Piden una 'piedra de la memoria' para un vendrellense superviviente del campo nazi de Mauthausen

Joan Mallofré estuvo en el campo cinco años. En la provincia, Els Guiamets puso la placa a Neus Català

24 febrero 2019 11:57 | Actualizado a 24 febrero 2019 16:00
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Fue el número 4.983 en el campo de concentración nazi de Mauthausen. El vecino de El Vendrell Joan Mallofré Nin pasó allí cinco años. Fue de los que resistieron. Pero no pudo regresar a casa.

Franco no tuvo la repudia de los aliados y siguió en el poder. Sin haber cumplido el servicio militar y con un pasado de militancia comunista, para Mallofré el regreso no era una opción. Se quedó en Francia. Cerca de Perpiñan.

Un proyecto del Memorial Democrático rinde reconocimiento a aquellos deportados. La iniciativa tiene el nombre de Stolpersteine o piedras de la memoria. Son pequeñas baldosas en el suelo a las puertas de las casas o trabajos de las víctimas de los nazis.

En el Vendrell el grupo de Som Poble, en la oposición, reclama ese homenaje para Joan Mallofré. A las puertas de la que fue su casa. 
Que esas placas estén en el suelo tiene su significado, como explica el concejal de Som Poble, Alfredo Valdivieso. Para leer la inscripción obliga a inclinar la cabeza, lo que es un signo de respeto.

Para colocar una de esas placas el Ayuntamiento debe adherirse al proyecto. El gobierno (PSC, PDeCat y un concejal no adscrito) aseguró que estudiará la propuesta. Sería una manera de que El Vendrell rindiese homenaje a Joan Mallofré.

Cuando estalló la Guerra Civil, Bonaventura y Josep, los dos hermanos mayores de Joan Mallofré, se alistaron de voluntarios en las milicias comunistas del POUM que lideraba el vendrellense Andreu Nin. 

Joan tardó algo más en alistarse. En casa le pidieron que no lo hiciese, pero en 1938, con la guerra perdida para los republicanos, se incorporó a filas. Casi fue directo al campo de refugiados de Vernet de Ariège.

Un grupo se sumó como voluntario al ejército francés, en la 22a Compañía de Trabajadores Extranjeros, y fueron enviados a la frontera alemana en primavera de 1940. El 17 de junio fueron capturados. El 3 de noviembre de 1940 los republicanos arrestados en suelo francés fueron cargados en un tren con dirección a Alemania, pero su destino era Mauthausen.


En una entrevista que Mallofré concedió al Diari en 2005, relataba que «ni comprendíamos el alemán ni sabíamos dónde nos llevaban. Cuando llegamos lo entendimos, nos trataron como un rebaño de ovejas, no se puede explicar». Aquel 23 de enero de 1941 empezó el infierno.

La comida era un trozo de pan negro y agua turbia con cuatro pedazos de patatas cocidas. En Mauthausen se unían los trabajos forzados en su temida escalera de la muerte, donde se obligaba a los prisioneros a cargar piedras hasta la muerte por agotamiento, y el pánico al  salvajismo de los guardias de las SS. 

«Cada día les debías prestar mucha atención. He visto morir a muchos compañeros de un disparo en la cabeza por nada». Muchos de los prisioneros se lanzaban contra las alambradas eléctricas para poner fin. Era cuestión de intentar resistir  «porque quien entraba en la enfermería lo llevaban minutos después al crematorio». 

En el campo había resquicios de esperanza. Fue el novio de su prima, un antiguo camarero del restaurante Pi de El Vendrell.  Era un deportado que trabajaba para el jefe de campo. De vez en cuando ofrecía a Mallofré un trozo de pan. «Si salí de allí fue gracias en buena parte a él» . Quizá por ello también se libró de las palizas de las SS.

En 1945 los nazis desaparecieron del campo, que fue liberado por los americanos. De Austria Mallofré fue a París y a Perpiñan. Pero Franco seguía y el regreso fue imposible. Se casó y tuvo que esperar 10 años para volver a Catalunya y abrazar a su madre, a la que no veía desde 1938.

En la provincia de Tarragona la localidad de Els Guiamets colocó una de esas piedras de la memoria en la casa en la que vivió Neus Català, que fue deportada al campo de Ravensbrüch. 

La palabra Stolpersteine significa piedra en el camino que puede hacer tropezar al caminante. Con el simbolismo de que hay que estar atentos para no volver a tropezar en la tragedia del nazismo.

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