Tres horas de adrenalina: Así se viven las mejores atracciones de Ferrari Land

El acelerador vertical de Ferrari Land y las dos torres de caída libre provocan un subidón al visitante, que puede relajarse con atracciones más tranquilas

19 mayo 2017 15:42 | Actualizado a 19 mayo 2017 15:42
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10.05 horas. Óscar y Javier González, padre e hijo, están de pie ante el acceso a Red Force, la atracción estrella del recién estrenado Ferrari Land. Javier ha salido disparado en cuanto se han abierto las puertas para que él y su padre fueran los primeros en acceder al acelerador vertical. Un par de minutos después llega Daniel, un chaval de Barcelona. Padre e hijo han estado en los parques temáticos de París, Orlando y Madrid. Daniel les supera: ha viajado además a Canadá, Alemania y Dinamarca. Este año irá a Japón. 

10.20 h. El viaje inaugural de Red Force ha transcurrido en un suspiro. Tras el subidón de colocarse a 180 kilómetros en sólo cinco segundos, encarar una espeluznante –y apasionante– subida vertical y caer en un ángulo de 90 grados, toca volver a la realidad.

«Lo más impactante es la bajada. El carro para un segundo. La miras y es completamente vertical», cuenta Óscar. «Se le han puesto los pelos de Elvis. Es una descarga de adrenalina», dice mientras señala a su hijo». Javier coincide: «Es una aceleración bestial y mucha, mucha adrenalina».

10.36 h. El redoble de tambores apenas oculta los aullidos de los que se han atrevido a subirse a Red Force. Actúa uno de los grupos de animación del parque. Emula el desfile de banderas que precede a la carrera de caballos –el Palio– de Siena (Italia).

10.40 h. Un par de grupos intentan cambiar sendas ruedas de dos Fórmulas 1 a todo correr. Es el Pit Stop. Se esfuerzan, pero están a años luz de los mecánicos de Ferrari o de cualquier otra escudería. Eso sí, inmortalizan el intento una y otra vez, enfundados en chaquetas rojas.

10.45 h. Tregua para el café. El parque cuenta con tres bares-cafetería, una heladería, un restaurante autoservicio y uno a la carta, el Cavallino, desde donde se pueden contemplar –y oír– las evoluciones de Red Force.Al precio de la entrada –60 euros por adulto, que dan acceso a Ferrari Land y PortAventura World– hay que añadir el precio de las consumiciones y la restauración.

10.50 h. Ferrari Experience, un edificio en forma de bólido. Por la entrada más próxima a Red Force, se accede a un pequeño museo. Los colores cálidos proporcionan un momento de relax entre el vertiginoso acelerador vertical y el próximo subidón de adrenalina, las ThrillTowers.

Un 166FS de 1948, un Inter Berlinetta 166 del mismo año y un F-599 de 2010 giran como si estuvieran en un concesionario. Unas pantallas interactivas desvelan datos y más datos sobre los pilotos, títulos y coches de Ferrari. También se explica cómo funciona el volante de un F-1.

María Gallova se pasea atenta por la sala. Trabaja para un touroperador holandés, que trae turistas a Salou y La Pineda en vuelos directos a Reus desde Amsterdam. Es la responsable de contratación y busca nuevos atractivos para sus clientes.«La puesta en escena es impresionante, con todos sus colores. Pienso subirme a todas las atracciones», asegura. 

11.15 horas. Thrill Towers. Son dos pistones de 55 metros de altura cada uno. Uno es una torre de caída libre. El otro, de rebote. Los asientos ascienden lentamente. Así como en el Red Force es visto y no visto –no hay tiempo casi ni para suspirar–, en las torres da tiempo para arrepentirse. Quien se arrepienta, claro.

