'Se escuchan las explosiones. Aquí, otra allá y otra cerca del refugio'

Se cumplen los 80 años del primer bombardeo que sufrió la estación de Sant Vicenç de Calders. En total fueron más de un centenar que causaron más de 80 muertos. Los vecinos hicieron sus refugios

19 mayo 2017 15:24 | Actualizado a 23 mayo 2017 10:17
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Los más mayores aún recuerdan el sonido de los aviones. Y de las bombas mientras estaban ocultos en el refugio o en los campos cercanos al barrio ferroviario de Sant Vicenç de Calders. Y_recuerdan el miedo.

La estación de Sant Vicenç era objetivo prioritario de la aviación Legionaria de las Baleares, formada por aviones italianos de Mussolini y por la Legión Cóndor alemana que daban apoyo al alzamiento fascista.

Frenar el suministro

Eduard Martínez, que reside en el barrio ferroviario y ha recopilado su historia, narra cómo «atacando la estación de Sant Vicenç se inutilizaban 3 de las 4 líneas ferroviarias catalanas y sobre todo se paraba el suministro de material bélico al frente de Aragón y del Ebro».

Diario

Joaquim Pell (1904-1982) escribía en su diario: «Se escuchan las explosiones, una aquí, una allá y otra cerca del refugio... Es horroroso». Como tantos otros permanecía en el refugio del barrio ferroviario que los vecinos habilitaron para protegerse de las bombas. Y como podía, escribía.

La estación «fue destruida en los primeros bombardeos y se tuvo que construir un pequeño despacho de billetes que era un búnker en un desnivel debajo de las viviendas de los ferroviarios», relata Martínez en su blog.

Ametralladora

Fueron muchos los ataques. Uno de los que más afectó a la colonia ferroviaria fue el del fatídico 7 de diciembre de 1937. Ese día cayeron más de cuarenta bombas. «Una de ellas en el pabellón D, donde había instalada una ametralladora antiaérea».

121 ataques

De los bombardeos directos sobre las estaciones, la de Sant Vicenç de Calders fue la más afectada con 121 ataques y 83 persones muertas. La estación de Tarragona sufrió hasta 82 bombardeos que causaron 75 muertos. La intensidad de los ataques hizo que los vecinos habilitasen refugios. En el que se despachaban billetes y que aún se conserva pero en precario estado y «otros pequeños agujeros que había alrededor de las vías».

Búnker

Si había tiempo, las familias corrían hasta masías cercanas como Mas Astor o Mas Borràs o al núcleo de Sant Vicenç. Pero si no, el búnker podía ser la salvación. «Bombardeos otra vez. Corriendo hacia el refugio. Es un objetivo muy claro la estación», explica Pell en su diario que escribió entre mayo de 1938 y octubre de 1939.

'Nos estamos ahogando'

El 15 de enero de 1939 narra: «Nos estamos ahogando. Tengo la cara toda salpicada de sangre» y unas líneas más abajo explica que «no nos vemos los unos a los otros. Algunos ya chillan desesperados. No puedo respirar». Son frases cortas y de líneas torcidas. Escritas en la oscuridad y en el miedo.

En el libro El Penedès sota les bombes. Crònica d’un setge aeri, Ramon Arnabat, presidente del Institut d’Estudis Penedesencs, explica que en aquella jornada la estación sufrió dos ataques a las 12.00 y a las 13.00 con aviones Heinkel y Junker.

Todavía retumba

En el refugio «buscamos palas y picos. Estamos cerrados. Es la niebla del humo y el polvo. Hay heridos. Chillan desesperados. El bombardeo sigue», narra Pell. «Falta una litera para un herido grave, pero.... cinco muertos a mi lado... parece que sean de goma de tan retorcidos». Hace 80 años pero el ruido todavía retumba.

 

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