El militar que huyó a El Vendrell para que Chávez no le encarcelara

Edmelcar Hosmel Delgado no quiso delatar a los opositores al régimen venezolano. Hoy vive en El Vendrell como asilado político

08 agosto 2018 18:01 | Actualizado a 08 agosto 2018 20:01
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Edmelcar Hosmel Delgado (44 años), exteniente del ejército venezolano, pasea tranquilo por El Vendrell, tras una vida de película. «Ahora estoy feliz y muy tranquilo. Nos ha costado sangre, sudor y lágrimas. Han sido cinco años y ocho meses de espera», cuenta él, mientras enseña unos documentos preciados: el asilo político logrado para él, para su esposa, Gladys Herrera (42), y para su hijo, Hosmel Alejandro (14). 

La espera para lograr una protección internacional se alargó más de lo previsto. En ese tiempo, tuvo que demostrar que su vida en Venezuela, de donde huyó, estaba en peligro. «Aporté mi testimonio, recortes de prensa, entrevistas... un montón de pruebas contundentes de que me perseguían y de que en mi país no me podían garantizar el derecho a la vida», relata el exmilitar. 

Los problemas de una Venezuela sumida hoy en una profundísima crisis comenzaron para él hace más de diez años. «Yo era teniente y me cogieron de chivo expiatorio y me negué. Me pidieron que delatara a aquellos compañeros que no estaban de acuerdo con el régimen de Chávez, y me negué. Les dije: ‘Si usted quiere la cabeza de tal capitán, investíguenlo, pero yo no les voy a decir nada, porque no lo sé, pero si lo supiera no lo diría’». Ahí empezó la persecución de Edmelcar Hosmel y su calvario.

«Entregué mi cargo y mis funciones. Yo, simplemente, era un militar constitucionalista. No estaba a favor ni en contra de Chávez, pero allí me querían meter en política, para que manipulara a los soldados y me negué en redondo».

La presión fue en aumento: llamadas a su familia e incluso un aviso extremo de que podía acabar preso. Edmelcar Hosmel tuvo que refugiarse a la desesperada en la embajada de Uruguay en Caracas. «Allí estuve ocho meses, recluido, sin salir. Residía en la oficina del cónsul y dormía en un colchón en el suelo». Uruguay le había otorgado un asilo diplomático al comprobar que se trataba de una persecución política. 

Finalmente, pudo escapar a Montevideo. «Me concedieron un salvoconducto. Una comisión de la fuerza de seguridad me llevó hasta el aeropuerto. Entré directamente en la pista con el embajador a mi lado siempre, agarrado del brazo. Me monté en el avión por la escotilla y el embajador le entregó la documentación al piloto y le dijo: ‘A partir de ahora usted es responsable de su seguridad’», explica Edmelcar Hosmel.

En Montevideo estuvo dos años y medio, con un asilo diplomático, antes de recalar en El Vendrell mediante una transferencia de protección internacional, en octubre de 2007, aprovechando un contacto familiar. «Estuvimos mucho tiempo separados», cuenta Gladys Herrera, que llegó junto a su hijo en febrero de 2010. 

Aquí tuvieron que emprender un nuevo proceso: pedir una solicitud de asilo, no concedida por un gobierno sino al amparo de la convención de Ginebra. Se la aceptaron tras cinco años y ocho meses de espera, poniendo fin a un sufrido limbo jurídico. Hoy Edmelcar Hosmel Delgado trabaja en una fábrica mientras que su mujer, Gladys, es odontóloga. La madre de ella también reside aquí y es quien espera ahora la resolución de su solicitud de asilo. 

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