Encontrar los caminos del diálogo

La debilidad de los interlocutores impide un espacio de negociación provechosa, pero no hay más vía que la palabra

 

12 septiembre 2018 18:37 | Actualizado a 12 septiembre 2018 18:41
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Por séptimo año consecutivo el movimiento independentista ha congregado una manifestación multitudinaria en Barcelona (alrededor de un millón de personas, según la Guardia Urbana), lo que demuestra que las reivindicaciones soberanistas siguen intactas, sino más fuertes, pese al paso del tiempo. Es evidente que no estamos ante un fenómeno suflé como se empeñan en concluir algunos políticos con escasa visión de la realidad, sino que asistimos a una reivindicación que precisa de soluciones políticas profundas y de calado histórico como en su día lo fue la llamada Transición. Estas soluciones no pueden llegar por ninguna otra vía que no sea la del diálogo. Un diálogo que será difícil de acometer por el grado de deterioro en el que se encuentra la situación en Catalunya, sobre todo por los políticos que están en la cárcel o en el extranjero sin poder regresar a España. Tampoco ayudan las presiones de todos los frentes que deberán gestionar los interlocutores principales, que no son otros que los dos gobiernos, central y de la Generalitat. El Ejecutivo de Pedro Sánchez, sostenido por una débil representación parlamentaria, no está en condiciones de acometer ninguna reforma constitucional y menos en unos momentos en los que un PP herido por la moción de censura que le expulsó del poder, busca tomar posiciones para evitar que Ciudadanos le acabe usurpando su hegemonía en la derecha española. Por su parte, el Govern lo tiene todavía más complicado por sus divisiones internas y por las presiones que recibe desde los sectores más radicales del independentismo como la CUP y las entidades como la ANC y Òmnium que ayer volvieron a demostrar su capacidad de movilización popular. Con los interlocutores atrapados en un laberinto de compromisos y debilidades, con un calendario con los juicios por el procés a la vista y unas elecciones que caerán en cadena, sería pedir un milagro que pueda alumbrarse un espacio de negociación provechosa, pero hay que reclamar el esfuerzo, convencidos de que es la única solución.

 

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