‘Hay que gestionar el islam para hacerlo más autóctono’

Entrevista a Lurdes Vidal, Directora del Área de Mundo Árabe y Mediterráneo en el Instituto Europeo del Mediterráneo

24 agosto 2017 11:43 | Actualizado a 24 agosto 2017 11:48
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Licenciada en Traducción e Interpretación por la UAB y formada, en Relaciones Internacionales, Lurdes Vidal es Directora del Área de Mundo Árabe y Mediterráneo en el Instituto Europeo del Mediterráneo. Es profesora de política árabe en la Universitat de Barcelona.

-¿La está sorprendiendo algo de la investigación?
-Estamos ante una evolución del fenómeno yihadista. La célula de Ripoll es un círculo muy cerrado, entre hermanos. Otro elemento diferencial es que eran muy jóvenes, incluso menores. También vemos el protagonismo de ciudades secundarias: Niza, Cambrils... 

-Varía el perfil del radicalizado.
-Hasta ahora eran personas de zonas periurbanas, de grandes ciudades. Estos eran chavales de una zona rural, donde los factores de motivación socioeconómicos son más claros. 

-¿Qué elementos han influido en la radicalización?
-Elementos de identidad aprovechando la fragilidad de la adolescencia, a través de cuestiones de reafirmación identitaria. Los elementos ideológicos políticos han tenido un peso importante. Ahora es importante saber cuál ha sido la narrativa de la radicalización. 

-Pero los jóvenes de Ripoll estaban integrados. 
-Les han aislado de su entorno inmediato. Estaban integrados, sí, pero eso no quiere decir que la integración fuera perfecta. Podrían tener un vínculo con personas no inmigradas, de acuerdo, pero al final, en un pueblo, el de fuera sigue siendo el de fuera. Eso en los pueblos pequeños se identifica mucho. 

-¿La religión es sólo un ingrediente más en esa mezcla?
-La religión tiene su papel, pero probablemente se usa más la perspectiva identitaria que la de la fe. Eres musulmán como elemento identitario, y es una manera de reencontrarte con la identidad. La religión es un elemento de movilización. Ellos no vienen de una práctica religiosa habitual. No eran personas muy religiosas que se acababan radicalizando. Descubrieron la religión pero en su visión más radical. 

-¿Hemos hecho bien los deberes como sociedad?
-No somos una sociedad perfectamente integradora. Siempre se pueden hacer las cosas mejor, pero por otro lado tampoco lo hemos hecho tan mal. Hemos asumido un porcentaje de inmigración muy elevado en muy poco tiempo. Hasta ahora era un modelo de éxito. Las comunidades musulmananas se han movilizado en contra, así que tan mal no lo hemos hecho. 

-¿Dónde se puede mejorar?
-La existencia de oratorios de cualquier manera, poco reconocidos, en lugares escondidos… todo eso no favorece una convivencia normalizada. Hay que hacer una mejor gestión del campo religioso, con más reconocimiento de derechos de práctica. Muchas veces algún vecino se siente amenazado y eso es producto de prejuicios o de desconocimiento. 

-¿Le preocupa la influencia de otros países en el islam?
-Cuando la gestión del campo religioso se subordina a terceros países, el tipo de interpretación religiosa está determinada por ellos. Hace falta una gestión más directa para desarrollar el islam catalán, autóctono. Hay que evitar la influencia de la interpretación más rigorista, de los países del Golfo. A veces hay que cortar con los países de origen, poque en ellos el islam no evoluciona porque está condicionado por la falta de democracia o de capacidad crítica. 

-Y luego está la influencia directa en Estado Islámico. 
-Arabia Saudí no fomenta ISIS, pero desde un punto de vista ideológico son los que lo han criado. Ellos son los redentores de la visión más conservadora, que es hermana de la visión de los yihadistas. Quienes fomentan una interpretación más rigorista son los sauditas. Ese salafismo es muy fundamentalista pero no violento ni tampoco político, de retar al poder. Hay un momento en que la criatura se independiza y tiene un hijo díscolo, el yihadismo, que apuesta por la lucha armada. 

-Y hay un problema geopolítico de financiación. 
-Desde Arabia Saudí hay una connivencia, pero no del estado, sino de personas vinculadas al poder o de fundaciones privadas. El problema es que desde Occidente nos relacionamos muy amistosamente con aquellos países que fomentan la visión más rigorista del islam. 

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