Las lluvias de las últimas horas destapan la peor cara de Salou

El barrio de la Salut se transforma en un barrizal con cuatro míseras gotas. Sus calles se vuelven canales y la suciedad del barranco se esparce por la playa. Ayer, ninguna localidad que bordea el curso de Barenys llegó a los 20 litros por metro cuadrado, pero las consecuencias del agua recogida y el mar de fondo dejan un litoral con un olor nauseabundo

19 mayo 2017 17:18 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:49
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Cinco de la madrugada de hoy martes, una patrulla de la Policía Local de Salou hace una ronda preventiva por las calles del barrio de la Salut. Las alertas por lluvia y el sirimiri incesante no permiten una relajación en esta zona de la capital de la Costa Daurada. La lluvia es escasa y la circulación viaria no se ve alterada a primeras horas. Parece que los escasos litros no causarán demasiados problemas esta vez.

La intuición es errónea. El agua que fluye por el barranco de Barenys ya lleva tiempo bajando hasta la playa de Ponent. Mucha sale por la canalización de la calle Barenys, el resto o bien se estanca o se consigue derivar antes de cruzar la vía del tren hasta el emisario submarino.

«Esta mañana, a primera hora, la calle estaba completamente anegada. Estamos acostumbrados. Caen unas gotas y todo el mundo saca los coches de los parkings y otea el horizonte con miedo», explican dos vecinas que conocen demasiado bien lo que puede pasar si llueve con intensidad.

Alrededor de las 9 de la mañana, un tuit de la Policía Local avisa: «La calle Sol, entre el vial Barenys y la plaza de la Província, se encuentra cortado por acumulación de agua». El tramo es corto y la cantidad no impide el paso de coches, pero por precaución los agentes cortan con vallas el tramo y reordenan la circulación hacia el paseo Marítimo.

«Me compré la casa hace un par de años y si lo llego a saber, no vengo», explica otro vecino que vive en una planta baja. «Hoy no ha entrado el agua, pero sé lo que es achicarla de mi casa», recuerda.

Mientras los vecinos residentes en el barrio de la Salut se resignan cada vez que el cielo está encapotado, dos operarios de la empresa Sorigué vigilan la crecida del barranco de Barenys, justo antes de esconderse por debajo de las vías del tren. «Tenemos una compuerta que nos permite enviar más agua hacia el emisario submarino que por el canal de desagüe a la playa. Vamos regulando el caudal y sacando las cañas y otros objetos que se arrastran», explican. Eso sí, toda el agua por emisario o por canalización desemboca al mar.

En la playa, unos pocos pasean con sus perros por la arena. Ponent es en estas últimas horas un vertedero de cañas, botellas, plásticos, latas, algas, neumáticos e incluso dos zapatos de niño atados en una bolsa de plástico transparente. «Estamos acostumbrados a esta estampa cada vez que llega el otoño y el cielo amenaza tormenta», explican dos propietarios de perros que dejan que sus canes husmeen entre cañas y otros desechos de la orilla.

El olor es nauseabundo y el único canal que desagua es el que pasa por debajo de la calle Barenys. El único que a priori no se tocará con la mejora de la desembocadura. Las otras salidas están inundadas, llenas de agua mezclada con barro y suciedad que transmiten una de las peores imágenes de una ciudad que mira al turismo de calidad. Ahora no hay turistas o los pocos que pasean se confunden con vecinos. Mejor. La imagen de esta zona no es la que se puede vender en una feria internacional.

El Ayuntamiento responde

La concejal de Manteniment de Ciutat, María José Rodríguez, admite que lo más importante es que la lluvia de estas primeras horas de la semana no haya causado daños personales a los residentes en el barrio y que las medidas provisionales del desagüe han minimizado las molestias al barrio de la Salut.

«Mientras no tengamos la canalización definitiva de Barenys, que estamos esperando el proyecto del ACA para tramitar las obras, sólo podemos activar la brigada municipal y devolver la normalidad en esta punto de la ciudad», explica la edil.

Las máquinas empezaron por la mañana a limpiar una arena donde no hace tantas semanas el turismo disfrutaba tumbado encima de una toalla. Ayer, con un olor nauseabundo, uno podía quedar tumbado, pero por otros motivos.

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