Tarragona sufre la mayor pérdida de población de su historia

En el último año las comarcas tarraconenses perdieron 9.216 ciudadanos. Sólo 43 de los 184 municipios han visto aumentar el censo. Vila-seca es la única gran población que crece

19 mayo 2017 23:48 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:22
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Tarragona sufrió en el último año registrado la mayor pérdida de población de su historia, al menos en términos absolutos, según refleja la estadística más reciente del INE. La provincia pasó de los 810.178 habitantes que tenía a principios de 2013 a los 800.962 de comienzos de 2014, esto es, 9.216 personas menos en sólo un año. O, lo que es lo mismo, el censo poblacional tarraconense ha padecido 25 pérdidas diarias.

El nuevo balance arroja otra vez un panorama demográfico desolador, de forma que las comarcas tarraconenses ahondan en la tendencia que ya empezó en 2012, cuando comenzó el declive. En aquel año Tarragona, después del gran boom migratorio, llegó a su techo histórico de habitantes, 814.199, resultado de 14 años de grandes incrementos poblaciones muy contundentes, sobre todo apoyados en la llegada masiva de extranjeros.

Desde entonces, en sólo dos años, Tarragona ha pasado a tener unos 13.000 ciudadanos menos. La provincia se ha quedado cerca de traspasar la barrera de los 800.000 y hay que volver a 2008 para ver cifras tan bajas.

 

Incrementos en algún pueblo

La reducción del padrón es generalizada, tanto a nivel catalán como español y, por supuesto, en el ámbito municipal. Sólo 43 municipios de los 184 que hay en el Camp de Tarragona y las Terres de l’Ebre (un 23% del total) vieron aumentar su población durante el año 2013 (el dato recopilado es correspondiente al 1 de enero de 2014). Y eso que algunos de esos incrementos fueron mínimos y tuvieron lugar en pequeñas localidades del interior como Renau (+4), Querol (+7), Les Piles (+3) o Paüls (+2).

Sin embargo, en la mayoría de municipios importantes la pérdida de población es notoria, salvo algunas excepciones. De entre las diez ciudades más grandes de la provincia, sólo crece una: Vila-seca, que ha ganado 234 habitantes, hasta los 21.923 actuales. También en Tarragona se reproduce una tendencia general: los municipios del entorno de las grandes ciudades, relativamente cercanos a esas urbes, están absorbiendo parte de esa población, y de ahí su incremento. Vila-seca es un claro ejemplo de eso, pero también otros lugares como La Pobla de Mafumet (+210), El Morell (+45), Els Pallaresos (+29) o La Canonja (+66), localidades con incrementos de población.

El precio más bajo del metro cuadrado de vivienda y una menor masificación son algunos de los alicientes para irse a vivir a esos lugares, como señala Àngel Belzunegui, sociólogo de la URV, que razona esa tendencia según la que las ciudades pierden habitantes en beneficio de los pueblos próximos. «Hay un motivo económico que tiene que ver con la oferta de suelo, que es relativamente más barato», señala.

Hay, sin embargo, una segunda motivación, esta vez de naturaleza puramente sociológica. «Se produce un ascenso social cuya percepción pasa por la deslocalización. Hablamos de personas de entre 30 y 40 años, hijas de una generación de obreros y trabajadores estables, sean cualificados o no, que se han marchado de barrios como Campclar, Bonavista o Torreforta cuando van a escolarizar al primer hijo».

En esa tipología de movimientos poblacionales se pueden ubicar los incrementos recientes en pueblos como El Catllar, La Riera de Gaià, Perafort o La Secuita. A veces el potencial de algunos municipios de costa también se percibe: es el caso de Altafulla, Torredembarra o L’Hospitalet de l’Infant, otros pueblos que crecen como excepciones a la deriva general de censo en retroceso.

 

Reus pierde más que TGN

Las ciudades más importantes no escapan tampoco al fenómeno. Tarragona perdió 1.346 habitantes mientras que en Reus la cifra se disparó hasta los 1.828. Similar coyuntura han padecido las otras ciudades de relevancia. Amposta (-314), Cambrils (-474), Salou (-194) o Calafell (-230) son algunos ejemplos en esa línea.

El profesor de la URV Santiago Roquer, catedrático de Geografía, también ofrece una lectura respecto a este retroceso de habitantes en las ciudades: «Mucha población extranjera vuelve a sus países y es posible que esa porción de inmigrantes viviera más en ciudades».

 

De la ciudad al pueblo

Roquer también incide en la razón por la que algunos pueblos ganan censo demográfico, aun en años de intensa crisis: «Hace tiempo que se ha observado que una parte de la población de las grandes ciudades se extiende por los pueblos de alrededor. Por ejemplo, de Tarragona a Els Pallaresos o El Catllar; de Reus a Cambrils o Vinyols. Es un fenómeno habitual, muy ligado a la proliferación de casas adosadas, por ejemplo. Es una emigración interna que no tiene nada que ver con la crisis. Son cambios de residencia».

Por ámbitos, el Camp de Tarragona ha perdido 4.794 habitantes en sólo un año, mientras que en las Terres de l’Ebre el dato es de 3.584 personas. También hay distinciones en cuanto a género: la provincia ha perdido 5.817 hombres por 3.399 mujeres.

 

Natalidad, empleo, crisis...

Más allá de las circunstancias que rodean esa tendencia de la ciudad a perder habitantes, los datos de 2013, aún en plena crisis y sin atisbarse síntomas de mejora, obedecen fundamentalmente a la incidencia de la economía y a tres factores. Uno de ellos está vinculado al crecimiento vegetativo (la diferencia entre el número de nacimientos y el de defunciones), que viene marcado por el descenso en la natalidad.

Los otros dos tienen que ver con los fenómenos migratorios. La escasez de oportunidades laborales provoca no solo la reducción drástica de la llegada de inmigrantes sino la marcha de los que ya estaban asentados aquí desde hacía años, generalmente en un retorno a sus países de origen. A eso se añade el adiós de muchos ciudadanos autóctonos, sobre todo jóvenes, en busca de trabajo a otros países, otro factor que tiene que ver con el descenso demográfico, importante no tanto en términos cuantitativos pero sí cualitativos.

Algunos sociólogos alertan de las consecuencias que puede tener perder población, una dinámica que se prevé alargar en el futuro: «A nivel demográfico una pérdida de población es una tragedia, por lo que dificulta el sostenimiento del país. Una pérdida de población en sí misma ya es penosa. Es como si sucede en un pueblo, pero más generalizado. Existe otro segundo factor: el desequilibrio, ya que habrá mucha más gente de más de 65 años. Eso tendrá repercusiones económicas», pronostica Belzunegui.

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