José C. Ibarz (escritor, activista y fundador de la Asociación Social Acrítica): 'Feminismo para salvar a los hombres '

Cuando entendemos que es un movimiento de cambio nos damos cuenta de lo necesario que es 

08 marzo 2018 11:43 | Actualizado a 08 marzo 2018 11:47
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El feminismo es igualdad. Es un movimiento que nos beneficia a todos como conjunto social para que no haya discriminación de condiciones laborales por ejemplo, como reivindica la huelga del 8 de marzo. Cuando los que buscamos justicia entendemos lo que significa el feminismo como movimiento de cambio, nos damos cuenta de lo necesario que es para nuestro futuro. Ser hombre hoy es tener unos privilegios, lo queramos reconocer o no. De hecho, desde mi posición nunca le diré a una mujer como debe ser feminista, porque mi objetivo es hablarles a otros hombres cómo se consigue la igualdad a través del feminismo. 

Suelo hablarles de masculinidad tóxica o hegemónica que pretende conservar sus privilegios para que sigamos en una sociedad desigual. En realidad son otras formas de hablar del machismo, solo que dentro de un contexto ideológico. También les hablo de las masculinidades no normativas, refiriéndome a aquellas que no entran en los cánones del patriarcado y que son reprimidas por las primeras.

Quizás algunas personas entiendan estos planteamientos como teóricos o demasiado abstractos. Un ejemplo real ocurrió hace escasos días: Un chico de solo dieciocho años fue agredido por otros chavales casi de su edad a la voz de «¡maricón de mierda!». Le rompieron la nariz en la calle mientras iba con un grupo de amigas solo por su amaneramiento. Le atacaron por una simple sospecha de pertenecer a una orientación sexual no normativa, pero sobre todo es violencia contra lo que los agresores consideraron una masculinidad débil dentro de su concepto heteropatriarcal de la sociedad en la que se educaron.

Es una cuestión jerárquica de opresión, como un individuo que considera a un animal inferior, al nivel de un objeto y lo tortura hasta la muerte para divertirse. En ese mismo planteamiento de opresión escalonada, casi cincuenta mujeres han sido asesinadas durante el pasado año por sus parejas en un ejercicio de ese machismo que utiliza la violencia para reafirmarse. Hombres castrados emocionalmente que se les ha enseñado a imponerse a través de la agresión y a sacrificar su bienestar, por mantener su frágil estatus dominante de macho fuerte, competitivo, duro, territorial, que no llora, carece de empatía, no admite razonamiento, ni que se le cuestione. 

Porque en el momento que no cumples con los requisitos para estar en lo alto de la jerarquía heteropatriarcal te espera el rechazo, el insulto, la agresión e incluso la muerte, sea por la presión social o por la violencia de otros hombres que se consideran superiores a ti. Así de fácil es perder tu cota de privilegio frente al supremacismo machista. 

Yo no quiero contribuir a esa injusticia estructural, por eso soy feminista

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