Un mosso d'esquadra de El Vendrell trepa por una fachada para evitar que una mujer se suicide

"Debía ser rápido. Le pedí un vaso de agua", explica 

21 julio 2019 11:02 | Actualizado a 22 julio 2019 09:44
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Días después todavía planea sobre su cabeza el pensamiento de  la fragilidad de todo. «Nadie está libre de un mal giro de la vida. De la noche a la mañana. Un momento en el que no ves futuro».

«Nos puede pasar a todos», reflexiona Felip Olaya, mosso d’esquadra de la comisaría de El Vendrell. Una frase se le clavó en la cabeza y en el pecho aquel día como muestra de que nadie es inmune. 

La cocina
Cuando le dijo a la mujer que iba a entrar a la cocina. «Me respondió que iría ella, que no entrase. No estaba ordenada. A pesar de lo que había estado a punto de hacer, le preocupaba que la cocina no estuviese perfecta». 

Faltaban pocos minutos para las diez de la noche de hace un par de viernes. En la comisaría de los Mossos en El Vendrell recibieron la llamada de emergencia de una vecina explicando que alguien intentaba tirarse desde un balcón.

De manera fulminante se activaron todas las alarmas. Dos patrullas acudieron a la zona, pero no se veía ni se escuchaba nada. Ya era de noche.

Unos agentes accedieron al piso desde donde se había hecho la llamada y les señalaron el balcón. Una patrulla llegó hasta los pies del edificio. Al mirar hacia arriba, una mujer tenía el cuerpo fuera del balcón y se sostenía agarrada a la barandilla y con las puntas de los pies en la cornisa.

No había mucho tiempo. Ni para pensar. Olaya no lo dudó. De un salto accedió a la planta baja y trepó hasta el primer piso. Entre el primero y el segundo había más altura. Pero no podía haber marcha atrás. «Me agarré al toldo». La mujer aún estaba un piso más arriba.

Había que ser rápido y discreto. En esa inestable combinación exigida para evitar que la mujer tomase una decisión desesperada al ver la llegada del policía. 

Del segundo al tercer piso el mosso trepó por la canalización del desagüe. ¿Resistiría? «Eso te lo planteas luego». Ya estaba en el piso de la mujer. A su altura. Manteniendo la distancia.  Separados por apenas un metro.  Ambos colgados del balcón con el cuerpo en el vacío. Es cuando se piensa cuál debe ser el siguiente paso.

'Si te acercas, me tiro'
El momento más delicado. «¿Tu qué haces aquí? Si te acercas, me tiro...», espetó la mujer.  Convencida. Los próximos segundos iban a ser vitales. «Déjeme entrar dentro que estoy cansado», contestó el mosso.

La mujer explicó que la querían echar de la casa, que no la renovaban el alquiler, que no tenía dónde ir... que no veía futuro. Y que no quería ir al Pere Mata. Que quería acabar con todo. Y estaba dispuesta a todo.

El agua
Unas pocas palabras que se hacer largas cuando se está colgado en un tercer piso. El mosso intentó explicar que todo tiene solución, que hay más allá, que todo pasa y se acaba solucionando.  Y que si le podía dar un vaso de agua porque tenía mucha sed y estaba cansado.

La mujer pareció más tranquila. Como agradeciendo las palabras. Quizá las que no escuchaba hace mucho. Iba a dar al agente el vaso de agua. Pero al levantar la pierna para entrar en el balcón resbaló y perdió el pie que la ayudaba a sostenerse. Olaya se lanzó a por ella para sujetarla. Cuando la tuvo agarrada, ambos pudieron entrar en la casa.

La mala suerte
Allí volvieron a hablar. Un golpe de mala suerte. O quizá muchos seguidos que acaban con cualquier ánimo. Un propietario que no renueva el alquiler, no saber qué será de  mañana... y no querer ir al Pere Mata.

La situación todavía no estaba controlada. El agente sabía que en pocos minutos llamarían a la puerta el personal del Sistema d’Emergències Mèdiques (SEM) que también se había activado. Entonces tendría que ir a abrir y  la puerta de la casa estaba más lejos que el balcón.

Al hospital
«Sólo cuando cerré el balcón empecé a estar más tranquilo», relata el agente. Sonó el timbre. «Expliqué a la mujer que debía ir al hospital para que la atendiesen y que era mejor que lo hiciese por su voluntad. Lo entendió».


Olaya se cura ahora de las heridas en los brazos de cuando se lanzó a por la mujer cuando había perdido el apoyó y caía al vacío. Pero dentro queda la imagen de ser testigo de la desesperación. Un golpe de mala suerte, un giro en la vida y la incomprensión de cuando apenas unos días antes todo era normalidad y lo que casi únicamente preocupaba era que alguien viese que la cocina no estaba del todo ordenada.

Experiencia
Han sido muchos patrullajes los del agente. Y situaciones difíciles, como las de los años destinado en Ciutat Vella en Barcelona. También ha entrado a cocinas que realmente estaban desordenadas y muy dejadas. «Por eso que cuando ves que la normalidad se rompe, te planteas todo. Hemos de agradecer lo que tenemos y a quien tenemos. Es lo importante».
 

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