Vivir del arte

Galeristas y artistas cuentan sus experiencias empresariales

19 mayo 2017 22:53 | Actualizado a 22 mayo 2017 18:08
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Enseñar a pintar con el taller a cuestas

El pintor Enric Llevat tiene su base de operaciones, L’Atelier, en un edificio de Tarragona compartido con cuatro personas más dedicadas a las artes visuales, donde imparte cursos de pintura y dibujo para adultos y niños. Ha encontrado en la enseñanza una gran motivación, sin dejar de lado su faceta como pintor, que le ha llevado a exponer en Osaka (Japón) y París últimamente.

Cada vez tiene más demanda de cursos, especialmente fuera del taller, algo que trata de expandir: «quiero enfocarme hacia los talleres de mochila, llevarlos a escuelas, centros cívicos y centros culturales». De hecho, este año ya ha realizado siete cursos fuera del taller y el próximo trabajará con más escuelas de la provincia y de fuera gracias a un acuerdo con la Fundació Joan Brossa.

Aunque cada vez está más establecido en el mundo del arte, Enric Llevat debe combinarlo con otro trabajo. Aun así, su sueño es hacer el proyecto pedagógico «cada vez más grande» y cubrir el vacío que se está produciendo en la educación reglada, según comenta: «la educación artística se está desvirtuando mucho en la escuela, lo que hace que haya más demanda fuera».

 

La internacionalización como estrategia en la Galería Anquin’s

La Galería d’Art Anquin’s de Reus es, junto con la Arimany de Tarragona, la decana de las galerías de arte en la provincia. Su directora, Pepa Quinteiro, ha emprendido el reto de la internacionalización, en gran medida para compensar la bajada de ventas en casa. Quinteiro explica que ha pasado de participar en una o dos ferias de arte al año a seis o siete, recientemente en Alemania, Estrasburgo, Austria, Bélgica y Francia, donde el perfil del comprador es más bien de coleccionista. Esto ha repercutido en las cifras de ventas, que se han vuelto del revés: «hasta el momento, el 70% de ventas las hacíamos aquí, pero ahora el 70% son fuera».

El cambio en los últimos cinco años ha sido notable en diferentes sentidos. Por un lado, por el descenso de clientes habituales, lo que ha provocado que el número de socios del fondo de arte pasara de 350 a 170 a causa de las dificultades de muchas familias. Por otro lado, los hábitos de consumo también han cambiado, según ha detectado Quinteiro. En este sentido Internet tiene mucho que ver: «los visitantes a la galería han bajado pero nos siguen en las redes sociales y la web». Allí se pueden comprar online las obras que la galería expone, por lo que «ya no sea tan importante la ubicación de la galería».

A estos cambios cabe sumar «un fenómeno a nivel mundial: las galerías tienen menos peso y se focalizan en las ferias», lo que lleva al Gremi de Galeries d’Art de Catalunya, del que Quinteiro es miembro de la junta directiva, a plantearse la creación de una feria en Barcelona. El mismo gremio, como medida para afrontar momentos difíciles, ha creado los premios GAC que se otorgan en el MACBA, donde se homenajean artistas y se premian galerías «para poner en valor el sector».

 

Una empresa familiar con galerías en tres capitales

Hace 25 años el Grup d’Art Escolà se hizo cargo de la galería Arimany de Tarragona, dirigida hasta entonces por Enric Arimany, amigo personal de la familia Escolà de Lleida. Ésta comenzó con una galería en la capital del Segrià hace 40 años; con el tiempo creció hacia Tarragona y, posteriormente, a Barcelona. «Se ha hecho paulatinamente, cuando una galería estaba plenamente implantada, se abría la otra», explica su gerente Xavier Escolà. Con las tres galerías, el grupo ofrece a los artistas más tiempo de exposición y diferentes ciudades.

El grupo trabaja con un año de antelación para hacer encajar el puzzle de las tres galerías. En Tarragona ofrecen esta temporada 25 exposiciones, cinco de escultura y 20 de pintura. Además, «desde hace un par de temporadas hacemos una selección de diez artistas que tratan una temática similar para exponer sus obras conjuntamente y que el cliente vea variedad y diferentes puntos de vista».

Escolà está al frente de una empresa familiar, que, asegura, tiene su lado positivo, «porque la distribución de tareas es inmediata», pero a la par que se sufre especialmente en momentos de dificultad «porque está involucrada toda la familia». El mundo del arte, analiza, «se sostiene por la venta de arte, del que viven tanto los artistas como las galerías, y esto se ha trastocado con la crisis». Uno de los efectos ha sido la paralización del intento de internacionalización que el grupo empezó diez años atrás.

 

«Tener otro trabajo me permite ser libre para crear»

Coia Ibàñez Ferrater comenzó su andadura profesional en las artes plásticas hace 25 años, presentándose a un concurso de pintura de una galería, al igual que empiezan la mayoría de pintores. Desde entonces, el recorrido ha sido largo y la evolución de su obra también. Ahora trabaja con pintura acrílica e imprime en sus cuadros un estilo muy personal con el uso de bajorrelieves, probablemente influenciada por su gusto por la escultura. Ibàñez, pero, no tiene la pintura como su actividad profesional principal, sino que tiene una escuela de música justo debajo de su taller en Reus, pues «las artes van muy ligadas», argumenta. Ello le permite crear con total libertad:«es un lujo tener un trabajo que me ha permitido mantenerme y pintar siempre lo que he querido», no sin esfuerzo y disciplina.De hecho sus alumnos en la escuela de música son también los primeros en visitar sus exposiciones: «la pintura estimula la creación. Las paredes vacías en casa cierran la mente; hay que tenerlas llenas de buenas obras». Por ello valora positivamente algunas de las medidas de desgravación fiscal para el mecenazgo.

Ibàñez Ferrater pinta, además de cuadros, pañuelos de seda, una actividad a medio camino entre la casualidad y una consecuencia de la crisis. Pintó su primer pañuelo como regalo para una tía y gustó tanto que continuó. «Ahora se están enmarcando», asegura, ya que «es un producto de calidad a un precio inferior al de un cuadro porque no conlleva el mismo trabajo». En este sentido, y aun en tiempos difíciles, «no he querido bajar precios de los cuadros porque es una falta de respeto al cliente que los compró en otro momento y también al producto», pues dependiendo de la pieza, tienen detrás casi tres meses de trabajo.

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