Alcalde de Vallmoll y su esposa: 'No supimos nada el uno del otro durante tres horas'

'Pensé que mi marido estaba muerto', explica María Catalina Ortiz. Después del horror vivido, el alcalde de Vallmoll y su esposa llegaron ayer a casa y pudieron abrazar a su familia

19 mayo 2017 23:15 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:35
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«Estamos hechos polvo, con muchas ganas de ver a nuestros dos hijos y nietos», decían ayer el alcalde de Vallmoll, Josep Lluís Cusidó, y su esposa, María Catalina Ortiz, con mucho cansancio y tensión a sus espaldas. 
Durante el ataque yihadista al Museo del Bardo de Túnez hubiera podido pasar cualquier cosa, pero la suerte hizo que Cusidó fuera a comprar unas postales. «Esto me salvó la vida», asegura. El alcalde explica que quería llevarse un recuerdo del viaje y se acercó a un vendedor que le ofrecía postales a dos euros. «Yo le dije que era muy caro y regateé», narra. El vendedor, al ver que su cliente se iba, le dijo que volviera, que las dejaba a un euro. «Me volví a la tienda y fue cuando estaba pagando que empezaron los tiros. Si no hubiera estado en ese momento adquiriendo las postales, quizás ahora no estaría aquí».
Tres horas incomunicados
La pareja de Vallmoll había ido al crucero como un regalo de aniversario de bodas que les habían preparado sus hijos: 41 años casados. Pero no viajaban solos, iban acompañados de la hermana y la prima de María Catalina Ortiz y sus respectivos maridos. En total seis familiares, todos ellos sanos y a salvo. «Un milagro», afirma Ortiz.
Durante los hechos, Josep Lluís Cusidó se salvó escondiéndose con un grupo de turistas en un balcón después de correr entre disparos. «Estirado en el suelo y con el móvil silenciado intenté ponerme en contacto con alguien para que se supiera lo que estaba pasando», cuenta el alcalde de Vallmoll, recordando el terror que pasó en esos instantes de caos. 
Según explica, no había cobertura y la única vía de comunicación que funcionó fue con el presidente de la Diputació de Tarragona, Josep Poblet. Pero de su mujer no había noticias. «No supimos nada el uno del otro durante tres horas», afirma. 
María Catalina Ortiz estaba a salvo con sus familiares. «Mi hermana, mi prima y yo no nos soltamos de la mano hasta que no llegamos al barco», recuerda. Ella y veinte personas más encontraron cobijo en una pequeña habitación sin ventanas. «Una mujer nos decía que entráramos deprisa sin hacer ruido», explica vívidamente Ortiz. Allí, a oscuras, pasaron horas esperando que de un momento a otro entrase un terrorista y los matara, pero no fue así. 
«Volvieron a buscarnos y nos hicieron pasar por detrás del museo hasta llegar al Parlamento». Más tarde llegó otro grupo de turistas que se había salvado, pero su marido no estaba entre ellos. «Pensaba que estaba muerto», asegura. «Finalmente me dijeron que Josep Lluís Cusidó se encontraba a salvo». El primer contacto fue vía móvil.
Mientras la pareja cuenta lo sucedido, afirman ver aún las balas rebotar contra el suelo y las chispas que se desprendían al tocar el mármol. Ven los terroristas disparando ráfagas indiscriminadamente y cómo la gente caía muerta a su lado. «Fue espantoso», exclama Ortiz.
Al fin, en casa
Ayer por la mañana llegaban al puerto de Barcelona los viajeros del MSC Splendida con la suerte de seguir ilesos después de haber vivido horas de terror yihadista en el peor ataque en Túnez desde 2002. Un sinfín de medios de comunicación se pusieron en contacto con el alcalde de Vallmoll y su esposa para dar a conocer el testimonio de dos de los supervivientes. A las siete de la tarde aún no habían llegado a casa ni habían podido abrazar a sus hijos y familiares.
Estaban contentos de estar de nuevo en su tierra, aunque con el regusto amargo de un viaje quedebía ser la celebración de un aniversario y se convirtió en tragedia.
«Estamos hechos polvo, con muchas ganas de ver a nuestros dos hijos y nietos», decían ayer el alcalde de Vallmoll, Josep Lluís Cusidó, y su esposa, María Catalina Ortiz, con mucho cansancio y tensión a sus espaldas.

