Cierra en El Vendrell la tienda donde se vestía Harry Potter

Joguines Ramon baja la persiana después de 40 años

10 diciembre 2019 15:21 | Actualizado a 10 diciembre 2019 19:06
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El local iba para ferretería porque el padre de Josep Ramon ya tenía una en la plaza Nova de El Vendrell, que se llamaba Cal Mariet. En ese comercio, Josep Ramon se puso tras un mostrador con catorce años. Pero aquella ferretería apenas abrió diez días con tornillos y enchufes. 

La tienda de la calle Doctor Robert se transformó en una casa de ilusiones y de sueños. En Joguines Ramon se han disfrazado diversas generaciones. Y han encontrado sus juguetes niños que aún regresan a la tienda como padres. Joguines Ramon ha sido la histórica juguetería de El Vendrell. Y una armería. Fue la primera en la zona que ofrecía productos a los cazadores. 

«Y la tienda donde se vendían los cohetes y todo tipo de pirotecnia para las fiestas», explica Josep Ramon. Pero apenas quedan veinte días para que esa casa de las ilusiones baje la persiana. Cuarenta años después, Joguines Ramon pone punto a otra de las historias de El Vendrell.

Porque llega la hora de descansar. «Pero también porque con las obras en la calle que van a durar un año, no se podía resistir». Así que Ramon colgó los carteles de «liquidación». Para los productos que quedan, pero quizá esa es la situación de muchos pequeños comercios que hasta ahora han resistido.

«Porque aquí se atendía de manera personalizada, se hablaba. Se preguntaba y se respondía». Pero de eso queda poco. Por eso, a pesar de que Joguines Ramon ha sido la casa de los disfraces, no va a disfrazarse de lo que no es. Pero ¿qué será de los pueblos y ciudades sin el comercio tradicional? Y en los último años El Vendrell ha perdido demasiados comercios históricos.

Superman

El 31 de diciembre cerrará la casa que fue de la Nancy y después las Barbies, de los Cliks y los Airgamboys. Y donde las piezas Lego tuvieron sucursal. Donde se vistieron Spiderman, Superman y últimamente decenas de pequeños Harry Potters.  «Pero también había disfraces para sentirse único».

Ramon siente una sensación agridulce. De no haber obras en la calle, hubiese podido seguir. Su padre estuvo tras un mostrador hasta casi los noventa años.

Son muchos los que en los últimos días han entrado en la tienda sorprendidos por el cartel de «liquidación». «Muchos lo hacen con nostalgia. Aquí venían de niños a por sus sueños», sostiene. ¿Y cuándo detrás de la persiana no haya nada? «Claro que seguiré pasando por aquí», explica Josep Ramon. Con la satisfacción de haber hecho felices a muchos niños. Y haber visto la historia de las ilusiones de los últimos cuarenta años.

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