«La gente me aplaude cuando limpio la piscina»

Mantenimiento. Más cloro en el agua y desinfectante en sombrillas, escaleras y otros espacios comunes. Omar, operario de piscinas, eleva la protección en las comunidades

11 junio 2020 18:20 | Actualizado a 15 junio 2020 16:58
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El ritual de Omar Ait Byrouk cuando llega a su casa de Salou también forma parte de esta nueva normalidad: la ropa se queda fuera y luego va directamente a la lavadora mientras que los zapatos se rocían con lejía. No falta tampoco el gel. «Tengo tres hijos y debo extremar las precauciones», admite él, un operario de mantenimiento de piscinas que no ha dejado de trabajar durante todo el estado de alarma y que ahora, con la inminente llegada del verano, debe aplicar nuevos protocolos. «Mi trabajo ha cambiado mucho, ahora asumimos más tareas y tenemos que ir con más cuidado», explica él, empleado de la empresa Aquaserveis.

Su jornada empieza a las 6.00 de la mañana y se centra, básicamente, en la limpieza minuciosa y la puesta a punto de las piscinas en urbanizaciones del cabo de Salou, La Pineda, Vilafortuny o Riudoms. «Llevo siempre mascarilla y guantes. Me encargo de desinfectar las piscinas y sus accesos, lugares como la ducha, las sombrillas, la escalera, las entradas, los bancos que pueda haber. Usamos un espray con un producto especial contra el virus», explica.

Contra el virus en las superficies

El objetivo es eliminar el patógeno de marras que pueda haberse quedado en alguna superficie. Las piscinas se han convertido en el objeto de deseo de muchos. Es por ello que se están implementando normas estrictas, como el control de aforo, el distanciamiento social en el césped y, por supuesto, el incremento de la higiene.

Es ahí donde entran labores como las de Omar, que interviene tanto en pequeñas piscinas de particulares como en las de comunidades más grandes. «Me pongo siempre gel y me dedico a limpiar sobre todo aquellos lugares por donde pasa más gente y en los que puede haber más peligro por ser zonas comunes», cuenta. Como advierten los expertos, el riesgo no va a estar necesariamente en el agua, sino en el exceso de contacto entre personas y las aglomeraciones.

Lo que antes podía ser una conservación algo más rutinaria ahora se ha convertido en un acicalado a conciencia para tener una puesta a punto impecable. La limpieza es más a fondo y exhaustiva. Tarda alrededor de 20 minutos en cada instalación y suele cubrir unas 14 o 15 piscinas en una mañana. No solo hay que cuidar los alrededores de la balsa, sino también el agua. «Hacemos un control del agua y, para desinfectar, echamos más cloro. También me encargo de revisar y vigilar el aparato que inyecta cloro a la instalación», cuenta Omar, natural de Marruecos pero afincado aquí desde hace 17 años. Es un veterano que lleva en el oficio desde 2007 y que se muestra polivalente: en invierno se responsabiliza del mantenimiento de jardines y, si las circunstancias lo requieren, también ejerce de conserje en vecindarios, versátil para socorrer incluso si hay algún percance de electricidad o fontanería.

Acostumbrado a la mascarilla

Omar reconoce que «es algo pesado llevar todo el rato la mascarilla pero me he acostumbrado, y además sé que es algo bueno para nosotros porque es para protegernos más», al tiempo en que se ha habituado a su rol imprescindible, en estos tiempos en los que la piscina adquiere protagonismo, pero también antes. «En los primeros días veías que todo el mundo se quedaba en casa y tú tenías que seguir trabajando, y eso era duro, pero luego ves que no se puede dejar de lado el mantenimiento y me sentí orgulloso, responsable de que las piscinas no se quedaran verdes y sucias, lo que puede provocar enfermedades», cuenta. Buena parte de la seguridad y la protección de los vecinos en el ocio de este verano recaerá en la responsabilidad de Omar.

Él también encuentra el elogio del vecindario, sobre todo si el vínculo es estrecho. «Intento dejar la piscina perfecta para su uso, sobre todo teniendo en cuenta que la gente no quiere ningún riesgo. Muchos me lo agradecen», reconoce. Hay quien incluso le invita a comer o a tomar algo, pero Omar se queda con una estampa entrañable durante estas semanas. «A veces me he sentido como una enfermera o un médico, porque mientras estaba trabajando había vecinos que salían a la terraza a aplaudirme. Es de agradecer, son cosas que te hacen sentir muy bien», cuenta.

Es otro signo de los tiempos: la gratitud hacia algunos empleados que, pese a no estar en primera línea, van a asumir la labor vital de que el SARS-CoV-2 continúe circulando a un nivel muy bajo durante estos meses. Su trabajo es una de las bases para minimizar los riesgos este verano en las piscinas junto a otras medidas que han llegado para quedarse: respetar la distancia, instalar dosificadores de gel o establecer turnos para darse un baño.

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