Durante el ataque yihadista al Museo del Bardo de Túnez hubiera podido pasar cualquier cosa, pero la suerte hizo que Cusidó fuera a comprar unas postales. «Esto me salvó la vida», asegura. El alcalde explica que quería llevarse un recuerdo del viaje y se acercó a un vendedor que le ofrecía postales a dos euros. «Yo le dije que era muy caro y regateé», narra. El vendedor, al ver que su cliente se iba, le dijo que volviera, que las dejaba a un euro. «Me volví a la tienda y fue cuando estaba pagando que empezaron los tiros. Si no hubiera estado en ese momento adquiriendo las postales, quizás ahora no estaría aquí».

Tres horas incomunicados

La pareja de Vallmoll había ido al crucero como un regalo de aniversario de bodas que les habían preparado sus hijos: 41 años casados. Pero no viajaban solos, iban acompañados de la hermana y la prima de María Catalina Ortiz y sus respectivos maridos. En total seis familiares, todos ellos sanos y a salvo. «Un milagro», afirma Ortiz.

Durante los hechos, Josep Lluís Cusidó se salvó escondiéndose con un grupo de turistas en un balcón después de correr entre disparos. «Estirado en el suelo y con el móvil silenciado intenté ponerme en contacto con alguien para que se supiera lo que estaba pasando», cuenta el alcalde de Vallmoll, recordando el terror que pasó en esos instantes de caos.

Según explica, no había cobertura y la única vía de comunicación que funcionó fue con el presidente de la Diputació de Tarragona, Josep Poblet. Pero de su mujer no había noticias. «No supimos nada el uno del otro durante tres horas», afirma.

María Catalina Ortiz estaba a salvo con sus familiares. «Mi hermana, mi prima y yo no nos soltamos de la mano hasta que no llegamos al barco», recuerda. Ella y veinte personas más encontraron cobijo en una pequeña habitación sin ventanas. «Una mujer nos decía que entráramos deprisa sin hacer ruido», explica vívidamente Ortiz. Allí, a oscuras, pasaron horas esperando que de un momento a otro entrase un terrorista y los matara, pero no fue así.

«Volvieron a buscarnos y nos hicieron pasar por detrás del museo hasta llegar al Parlamento». Más tarde llegó otro grupo de turistas que se había salvado, pero su marido no estaba entre ellos. «Pensaba que estaba muerto», asegura. «Finalmente me dijeron que Josep Lluís Cusidó se encontraba a salvo». El primer contacto fue vía móvil.

Mientras la pareja cuenta lo sucedido, afirman ver aún las balas rebotar contra el suelo y las chispas que se desprendían al tocar el mármol. Ven los terroristas disparando ráfagas indiscriminadamente y cómo la gente caía muerta a su lado. «Fue espantoso», exclama Ortiz.

Al fin, en casa

Ayer por la mañana llegaban al puerto de Barcelona los viajeros del MSC Splendida con la suerte de seguir ilesos después de haber vivido horas de terror yihadista en el peor ataque en Túnez desde 2002. Un sinfín de medios de comunicación se pusieron en contacto con el alcalde de Vallmoll y su esposa para dar a conocer el testimonio de dos de los supervivientes. A las siete de la tarde aún no habían llegado a casa ni habían podido abrazar a sus hijos y familiares.

Estaban contentos de estar de nuevo en su tierra, aunque con el regusto amargo de un viaje quedebía ser la celebración de un aniversario y se convirtió en tragedia.

 

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