La casa de los conjuros de Calafell

Una singular construcción en el castillo indica la existencia de brujería.

28 octubre 2017 10:41 | Actualizado a 30 octubre 2017 13:38
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Es una construcción rara en fortalezas. Pero luce en el interior del castillo de Calafell. Cuadrada, con ventanas en cada de sus paredes. En su interior, vacía. Esa construcción junto a las campanas tiene su motivo. Y revelaría una época de brujas que durante años intranquilizó a los vecinos.

Cuenta la tradición oral que una tal Pepa Barretines vivía en el castillo de Calafell. Entre las tumbas de los difuntos cuando la fortaleza todavía albergaba un cementerio. ¿Bruja? ¿Curandera?  ¿Sanadora?

Más que imaginación
El catedrático de historia de la Universitat de Barcelona (UB), Joan Santacana, explica en su blog Didáctica del Patrimonio Cultural cómo la presencia de brujería en Calafell es algo más que relatos del imaginario colectivo y que Pepa Barretines, hoy inmortalizada como uno de los gegants del municipio, tendría mucha base histórica.

La explicación está en esa pequeña construcción junto a las campanas del castillo y sobre los arcos de la histórica iglesia románica. Ese habitáculo, conocido como comunidor, era el que se empleaba para realizar conjuros. Desde allí se invocaba para evitar tormentas, granizadas, rayos y a los elementos que amenazaban a las cosechas en una época en el que núcleo del pueblo de Calafell era agrícola.

Hay muy pocos
Santacana explica que en Catalunya quedan muy pocos y que sobre todo se pueden ver en el Pirineo y Prepirineo. El de Calafell, además, se levantó en forma de torre cuadrada de dos pisos y con aberturas a los cuatro vientos. Muy diferente a los habituales que eran una cubierta sobre cuatro columnas y coronados con una cruz.

El catedrático cree que se levantó en la segunda mitad del siglo XVII, sobre los arcos de la iglesia románica cuando la fortaleza ya no tenía un carácter defensivo y era rector Climent Rollan. 

El párroco conocería de la práctica de los conjuros. Y de la brujería. Santacana narra cómo en un texto del rector se dice que ha tenido que cerrarse la capilla de la Verge de la Cova, que está bajo el comunidor, por el mal uso que hacen algunas mujeres. 

La hipótesis es que esas personas realizasen prácticas de brujería con conjuros para atraer a las tormentas y al mal tiempo. Y para contrarrestar las invocaciones de las brujas pudo decidir construirse el comunidor. A su llegada a Calafell el rector se encontraría una parroquia con muchas prácticas de superstición y de brujería. Y en aquel siglo XVII el castillo era además un cementerio. Un lugar perfecto para invocaciones y prácticas de brujería.

Bendición de casas
Santacana recuerda que el rector también bendecía las casas para ahuyentar a los malos espíritus. Los conjuros se hacían habitualmente entre el 3 de mayo (la Santa Creu de Maig) y la festividad de la Santa Creu de septiembre, que es cuando los campos son más vulnerables.

La tradición oral de Calafell dice que la Pepa Barretines usaba para sus conjuros entrañas de animales y hierros oxidados. En el cementerio y usando elementos que habían tenido contacto con piezas sagradas como aceite prendido ante la imagen de la virgen de la cueva

Por eso el rector dejó escritas instrucciones como guardar los aceites, las velas «y proteger a la virgen de las visitas de ciertas mujeres».  Incluso para evitar riesgos señaló que los administradores de la imagen debían de ser hombres y que las llaves de la iglesia debía guardarla el rector.

Santacana defiende que fue el rector quien hizo construir el comunidor para realizar las bendiciones y luchar contra los conjuros maléficos. Y Pepa Barretines quedó para la historia.

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