Corazón repartido entre Guadix y L’Arboç

Fueron cientos los acitanos que dejaron Andalucía para instalarse en el Baix Penedès. Ambas localidades se han hermanado

10 octubre 2019 16:40 | Actualizado a 10 octubre 2019 16:51
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Cuando van de vacaciones a Guadix y están todavía a varios kilómetros del destino, cuando se divisa la sierra, notan ya el cosquilleo en el estómago. Pero también cuando regresan y ven la Giralda de L’Arboç. Francisco Campoy llegó en 1963 con ocho años a L’Arboç; Francisco Mesa lo hizo en 1970, cuando tenía 14 años. Vinieron con sus padres, que buscaban un futuro mejor para ellos.

Campoy y Mesa son de las familias que entre los años 60 y 70 dejaron la localidad granadina y llegaron a L’Arboç. Fueron unos 400 acitanos los que echaron raíces en la localidad del Baix Penedès. Hoy son todavía una cincuentena los empadronados en el municipio que nacieron en la localidad andaluza.

L’Arboç y Guadix han acordado un hermanamiento que valora esos lazos. El Ayuntamiento de L’Arboç dice que «es un ejemplo de cohesión de personas de muchos rincones de España y del mundo, y que forman todas ellas una sociedad plural y diversa».

Entre los años 50 y 74 Guadix tenía unos 40.000 vecinos. Pero muchos se fueron. «Sólo había el campo», explica Campoy. Hubo un momento en que la esperanza se llamó Land Rover, pero la fábrica acabó en Linares y en Guadix quedaron pocas alternativas.

Dos tiendas

«Cuando llegamos a L’Arboç había dos tiendas que abrían por las tardes porque por la mañana los dueños estaban en el campo». Eso les sorprendió. En Guadix había más movimiento. También en L’Arboç había dos bares: el Victoria y el Arbosense.

«Enseguida nos integramos. A los seis meses ya hablaba catalán», explica Mesa. A capear la nostalgia ayudó que aquellos que llegaban montaron algunos bares como punto de encuentro. Como el histórico Los Faroles, al que también iban vecinos instalados en Banyeres. «Nos conocíamos todos porque además éramos del mismo barrio de Granada».

Dos tiendas

Muchos de los que llegaban tenían familia que se había instalado antes, como Francisco Mesa, junto a su madre. «Aquí teníamos a dos hermanos». En Guadix trabajó en una droguería. «El cambio fue brusco. Pero de cobrar 750 pesetas al mes pasé a 3.000 como aprendiz de pintor».

Entonces «ibas de vacaciones a Guadix y veían que se había prosperado. Algunos iban en coche, lo que sorprendía», recuerda Campoy. «Ello hizo que muchos se animasen a buscar un futuro mejor para sus hijos». Entre 1960 y 1981, L’Arboç duplicó su población, pasando de 1.785 habitantes en 1960 a 3.977 en 1981, principalmente por la llegada de emigrantes andaluces y asturianos.

Los recién llegados mantenían el vínculo con sus orígenes. «Enviábamos dinero y se pudo poner la campana y el reloj de la iglesia. El cura nos enviaba una felicitación.... Era una manera de estar cerca».

Ojean un libro de imágenes históricas de Guadix. «Mira las cuevas. Ahora quien tiene una, tiene un tesoro. Y la catedral es preciosa. Y la sierra...». Y viendo las imágenes, «en esa salgo yo de niño», el mismo cosquilleo en el estómago. «Pero vamos cada año de vacaciones. El hermanamiento es una ilusión».

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