Criaturas y niñas encantadas pululan por Tarragona en Sant Joan

La noche más mágica del año está envuelta de rumores y creencias populares arraigadas en la provincia

23 junio 2018 10:10 | Actualizado a 23 junio 2018 10:16
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Había una vez tres herederos de Valls. Uno de cal Ferrer, uno de can Gat y otro de cal Petit. Dice la leyenda que, durante la noche de Sant Joan, las doncellas marinas (criaturas mitológicas) salían a la calle cantando canciones. Los tres herederos decidieron esconderse  a las doce para verlas. Las sorprendieron tendiendo ropa... y no se les ocurrió otra cosa que robarles una prenda. De repente desaparecieron las mujeres y el resto de la ropa. La toalla que cogieron se iba haciendo más y más grande, hasta que se rompió y el trozo que quedó en manos de uno de ellos se convirtió en oro. Los tres, cegados por la ambición, decidieron repetir la jugada el año siguiente, cada uno por su cuenta, pero en vez de en oro, la ropa se transformó en piedras. 

La noche de Sant Joan, la más corta del año, está envuelta en misterio. Da lugar a todo tipo de rumores y creencias populares. «Es la noche mágica del Mediterráneo. Igual que ocurre el día de Todos los Santos, las criaturas fantásticas despiertan y pululan por el mundo protagonizando leyendas», cuenta Emili Samper, doctor en Filologia Catalana y miembro del Arxiu de Folklore de la Universitat Rovira i Virgili, que el viernes ofreció una charla sobre la materia en el centro cívico y cultural El Colomí de Vila-seca.

Cambio de sexo
En Maspujols se decía que si en Sant Joan te comías siete serbas verdes, si eras hombre te convertías en mujer y viceversa. La curiosidad de los niños por lo desconocido y peligroso hizo que esta creencia cobrase fuerza en este municipio del Baix Camp. Se instauró como una especie de tradición: los chavales iban a coger serbas para realizar este experimento, pero como se trata de un fruto muy áspero, ninguno consiguió nunca comerse las siete, así que no se ha podido comprobar si aquella suposición es verdadera o falsa.
El origen de buena parte de estas leyendas está en la Edad Media. «La noche de Sant Joan es conocida como una noche mágica y de brujas. La gente se introducía en el mundo de la paganidad y de la magia de la naturaleza al margen de la religión oficial, que era la católica», explica Samper.

Un fantasma en el castillo
En el castillo de Miravet, concretamente en la sala de armas, dicen que cada noche de Sant Joan se aparece una niña a la que asesinaron rodeada de fuego y que desprende luz. Es como un fantasma. Para desencantarla es necesario que un chico que se llame Joanet y dos chicas que se llamen Maria vayan hasta ella cantando una canción, de cuya letra no se sabe nada. Los lugareños aseguran que hay quien va al castillo para tratar de ver a la niña u observar algún fenómeno extraño.

Baile eterno
En Tortosa atestiguan que en la medianoche se escuchan las panderetas de la tres hijas del rey Herodes que, según la tradición, fueron condenadas a bailar eternamente como castigo por la muerte de San Juan Bautista (Herodes mandó que lo degollaran). Danzan al ritmo de una melodía pegadiza. Y cuidado, si alguien las ve pasar por delante se puede sentir atraído por su gracia y, de manera inconsciente, seguirlas hasta estar encantado como ellas y condenado a acompañarlas por toda la eternidad.

Brujas en barco
Sucedió también en Sant Joan: en Altafulla, un pescador no podía dormir por las noches, estaba intrigado e inquieto. Cada día, cuando terminaba de pescar, lo dejaba todo en su sitio, pero a la mañana siguiente, cuando salía de nuevo, se percataba de pequeñas señales que indicaban que alguien había utilizado su barca por la noche. Para resolver el misterio, decidió esconderse en la embarcación. Tres brujas llegaron a hurtadillas, subieron y la pusieron en marcha a una velocidad extraordinaria. Al cabo de un rato, se detuvo en tierra y las tres brujas bajaron. El pescador salió de su escondite para estirar las piernas. Nunca había estado en ese lugar y cogió un puñado de hojas de una planta desconocida para él. Las tres mujeres volvieron y pusieron rumbo a toda prisa a Altafulla. A la mañana siguiente, el hombre llevó las hojas a una herbolario del pueblo, donde le confirmaron que procedían de América. 

«La noche de Sant Joan es especial, podemos hacer de todo: descubrir tesoros ocultos o desencantar doncellas, enfrentarnos a brujas o adivinar el futuro, atraer la buena suerte tomando un baño, atrapar el amor de la persona querida con un hechizo o cambiar de sexo, coger hierbas mágicas o, incluso, quedarnos en casa y leer tranquilamente historias», concluye Samper.

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