«Me echaron gas. Se me hinchó la cara y me ahogaba»

Mont-roig del Camp fue el pueblo de la resistencia: la imagen de los vecinos gritando ‘¡fuera!’ a la Guardia Civil es icónica. También hubo heridos por gases lacrimógenos

29 septiembre 2018 16:46 | Actualizado a 01 octubre 2018 15:52
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«Un año después aquello me da mucha rabia y tristeza. Lo pasamos muy mal», recuerda esta vecina de Mont-roig del Camp de 65 años, herida en las cargas policiales del 1-O. Tiene grabado a fuego el momento: «Venían hacia nosotros y empezaron a tirar gases lacrimógenos con un spray. Me empecé a ahogar, no podía respirar. Escupía todo el rato, tenía muchas molestias en la garganta. Se me infló mucho la cara y me faltaba el aire. Por suerte, me echaron agua rápido y eso me alivió». 

Las crudas imágenes han corrido por internet: se ve a los agentes de la Guardia Civil entrando en el patio del instituto y numerosas personas agachadas, tapandóse la boca con las manos y agarrándose el cuello con la sensación de ahogo. «Hice la denuncia y fui al CAP de Cambrils. Me dijeron que si hubiese tenido asma, me habría quedo allí», cuenta esta ciudadana, que se movilizó aquella jornada primero de esperanza y luego de espanto en Mont-roig del Camp que ahora rememora en una mezcla de sensaciones: «Siento tristeza, pero no rencor. A veces un poco de rabia contenida». 

Aguante y orgullo de pueblo

Mont-roig del Camp fue quizás el municipio del Camp de Tarragona que vivió un 1-O más excepcional. Especialmente memorable es el vídeo de los agentes saliendo del municipio caminando y en sus coches con una gran comitiva de ciudadanos detrás. La escena ha sido icónica del referéndum, por su matiz de rebeldía, de aguante y firmeza. Orgullo de pueblo, como han definido muchos, casi con el espíritu del mito de Fuenteovejuna. «Yo iba detrás de ellos, pero no les echábamos en realidad, como se ha dicho. Ellos ya habían conseguido lo que querían, ya se iban. Por eso les decíamos ‘¡fuera, fuera!’, y les gritábamos que se marcharan. Fue algo impactante, aún hoy lo comentamos en el pueblo», explica un miembro de la ANC de la localidad. «En realidad fue una acción de dignidad, de decir: ‘Ya lo tenéis, ahora os podéis ir ya y nos podéis dejar tranquilos’», explica otra persona perteneciente a la Assemblea. 

Las cinco, hora fatídica

El trauma en Mont-roig del Camp, la herida, se abrió hacia las cinco de la tarde de aquel domingo, tras todo un día de incertidumbre y miedo. Finalmente, irrumpieron los agentes en el centro, para interrumpir las votaciones. «Rompieron una valla y al final entraron al instituto por dos sitios. Yo sentí rabia, impotencia, lloramos mucho, porque parecía una película», recuerda un testimonio. 

A la postre, la jornada aciaga en Mont-roig tuvo un reverso positivo en lo mediático. Apenas se pudo votar con normalidad, no sólo porque a partir de las cinco de la tarde la actuación policial lo hizo imposible, sino porque los problemas informáticos con el sistema fueron recurrentes durante todo el día y obligaron a muchos vecinos a acudir a las urnas de pueblos cercanos como Vilanova d’Escornalbou, Pratdip o Colldejou. En Mont-roig apenas hubo 1.150 votantes del total de 7.036 habitantes. Hay que recordar que el censo del 1-O era universal. 

Sin embargo, la población del Baix Camp se apoderó en el imaginario colectivo de algo así como un aura de resistencia. «Al no haber podido votar y después de lo que pasó, ayudamos a hacer difusión. Es la parte positiva, se nos conoció por esas imágenes en las que acompañamos a los agentes a la salida», cuentan desde la ANC. El desenlace agrio y doloroso puso el broche a un fin de semana intenso y enrarecido. «En Mont-roig por esta época siempre es fiesta mayor. Recuerdo el sábado por la noche, toda la plaza llena, con el mercado medieval. Nadie decía nada pero todos pensábamos en la mañana siguiente. Fuimos a dormir al instituto. La gente estaba contenta y nerviosa. Me acuerdo de las máquinas de café dispuestas, todos los voluntarios preparados. Había un sentimiento de pueblo», cuenta una vecina.

«Recuerdo la inquietud. Que si ahora van a por Montbrió del Camp, que si están no sé donde, que si se ha colgado el sistema…», relata un testimonio. La alarma llegó cuando alguien dijo: ‘Ya están en el Camí de les Arenes’, la entrada al pueblo, que conduce directamente al Institut Antoni Ballester que acogía las votaciones. Cuando se dieron cuenta, ya había entre 50 y 60 todoterrenos de la Guardia Civil en esa vía. 

En el instituto, los votantes y los organizadores clamaban indignados ‘som gent de pau’ con las manos en alto, mientras los agentes irrumpían por el patio para intervenir el material y abortar la jornada de votación. Luego vino la secuencia emblemática, retratada desde el puente, de lo que fue en verdad una retirada planificada de los agentes y no una expulsión, pero que de alguna manera asoció a Mont-roig del Camp con el 1-O como icono de pueblo alzado y díscolo, que se revuelve: «De alguna forma, resistimos». 

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