Cuando los asientos han llegado a su cenit, se detienen unos segundos. La vista es impresionante. El mar, las montañas... y una característica de la Costa Daurada: la convivencia entre turismo y la química. El complejo de torres y chimeneas aparece enmarcado por las cercanas atracciones de PortAventura, las playas y los altos edificios de Salou o los chalets de Cambrils.

Una vista impresionante, pero fugacísima. El asiento cae en picado. Y cuando parece que va a pararse, rebota y vuelta a subir y a bajar. Como un enorme yoyó.

Carmen sale de la atracción escoltada por unas compañeras de clase. Le esperan otros chavales que ya han subido o que han preferido quedarse en tierra. Es un viaje de estudios del Instituto Atalaya de Casariche (Sevilla).

A la típica pregunta de «¿qué has sentido?», Carmen responde escueta: «¿tú que crees?». No hase falta desir nada más. Carmen posa luego con varias amigas al pie de las Thrill Towers.

11.30 h. Maranello Grand Race. Los más tranquilos pueden soñar con emular a sus ídolos del motor. La opción: subirse a los coches que se conducen por unos raíles. Es una especie de suave competición por un circuito de 550 metros de longitud.

11.35 h. Unos metros más allá, en la Piazza Maranello, un grupo de chicas, vestidas de rojo y blanco, le ponen ganas. Es el espectáculo ‘Dancing en Ferrari Land’. En los altavoces, estruendosa música. En una pantalla gigante, la filmación de una carrera. Las chicas se entregan, pese al escaso público que las sigue a mediodía del primer día de apertura al público. Gritos, palmadas y movimientos imposibles.

11.40 h. Ferrari Land Store. La tienda de merchandising.Todo lo imaginable a la venta.

11.50 h. De nuevo en el edificio de Ferrari Experience. Decenas de personas hacen cola bajo unas suaves luces azules. Esperan acceder al Flying Dreams. El holograma de un Ferrari parece recorrer a una velocidad endiablada las calles de una ciudad. Intenta amenizar la espera. La misma música suena una y otra vez. 

12.10 h. Se abren las puertas y se accede a una sala donde una proyección en tres dimensiones rescata la figura deEnzo Ferrari. El pionero de la saga explica en italiano –subtitulado al castellano– la historia de un sueño: el de construir un coche que volara sobre el asfalto.

De un álbum salen fotos virtuales de momentos cumbre de la marca. Tras el breve vídeo, se abren las puertas hacia otra sala de espera, donde pósters de Ferrari de diversos países auguran lo que le espera al visitante.

12.30 h. A punto de entrar en el simulador de vuelo, otro vídeo recrea a una azafata que detalla las medidas de precaución y lanza un mensaje filosófico-automovilístico: «¿Cuál es la mejor carretera?», se pregunta. Y se autoresponde: «La que estremece los sentidos».

Por fin se accede al Flying Dreams. El asiento se mueve al tiempo que en una pantalla aparece un Ferrari circulando por la sinuosa –e hiperfamosa–carretera del acantilado de Mónaco, la Gran Muralla china, las colinas de laToscana italiana, el castillo de Chantilly (Francia), el desierto junto al Monument Valley (Estados Unidos), Nueva York, San Petersburgo, Londres... Hay alguna que otra sorpresa añadida.

Al lado del Flying Dreams hay otra atracción también en pantalla gigante: el Racing Legends. El parque la describe como «una cúpula envolvente que te hará sentir la adrenalina de un F-1».

12.50 h. Pole Position. Varias personas reservan hora para subirse a un simulador de Fórmula 1. Son 25 euros adicionales por adulto. A las 13 horas, comienza el espectáculo. Las evoluciones del ‘piloto’ se reflejan en una pantalla. Curvas cerradas, adelantamientos, frenazos, acelerones... 

Muy cerca está la entrada delhermano mayor de Ferrari Land, PortAventura World, con mucha más emociones que vivir. El Shambala, por ejemplo. Pero por hoy ya basta. Han sido tres horas de adrenalina. Y relax.

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