Salou de 7 a 7

Las ‘despobladas’ calles Jaume I y Zaragoza por la mañana contrastan con la multitud del atardecer

07 agosto 2017 09:02 | Actualizado a 07 agosto 2017 09:46
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Pasan pocos minutos de las siete de la mañana y salgo a pasear antes de ir a trabajar. El sol apenas asoma y la sensación es de fresquito, aunque durará muy poco. Por eso los amantes del running aprovechan la ocasión para arrancar el día con energía.

Salou es uno de los municipios donde el turismo abunda en temporada alta y eso se nota. La población en verano se multiplica. Se estima que en pleno mes de agosto la cifra ronda los 179.000 habitantes, un número que contrasta con los casi 41.000 de febrero.

Me encuentro en el centro de la calle Zaragoza y en el lado derecho veo a un señor corriendo, y a mi izquierda a dos jóvenes sentadas en un banco recién salidas de una discoteca. Reconocen que «estamos esperando a que abran un bar para poder desayunar». Mientras hacen tiempo, tienen su propio concierto montado con música y palmas.

El final de la calle Zaragoza me lleva a la nueva zona peatonal que ha habilitado el Ayuntamiento de Salou, Carles Buigas, con su propio diseño de topos gigantes de color amarillo conecta el final del paseo marítimo con las calles de ocio de la capital de la Costa Daurada. El silencio impresiona. Unos pasos me hacen girar, era una joven, pero no venía de fiesta, no era el sonido de unos zapatos de tacón, la chica iba a un ritmo alto, estaba corriendo por allí y aprovechaba sin duda, la cantidad de espacio libre que había en la zona peatonal. Mi rumbo no acaba ahí. Mis ganas de pasear me llevan hasta el Passeig Jaume I, el epicentro del turismo, donde miles de personas a lo largo del día recorren centenares de metros bajo las palmeras. Allí sigo encontrándome a valientes haciendo deporte, han pasado unos cuantos minutos desde el inicio de mi caminata y aquel fresquito ha ido desapareciendo y los rayos de sol empiezan a hacer acto de presencia.

Me llama la atención una situación un tanto anecdótica, el ver a un grupo de gente sentada en los diferentes bancos que rodean la parada del autobús, lo más sorprendente es ver que en esos bancos hay personas con su uniforme de trabajo esperando que el transporte público les lleve a iniciar su jornada laboral. Dos señores que iban en chándal descansan y se hidratan para seguir con su actividad física y el último banco es de jóvenes que esperan el autocar para volver a casa después de una noche de fiesta en Salou.

Doce horas después, aprovechando que el sol estaba escondido y que hacía un tiempo apto para pasear sin que el calor moleste, hago la misma ruta y paso por los tres lugares de nuevo. Como en la mañana, la primera calle a la que me dirijo es la Zaragoza. ¡Qué cambio! Aquello no era pasear, era esquivar a turistas, haciendo un símil, me recordaba a la calle Estafeta de Pamplona en pleno encierro de San Fermín. Tardo unos minutos más en llegar a la peatonal por el overbooking de personas que hay, sigo sin encontrarme a runners pero no me sorprende, abundan familias con niños pequeños, en sus manos hay helados y granizados típicos del verano, tampoco veo a jóvenes de fiesta, no es la hora adecuada y aparte tienen vida de murciélago.

En doce horas cada zona experimenta un cambio radical

De rumbo al paseo marítimo me encuentro una avalancha de selfies, gente saliendo de la playa para ir a sus hoteles y respectivos apartamentos para ir a cenar y muchas familias con una cantidad abundante de niños de la mano. Es hora punta en Salou, se nota. Pero es curioso como tres lugares por donde pasan miles de personas al día cambian en poco más de doce horas. Sin duda, Salou es para todos, se puede hacer de todo y a cualquier hora, unos disfrutan del verano de una manera y otros lo hacen de otra.

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