, «seguiremos resistiendo».

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