Solidaridad con las víctimas el día después del atentado en Barcelona

Bajo el grito de “No tinc por”, miles de personas mostraban su rechazo a los ataques de Las Ramblas y Cambrils

18 agosto 2017 16:31 | Actualizado a 08 noviembre 2017 13:06
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Caras de dolor pero también frentes en alto y miradas firmes, en señal de fuerza y de resistencia, este viernes 18 de agosto en la Plaça Catalunya de Barcelona, donde a las 12h tenía lugar un minuto de silencio por las víctimas de los ataques de Las Ramblas y de Cambrils. Después del silencio, aplausos y gritos de “No tinc por”, dejando claro que el terror no le ha ganado la batalla a la libertad.Alrededor de 100.000 personas, según datos del Ayuntamiento de Barcelona, se concentraron en el corazón de la capital catalana y en las calles adyacentes, arropando el acto presidido por el rey Felipe VI, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont el vicepresidente, Oriol Junqueras, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, entre muchos otros personajes políticos.

Junto a ellos, gente de todas las edades, nacionalidades y religiones que quisieron salir a la calle para mostrar su rechazo al atentado que tuvo lugar el pasado jueves, en el que una furgoneta atropelló a cerca de un centenar de personas en Las Ramblas, arrebatándole la vida a 13; y al ataque la madrugada del viernes en Cambrils, donde los Mossos d’Esquadra consiguieron abatir a los cinco terroristas que habrían arrollado a varias personas y matado a una mujer a puñaladas.

Tras la concentración en Plaça Catalunya, muchos marchaban por las Ramblas, algunos con pancartas, otros proclamando consignas contra el terror, caminando por el mismo recorrido que la furgoneta había hecho el día anterior. En diversos puntos de ese trazado se habían levantado altares improvisados en recuerdo a las víctimas, con ramos de flores, peluches, banderas y velas, entre otros muchos objetos. Una mujer miraba cabizbaja algunos de los peluches y dibujos que se habían puesto rodeando la mítica fuente de Canaletes. “Yo estaba en la Boquería”, contaba con la voz entrecortada y los ojos con lágrimas, “me escondí debajo de un mostrador y llamé a la policía. Sobre todo se veía gente alocada como no había visto nunca, muertos de miedo. Ahora lo que necesitamos es continuar, educación por la paz, no perder nuestros valores, pero también aprender cómo protegernos. No queremos llevar pistola pero queremos saber defendernos”.

Por esa misma parte alta de Las Ramblas se encontraba Alba, del cuerpo de la Guardia Urbana, en el momento del atentado. “Escuchamos un golpe y pensamos que había sido un accidente. Lo que nos salió fue salir corriendo detrás de la furgoneta. La parte de arriba de Las Ramblas es más ancha y alguna gente pudo apartarse hacia los lados, por eso la furgoneta iba haciendo eses de quiosco en quiosco, pero más abajo es más estrecho, ya arrolló a todo el mundo”. Ayer volvía a trabajar a la misma zona donde estuvo el jueves 17, pero todo había cambiado.

Unos metros por debajo de Canaletes, el dependiente de una tienda de ropa de deportes explicaba la confusión del momento: “Estábamos con clientes y no vimos nada. La policía nos dijo que cerráramos, no sabíamos qué pasaba”. Encerrados en su tienda, con la persiana bajada, estuvieron desde las 17:30 hasta cerca de las 22h. Tanto los trabajadores como muchas personas que se habían refugiado allí en el momento del ataque.

Marga Soler, dependienta de otra tienda de la zona, sí que presenció esos fatídicos minutos. “Vi mucha gente, todos entrando asustados, gritando, llorando. Vi la furgoneta pasar pero pensé que era un loco que se había subido a la acera, en ningún momento piensas que sea un atentado. Había gente que había perdido familiares y quería salir a la calle, pero la policía no dejaba salir”. Su pequeño puesto da a una de las puertas traseras del restaurante Moka y allí se refugiaron ella y cerca de 30 personas más. En el restaurante les dieron agua y un lugar donde calmarse. “Por lo menos allí tenían la persiana bajada, que nuestra puerta es de cristal”. Así estuvieron hasta pasadas las 21h.

En el mismo Moka, el viernes 18, después del minuto de silencio y de la marcha de apoyo a las víctimas, en la terraza no había ni una mesa libre. Una joven pareja de turistas de Dinamarca explicaba, mientras tomaba una cerveza en esa terraza, que habían dudado. “No sabíamos si venir aquí o no, pero al final nos decidimos. No tenemos miedo pero sí que vamos con cuidado”. Igual que ellos, centenares de turistas paseaban por Las Ramblas, que habían vuelto a llenarse de transeúntes, aunque seguramente menos de los que habría si no hubiera sucedido nada. Pero en las tiendas entraban y salían clientes y en los bares y restaurantes también se notaba actividad. Así, la ciudad iba recuperando su ritmo después de este duro golpe.

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