«Al principio no paras de llorar y de estar afectado, pero luego te repones»

El volcán no da tregua, por eso se vigilan nuevas coladas y se constatan tubos volcánicos que evacuan lava al mar

05 octubre 2021 05:40 | Actualizado a 05 octubre 2021 06:06
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La erupción que comenzó hace 16 días en Cumbre Vieja, en La Palma, no da tregua a la población de los municipios cercanos que intentan aceptar con la mayor normalidad que pueden los comportamientos de este volcán, que según los científicos, se ajustan a las pautas de una erupción estromboliana.

Tras unos días de relativa estabilidad en la actividad volcánica, pasadas las 19.00 horas del domingo una parte del cono se rompió, lo que produjo, además de una fase explosiva, la salida de abundante lava fluida que se fundió en una única colada.

Aunque estas roturas ya se han producido en varias ocasiones, esta vez la emisión de la lava fue mayor y aunque desde el inicio de este episodio, se informó que parecía que la lava transcurría por las rutas realizadas por anteriores coladas, los científicos y los dispositivos de seguridad se mantienen en alerta por si hay cambios.

Los científicos mantienen una vigilancia continua sobre las coladas de lava más fluidas que emergieron el domingo, mientras se ha constatado la existencia de tubos volcánicos cercanos a la costa que ayudan a evacuar la lava al mar.

La directora en Canarias del Instituto Geográfico Nacional (IGN), María José Blanco, y el director técnico del Plan de Prevención de Riesgo Volcánico (Pevolca), Miguel Ángel Morcuende, informaron ayer de la evolución de la erupción, que ocupa 413,38 hectáreas.

Morcuende señaló que la rotura de parte del cono en la zona oeste entra dentro de la pauta de las erupciones estrombolianas y, en el caso del domingo, se produjo un aumento de picos explosivos y la caída de determinados bloques que fueron arrastrados por una enorme cantidad de lava.

El director técnico del Pevolca transmitió un mensaje de tranquilidad en cuanto a que el enjambre sísmico «ha viajado otra vez a los lugares donde inicialmente fue detectado» en los días previos a la erupción y, si bien la sismicidad en La Palma ha aumentado ligeramente, se está produciendo a niveles profundos de la corteza.

«No estamos hablando de sismicidad superficial que pueda dar lugar a otros fenómenos ni tenemos que temer, en principio, ninguna nueva boca consecuencia de esta sismicidad», dijo.

El testimonio

El veterinario César Bravo perdió su casa, también la de su pareja y sus dos hijos, arrasada por la lava del volcán de La Palma, como tantos otros en el Valle de Aridane.

Él coordina al equipo de evacuación de los animales en las zonas de exclusión y es precisamente en el ejercicio de su trabajo donde ha encontrado un alivio, una vía de escape.

«Es fundamental sentir que puedes ayudar, rescatar animales a pie del volcán. Eso no tiene precio. Me ha ayudado muchísimo», cuenta mientras hace cola en el banco para arreglar el papeleo para cobrar del consorcio de compensación de seguros.

Recuerda que su casa, ubicada en Todoque, «escapó en tablas» al paso de la primera colada, pero no resistió a la segunda que bajó por la Montaña Cogote.

En Todoque, rememora, «todos vivíamos genial. Aquello era un paraíso. Pero ya no está».

«Al principio no paras de llorar y de estar afectado, pero luego te repones. Estaba en tratamiento. Ahora puedo hablar, que ya es algo», apunta César, quien se resigna: «no queda otra que sobrevivir».

Uno de sus hijos está estudiando en La Laguna y «se pudo ahorrar esto». El otro, de 15 años, estuvo con él y con los bomberos salvando cosas de la casa antes de que se la llevara la lava. «Pasó de la adolescencia a la edad adulta».

En cierta medida se considera afortunado porque conservó su negocio, aunque ya ha notado un descenso de actividad de hasta el 30%. Teme que la economía de Los Llanos se puede resentir durante «años». Pero como filosofía de vida se propone ir «día a día» y volcarse en su profesión.

Cuenta que a pesar de haber transcurrido dos semanas desde el inicio de la erupción no paran de rescatar animales de las zonas de exclusión.

Los casos más complicados son los rescates de gatos y perros, pues están asustados y hay que emplear trampas especiales, cuando no dedicarles «horas» para ganarse su confianza, porque no dejan que se acerquen a ellos a menos de 50 metros.

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