'¿Cuántos cadáveres en Nepal? Demasiados'

La ONG K-9 de Creixell ha vuelto de su enésima catástrofe, el terremoto devastador de Nepal. Su experiencia para localizar personas ha ayudado a las autoridades locales a recuperar cuerpos

19 mayo 2017 22:52 | Actualizado a 22 mayo 2017 18:09
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David sólo tiene 28 años y su día a día es vender toldos del negocio familiar. Desde muy joven le ha invadido un sentimiento de solidaridad que le llevó primero a ser voluntario de la Creu Roja y ahora a formar parte de la ONG Unidad Canina K-9 de Creixell.

Hace poco más de 60 horas que este joven dejó Katmandú junto a sus cuatro compañeros para volver a casa. Él ha sido el jefe de grupo de la ONG en Nepal tras la ausencia obligada del presidente-fundador, Pere Frutos. Bajo el mando de este joven creixellense estaban Reginaldo Aranda y Alexandre Calman, ambos de la delegación de Brasil, y Nuno Vieira y Marco Saraiba, de la delegación portuguesa.

Ayer, tras dos días para recuperar fuerzas, se sentaban en el Rectorat de la URV para explicar sus vivencias. Gran parte de la ayuda económica para poder ayudar a los damnificados en las catástrofes procede de los fondos de la URV Solidària, la fundación que permite gestionar los pasajes del equipo y sus perros.

 

La experiencia

David ya había conocido en primera persona el horror. Fue en 2011, en el terremoto de Turquía. Para Reginaldo, policía jubilado de Rio de Janeiro, era la primera experiencia fuera de su continente. Ambos explicaron las dificultades para llegar en las primeras horas del seísmo. Pasajes de avión, facturación de los perros, precios desorbitados inadmisibles para cuestiones humanitarias... Y ante el retraso del vuelo de salida (72 horas después del terremoto), el dilema se plantea en el equipo de canes que se desplaza hasta el lugar de la catástrofe.

Reginaldo Aranda explica que «para futuras acciones habrá que replantearse la estructura del equipo de perros. En Nepal llevábamos cuatro ejemplares para buscar supervivientes y uno, Abu, adiestrado para localizar cadáveres. Quizá habrá que llevar otros perros como Abu si no conseguimos llegar más pronto».

Frutos añadía ayer que sumando todas las delegaciones hay una camada de 36 perros, uno ya preparado para buscar cadáveres y otro en proceso de adiestramiento. «Nos faltarían media docena más para poder trabajar con máximas garantías», explica.

Entrenar perros para localizar cadáveres choca con la legislación española, apunta el presidente de la ONG. «Está prohibido y ello nos obliga a realizar el adiestramiento en Sudamérica, costeándonos de nuestro propio bolsillo los viajes y estas prácticas que deben hacerse todo el año para estar siempre preparados».

Prueba de la eficacia del adiestramiento que lleva a cabo la ONG de Creixell ha sido el trabajo exhaustivo de los cinco ejemplares en Nepal. Abu, como experto en cadáveres, y los otros cuatro también con buen hocico para localizar personas, «han permitido señalar a muchas personas. No sé cuántas y no quiero contarlas, pero hemos sabido después tras la limpieza de los escombros que la precisión de nuestros perros ha sido fundamental para poder recuperar a los seres queridos y enterrarlos dignamente», explica David Mercadé.

En estos días de vuelta ya se ha recuperado. «Lo que pasa allá intentas que quede allá. Si te lo traes contigo, es difícil soportarlo. Hemos visto situaciones dramáticas que contrastan con la alegría innata de los nepalíes».

 

Comida militar traída de casa

El equipo ha trabajado de sol a sol. Desde el primer rayo hasta noche cerrada. K-9 dormía en tiendas de campaña traídas desde Catalunya, al igual que las raciones de comida envasadas para situaciones de emergencia. «Lo más complicado era llegar al lugar asignado. 30 kilómetros se convertían en dos horas de coche, un vehículo que debíamos pagar a precio de oro», se lamenta Aranda. El equipo decidió trabajar en Katmandú y alrededores. «Era imposible alquilar un helicóptero para llegar a las aldeas rurales», reconocen.

El Ejército nepalí decidió poner fin a la búsqueda de personas el domingo y las últimas horas de la ONG las usó para repartir alimentos. Fue el último contacto con la devastación de Nepal antes de volver exhaustos a casa.

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