70 años del Segur de Calafell que nunca pudo ser

El 1 de noviembre se bendecían las obras del inicio de la 'ciudad jardín' con apeadero de tren gracias al parentesco con Primo de Rivera

19 noviembre 2017 19:31 | Actualizado a 19 noviembre 2017 20:02
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El 1 de noviembre de hace 70 años fue el inicio de un sueño que nunca llegó a ser realidad. Aquel 1 de noviembre de 1947 el obispo de Barcelona, Gregorio Modrego, bendijo el apeadero, los terrenos y las obras de lo que debía ser una ciudad jardín frente al mar.

Pero como reflexionaba el poeta Carlos Barral años después, la especulación desahució aquel proyecto. El Segur de Calafell pensado como pueblecito mediterráneo de casitas bajas se convirtió en una caótica urbanización de urbanizaciones que trasnochó aquel «lugar de descanso junto al mar donde predominara el verde», que sólo se llegó a imaginar.

La finca de Segur eran unos terrenos de campos en los que había dos masías y una ermita románica. Esas fincas de Segur quedaban junto a un Calafell que ya destacaba como zona de veraneo. Sorprendía que esa gran extensión de terreno dividida por la vía del tren no hubiese sucumbido al hormigón.
 
Tras la muerte en 1920 de Lluís Desvalls, marqués de Alfarràs, propietario de gran parte de la finca de Segur de Calafell, esos terrenos fueron heredados por sus hijas Carme y Maria.

Ya en 1944 las hermanas mostraron la intención de instar al Ministerio de Agricultura para «la tramitación del correspondiente expediente para la declaración de explotación más beneficiosa para la economía nacional de la finca de referencia». Eso significaba casas en lugar de los campos de cultivo.

Se estaban poniendo las bases de lo que acabó siendo la urbanización más grande de España, con 100 kilómetros de calles, aunque en ese momento incipiente la idea era otra.

En 1946 el proyecto se definía como el de «un amplio plan de urbanización y construcción, que daría lugar a la creación de una ciudad jardín para el verano y los fines de semana». Tal cual. Un espacio único y singular en la costa mediterránea.

Las hermanas Desvalls notificaron a los 36 arrendatarios que entonces trabajaban aquellas tierras que debían dejarlas en seis  meses porque las obras empezarían de inmediato.

Jaume Vilamajor, el último agricultor que hubo en Segur, recordaba que allí casi no vivía nadie. «La finca de Segur era toda de agricultura. Había 93 agricultores de Calafell que tenían tierra en Segur. También había pescadores que tenían un trocito de tierra para obtener productos para la comida», explicaba.

El futuro Segur de Calafell se planificó como un lugar de descanso junto al mar donde predominase el verde. Y con servicios inimaginables para una urbanización. Incluso legó a tener plaza de toros.

Fue el arquitecto Baldric Tubau quien diseñó la urbanización, que contaría hasta con apeadero de tren. Por la finca transcurría la vía y el emplazamiento quedaba a 52 kilómetros de la estación de Passeig de Gràcia de Barcelona y a 36 de la de Tarragona. Ideal para el objetivo de ser lugar de reposo y vacaciones.

La vinculación de la familia con Primo de Rivera ayudó. En la concesión por parte de Renfe, en un momento en que en Segur sólo había dos masías, tuvo mucho que ver con que Maria y Carme Desvalls estuviesen casadas con José de Orbaneja y con Arturo Iruretagoyena, emparentados con la familia Primo de Rivera.

El 1 de noviembre de 1947 puede fijarse como el detonante para Segur de Calafell. Ese día el obispo de Barcelona, Gregorio Modrego, bendijo el apeadero, los terrenos y las obras. Y estuvieron también los gobernadores civiles de Barcelona y Tarragona.

El folleto conmemorativo del acto ya vendía la urbanización: «Cinco trenes diarios en cada dirección y un colmado y bazar en forma de chalet», rezaba. Y prácticamente desde el principio comenzaron a venderse terrenos. Los mayores recuerdan que se fletaban autobuses desde la plaza Universitat de Barcelona para que los vecinos de la Ciutat Comptal fuesen a ver los terrenos en los que podrían tener su casa.

La vieja masía de la Casa Nova se habilitó como oficina de Correos y cuartel de la Guardia Civil. Por su parte, la de la Casa Vella fue escuela para dar servicio a muchos que empezaban a instalarse en un Segur que crecía desordenadamente y a marchas forzadas.

La ermita románica de Sant Miquel volvió a abrirse al culto después de estar cerrada desde 1936, pero en poco tiempo se quedó pequeña. En 1975 ya se consagró la nueva iglesia de la Assumpció, obra de Jaume Teixidó, con capacidad para 1.200 personas y con una singular configuración en forma de anfiteatro.

Esa configuración mostraba ya que Segur debía llegar a ser un gran núcleo de población y que en la iglesia podrían acogerse incluso reuniones vecinales. Si en 1960 en Segur vivían 77 personas de forma permanente, en 1970 eran 727 y 2.688 en 1990. Hoy Segur de Calafell es el núcleo más poblado del municipio. 

70 años después no queda nada de la idea de la ciudad jardín pensada en 1946. La especulación de terrenos, la urbanización desenfrenada de la costa y las zonas más elevadas destruyeron las intenciones.

De aquel Segur de Calafell apenas quedan unas imágenes. Un grupo de vecinos creó la página de Facebook Fotos antiguas de Segur de Calafell y ha rescatado joyas en blanco y negro que hoy pocos recuerdan. Cada nuevo hallazgo es una manera de rescatar el Segur de Calafell que una vez existió.

Durante décadas la desvergüenza de algunos promotores dejó zonas de Segur de Calafell con calles por hacer, sin iluminación y escasos servicios que se han tenido que ir poniendo al día. A base de esfuerzo y dinero.

De aquel Segur quedan pocos ejemplos. Los primeros hoteles y hasta no hace mucho la plaza de toros que acogió corridas y fiestas que atraían a numerosos turistas de localidades vecinas. Pero ese Segur del turismo es ya otra historia.

Y Barral lo lamentó:

El poeta Carlos Barral escribía en 1982: «Cuando se inauguró la primera urbanización de Segur se preveía que el Mas Vell conservaría un cierto protagonismo como edificio público o de uso comunal. Aquella urbanización pionera, anterior al boom turístico, estaba pensada como un pueblo tradicional, no muy falsificado, aunque un poco exótico». 

Pero lamentaba que «la especulación, en diferentes etapas, desahució aquel proyecto y produjo el crecimiento suburbial, olvidando las casitas de dos plantas con puertas y ventanas azules en que habían pensado los primeros propietarios y arquitectos».

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