La falta de un tren adaptado impide a un joven estudiar en Barcelona

Cristian sacó un 9,4 en Bachillerato y un 13 sobre 14 para el acceso a ingeniería multimedia. Pero no puede desplazarse a la facultad porque el tren carece de rampa para su silla de ruedas

19 mayo 2017 22:25 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:35
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Dice que no se va a rendir. Yde eso sabe. Con 18 años, Cristian González, de El Vendrell, logró un 9,4 en sus estudios de bachillerato en el Insituto Baix Penedès de El Vendrell. Su sueño es estudiar ingeniería multimedia y la nota de acceso que logró es de 13 sobre 14. Una de las mejores de Catalunya. Pero mientras su esfuerzo le abre puertas, otras, que deberían ser más fáciles de sortear, se le cierran.

Cristian sufre de nacimiento atrofia muscular espinal, una enfermedad genética que reduce la fuerza muscular y que le incapacita para muchas actividades, por lo que debe usar una silla de ruedas eléctrica . «Pero no me incapacita para estudiar porque, además, es mi afición», explica.

 

Sin rampas

El joven ha logrado plaza para ingeniería multimedia en La Salle Bonanova de Barcelona, pero teme que su esfuerzo quede cerrado por la falta de transporte adaptado para desplazarase a diario. «Ningún tren que pasa por El Vendrell dispone de rampa para acceder con la silla».

El tren sería lo más rápido y cómodo, pero ahora es imposible por no estar adaptado. Cristian pide a Renfe una solución para poder ir a diario a estudiar a Barcelona. «Sólo es poner una rampa, pero dicen que no pueden porque los andenes y los trenes que pasan por aquí no están preparados».

En la estación de El Vendrell tampoco hay personal para ayudar al joven a subir al tren con su silla. «Ni en la de Passeig de Gràcia, que sería la parada en la que bajaría». Desde allí el metro o el autobús hasta la Bonanova están adaptados.

El curso empieza el 1 de septiembre y Cristian no tiene resuelto cómo desplazarse a su sueño. Otra posibilidad para ir a diario a estudiar sería coger el autobús de la empresa Monbús que une El Vendrell con Barcelona y que cuenta con rampa, pero que llega a la Ciutat Comptal entre las 9.00 y las 10.00, tras dos horas de viaje. Y las clases de Cristian comienzan a las 8.00.

«Queda que mi padre me lleve cada día, regrese a El Vendrell y vuelva por la tarde a buscarme», señala resignado el joven, que sabe perfectamente el coste de esos viajes en coche, además del peligro y la dificultad para una familia dedicada al comercio.

 

Una farola en la acera

Cristian explica la situación en el trayecto entre su casa y la estación de tren de El Vendrell. Son unos 20 minutos. Al llegar a una bifurcación en el callejero de la localidad señala que se ha de ir por la izquierda. «Por la derecha es más rápido, pero en esta acera hay una farola justo en el centro y debo ir por la calzada y hay muchos coches».

Acceder a la estación no tiene problema. Una rampa elimina cualqier barrera. Pero al llegar el tren la imposibilidad de acceso al vagón es total. La separación del convoy respecto al andén y los dos escalones deltren son barreras infranqueables. Dos viajeros se ofrecen a levantar la silla, que pesa 140 kilos, pero Cristian les explica que no va a subir.

Cristian espera en el andén para ver cómo se cierran las puertas del tren. «¿Sabes? No voy a renunciar. Iré de la forma que sea, aunque sea atado a un coche. Voy a ir seguro. Sé lo que es esforzarse».

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