Noches de tabaco americano y chicles en Calafell

Algunas familias hicieron fortunas con el contrabando 

02 agosto 2021 18:31 | Actualizado a 02 agosto 2021 18:49
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Tras la Guerra Civil el régimen franquista implantó cartillas de racionamiento que fijaban la cantidad de alimento que podía recibir una persona. No daba para las necesidades básicas y se impuso el mercado negro. Las ciudades requerían productos de los pueblos. Agricultores y pescadores ocultaban frutos que vendían a intermediarios a precios más altos de los establecidos.

Calafell tenía una gran producción agraria y pesquera y quienes podían guardaban productos para venderlos en el mercado negro, lo que permitió atesorar pequeñas fortunas, como explica el historiador Joan Santacana.

Mercado negro y estraperlo se hicieron sostenibles por la penuria y el racionamiento que llevó a adulterar harina, azúcar, aceite, algodón y en Calafell, tabaco. La Guardia Civil vigilaba el mercado negro en los pueblos. Los productos salían en tren o barcas y por ello en la playa de Calafell hubo dotación de siete guardias civiles. En un cuartel junto al Estany.

En los 50 el contrabando ganó peso frente al estraperlo. Principalmente el de tabaco americano. Y de chicles. La goma no tenía más problema. Ya en la época se autorizó a  «instalar un bombo de los denominados chicles americanos en la calle Montserrat». El tabaco era otra cosa. El monopolio era Tabacalera Española.

Desde el siglo XVIII en Calafell había una red de estraperlo coordinada desde la Casa Nova de Segur.  Entonces una masía entre campos, allí se organizaban descargas nocturnas que requerían muchos participantes.  Unas 50 familias, de manera estable o puntual, colaboraban.

Santacana explica que la actividad no se hubiese mantenido  sin la complacencia de la benemérita. Hay quien señala que el párroco Jaume Tobella estaba implicado. Si era cierto, «podría explicar obras como la iglesia de la playa o la pista de hockey».

Se dice que cada hombre que trabajaba para los contrabandistas  en una noche ganaba 500 pesetas. La tripulación de las barcas de pesca podrían recibir 10.000 en una noche. Con esas cifras, cada operación debía dejar unas 100.000 pesetas. Por los años que duró supuso una destacada capitalización para el pueblo, la playa y los pocos habitantes de Segur.

Almacenes

Además debía haber almacenes y sistema de transporte. Las masías de la zona ocultaban los fardos que desde los barcos se lanzaban al mar y que pescadores llevaban a la orilla, donde esperaban hombres para la recogida.  Era clave asegurarse de que la Guardia Civil no realizaría una patrulla. 

El material se llevaba en carros hasta los almacenes que podían estar en lugares alejados como en El Vendrell.  En el paso a nivel  solía haber control de Guardia Civil. Durante años se creyó que la Jefatura de la capital comarcal también formaba parte de la trama.

Por la mañana la playa estaba cubierta de las pisadas de las ovejas. Se hacía pasar a los rebaños por la zona para borrar huellas de una noche de contrabando.

Noticias relacionadas:

- En Cunit se vigilaba desde el campanariohttps://www.diaridetarragona.com/costa/Cuando-el-contrabando-de-tabaco-ayudo-a-Cunit-20190531-0050.html

Comentarios
Multimedia Diari