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Economía. La falta de transparencia de las farmacéuticas no impide ver lo que hay en juego con la vacuna: beneficios millonarios y acuerdos para cobrar precios altos

05 enero 2021 11:02 | Actualizado a 05 enero 2021 11:08
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Como si de los segundos finales de una subasta se tratara, las farmacéuticas que desarrollan las ansiadas vacunas se han lanzado a anunciar la efectividad de sus productos siempre superando el anuncio anterior de la competencia. Esta carrera refleja la ansiedad por lograr una salida de la pandemia, la peor en un siglo, pero también la oportunidad de beneficios. A esto se le añade la gran oportunidad de negocio que puede significar la llegada del antígeno, dado que la propia OMS calcula que al menos un 70% de la población mundial tendría que inmunizarse cuando esté disponible para poder garantizar el final de la pandemia. Esto supondría unos 6.000 millones de personas, y aún se ignora si una dosis bastaría para toda la vida: en cualquier caso, es seguro que la demanda superará con mucho la oferta. 

Las vacunas están desarrolladas por Oxford y la farmacéutica británica AstraZeneca; el citado Instituto Gamaleya; la china Cansino Biologics; Janssen Pharma (filial belga de la estadounidense Johnson&Johnson); la china Sinovac y el brasileño Instituto Butantan; las chinas de Sinopharm y el Instituto de Productos Biológicos de Wuhan y de Sinopharm y el Instituto de Productos Biológicos de Pekín; la estadounidense Novavax; además de las citadas de Moderna y BioNTech/Pfizer/Fosun. 

De lo que no hay datos tan precisos es de la inversión o de los costes de los posibles antígenos, a pesar de que las farmacéuticas han financiado parte de sus investigaciones con los impuestos de millones de ciudadanos. 

Consultadas por Efe sobre la inversión, la financiación, el coste de la futura vacuna en distintos supuestos o los márgenes de beneficio que manejan en sus proyecciones, las farmacéuticas chinas CanSino y Sinovac rechazaron responder. 

No extraña que la organización sanitaria sin ánimo de lucro Médicos Sin Fronteras (MSF) haya exigido conocer ciertos detalles. «No podemos confiar en la buena voluntad de las farmacéuticas, incluso durante una pandemia», indicó MSF ya en noviembre. 

La organización citó el ejemplo de un acuerdo firmado entre AstraZeneca y el centro de investigación brasileño Fundação Oswaldo Cruz, según el cual la primera se habría reservado el derecho a declarar que la pandemia termina en julio de 2021, por lo que, después de ese mes, podrían cobrar a los gobiernos precios muy altos por una vacuna que ha sido financiada con dinero público. 

La consejera de políticas de vacunas de MSF, Kate Elder, resumió los riesgos de esta falta de transparencia: «Mientras no sepamos qué contienen estos acuerdos, las farmacéuticas seguirán teniendo el poder de decidir quién accede a la vacuna, cuándo, y a qué precio». Pese al desconocimiento de estos datos, hay indicios que apuntan a beneficios millonarios.

Fortunas triplicadas

Así lo deja entrever el hecho, por ejemplo, de que el dueño de la farmacéutica china Zhifei, Jiang Rensheng, triplicara su fortuna hasta los 19.900 millones de dólares (16.753 millones de euros) este año, después de que los reguladores chinos aprobaran su vacuna para ensayos clínicos, según Hurun Report, la «Forbes» china. 

O que Fosun Pharma acordara con BioNtech y Pfizer contar con los derechos exclusivos de venta de la vacuna en China, Hong Kong, Macao y Taiwán a cambio de hasta 135 millones de dólares, dependiendo de variables. 

O los fuertes ascensos en bolsa de la farmacéutica de turno al calor de los anuncios de buenos resultados en los ensayos clínicos.  No obstante, la carrera por la vacuna también tiene otros premios. En el caso de China, lograrla en primer lugar era una forma de mejorar su muy deteriorada imagen internacional en tanto que foco inicial de la pandemia y en ese sentido también podría leerse el ingreso, el pasado mes de octubre, de Pekín a la plataforma mundial de investigación y distribución de vacunas para la Covid-19, COVAX, de la que está ausente Washington. 

Porque, además de una cuestión de salud pública y un negocio millonario, la vacuna es también parte de una campaña propagandística, e incluso el clavo ardiendo al que Donald Trump se aferró para su reelección fallida. 

Es más: la vacuna es para China un asunto con el que eclipsar el debate sobre la controvertida respuesta durante los primeros días de la pandemia, aseguran analistas citados por la prensa hongkonesa. Las autoridades silenciaron a quienes alertaron de una posible nueva neumonía y tardaron días clave en dar la voz de alarma. 

Para la OMS, liderar la distribución de la vacuna supondría aplacar meses de críticas lanzadas desde países como EEUU en el inicio de la pandemia, cuando Washington acusó a la organización de estar dominada por Pekín y haber respondido por ello con lentitud a la emergencia.

Es por esto que la OMS abandera, junto a la Alianza para las Vacunas GAVI, la mencionada plataforma COVAX, con la que proyecta distribuir antes de finales de 2021 2.000 millones de dosis de las futuras vacunas anticoronavirus entre los 180 países que la componen. 

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