Ramon Folch 'secuestra' la pelota en el Martínez Valero

Fútbol. El mediocampista reusense lidera al Elche de Pacheta hacia el play off de ascenso a Primera División

03 febrero 2020 14:22 | Actualizado a 04 febrero 2020 13:03
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José Rojo Pacheta nunca fue un mediocampista delicado, donde no le llegaba el talento, le llegaba el alma. Cosió una carrera ejemplar por valores y compromiso, no por actuaciones dulces, no se adornaba jamás. Por ejemplo, se convirtió en un soldado fiel a Camacho en el Espanyol de los años 90, los pericos todavía le recuerdan.

En cambio, su trayecto como técnico empieza a degustar otro registro. El actual Elche, equipo al que sacó de las tinieblas, ha encontrado la llave del fútbol asociativo. Pacheta no es un libreto extenso en lo táctico, pero ha reconocido el valor de sus futbolistas, un puñado de ellos con buen pie para combinar. Ese ejercicio de humildad del técnico ha ofrecido resultados sin sospechas. Adaptarse a la materia prima debería considerarse como norma número uno para cualquier entrenador inteligente. Pacheta lo ha entendido.

La espina dorsal del actual Elche la completan dos actores con tacto para tejer paredes. Desde el arco, Edgar Badia exhibe una de sus principales virtudes, el juego de pies. No se trata de un portero acomodado a sólo parar lo que le tiran, que también lo hace, se compromete con el fútbol. En el origen, el general se llama Ramon Folch (Reus, 30 años), al que Pacheta le ha entregado la responsabilidad del juego. Si el Elche carbura tiene mucho que ver con la capacidad del centrocampista para inaugurar cada ataque. Se incrusta entre los centrales en la salida y las ofensivas en el Martínez Valero se inundan de sentido. 

Folch no regala una carrera de más, no se mancha en el barro para arañar aplausos. Simplemente juega, por colocación, por destreza y por ingenio. Acumula nueve domingos consecutivos como titular y el Elche se ha colocado en el play off de ascenso. Quinto, con 39 puntos.

El reusense resiste a lo confusión rutinaria del negocio con una naturalidad apabullante. En medio del ajetreo y el mercadeo invernal, con salidas y entradas en el equipo, algunas de ellas sorprendentes el centrocampista ha sostenido el juego sin pestañear, instaurado en su zona de confort, la pelota, y confiado en la capacidad para sumar y restar espacios que ejerce sobre el césped. Encontrar soluciones a los problemas, desenredar nudos, es otra de las cualidades de un jugador que no arma alboroto. En el día a día se gana la confianza de sus jefes.

Pacheta, como en su momento Natxo González (Reus) o Anquela (Oviedo), se ha rendido a la coherencia del medio, muy alejado del estereotipo de futbolista al uso. Llegó este verano al Elche, tras un adiós agridulce de Oviedo, y ha mantenido el proceso. Le costó entrar en el equipo hasta que su jerarquía se impuso. Ya le ocurrió en Reus, en el germen de su carrera como profesional, hasta que Natxo le consideró indiscutible. Algo parecido vivió con Anquela en el Tartiere. Ahora ha conquistado otro estadio de postín; el Martínez Valero.

Con 19 apariciones, 18 como titular, y un gol, el reusense ha hallado el cartel de actor principal en un equipo que crece con el consumo del tiempo, sin las urgencias de los grandes proyectos de Segunda División. 

El presupuesto del Elche se aleja de los miuras. Es el quinto más bajo de la categoría, hasta el punto que el límite salarial de LaLiga le impidió fichar todo lo que hubiera deseado en el mercado veraniego. Ni siquiera las restricciones financieras han impedido el vuelo del Elche, que tras su éxito de este fin de semana ante el Málaga (2-0), ocupa un lugar en la aristocracia de Segunda. Con Folch, en el eje de las operaciones y con Pacheta rendido a su fútbol y su liderazgo. En el Martínez Valero han secuestrado la pelota.

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