VÍDEO: Una historia más allá de la corteza

Dos vecinos de Bonastre muestran el trabajo de los últimos trabajadores que recogían el material

21 diciembre 2018 11:44 | Actualizado a 27 febrero 2019 19:17
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Fueron los últimos dedicados a extraer la corteza de los pinos. Con sus cuchillas, Gregori y Fermí, de Bonastre, recorrieron bosques de toda Catalunya para extraer aquella corteza que entonces se enviaba a fábricas de Igualada, Les Franqueses o al Poble Nou de Barcelona para hacer una pasta  con la que curtir las pieles.

«Por eso las pieles de antes eran tan buenas», recuerda Gregori. Aquella corteza de los bosques de pinos se introducía en calderas y se trituraba para elaborar la pasta. 

Una corteza que habían arrancado de pinos de bosques del Berguedà, el Solsonès, incluso de Mallorca. «También en Querol, Begues... y en Bonastre», recuerdan.


Comenzaron en el oficio siendo unos niños. Cuando tenían entre 15 y 16 años. Y ya con esas edades recuerdan sus dorsos de las manos siempre ensangrentados y con heridas por la fricción con los troncos de los árboles para arrancar la corteza. «Subíamos a troncos de hasta 10 metros», recuerdan.

Los vecinos también de Bonastre Josep y  Laura Sicart han recuperado el relato de Gregori y de Fermí en un documental para mostrar sus historias y la de un oficio hoy inimaginable para muchos, pero necesario hace décadas. Para aportar algo de dinero en casa y para una industria que necesitaba el material para elaborar vestidos, cuerdas y canoas. Con el tiempo y ya en una época moderna, resinas, látex, medicinas y algunos venenos.

Nostalgia

Gregori y Fermí narran cómo fue aquella época. Dura, pero la  rememoran con nostalgia. Desde aquellos capazos con cebolla, patatas, ajos, aceite, vinagre y arroz para preparar el desayuno en el bosque, a las masías deshabitadas en las que dormían entre árboles para recoger la corteza.

 

«De no haber venido a Bonastre,  no hubiese sabido lo que es la corteza ni ir al bosque», narra Gregori. «Pero había que ayudar en casa porque, aparte de la tierra, unas pesetas iban bien». A Fermí lo de recoger la corteza ya le venía del padre, del abuelo... «Te ganabas bien la vida y no estábamos tan contaminados como ahora».

Entonces se recogía el material principalmente en invierno. Primero en bosques para sacar la corteza material, después fue con pinos que iban a ser talados. 

Equipados con una especie de azada de mano –«teníamos dos cada uno por si una se desafilaba»–, se adentraban en el bosque y allí pasaban días. «Se conocía  quiénes realizaba ese trabajo por cómo les quedaban las manos»

Vídeo:

Troncos en pendientes, maleza que impedía llegar a los árboles, frío, calor, pero aun así nostalgia. Lo peor sin embargo era «cuando te dejaban dormir en una masía deshabitada y te decían que en diez días te traerían comida. Y no venían...». Entonces «teníamos que ir caminando kilómetros hasta algún pueblo».

El paso de los años hacía cada vez más difícil el trabajo. Porque el cuerpo no perdona. A Fermí en 1967  un familiar le dijo que en la Seat necesitaban personal. Pensó que esa dedicación sería menos dura y dejó los bosques y la corteza. 

Pero allí encerrado en una nave, entre  pinturas y lejos del bosque, «lo pasé mal». Duró poco en la fábrica. Recordaba la tranquilidad entre los árboles. Gregori también fue a  Barcelona. Aguantó más.

Pero ambos han recordado durante décadas aquellos bosques y la recogida de la corteza. También los últimos que se talaron en Bonastre. Se saben los últimos de un oficio hoy impensable. Y de una época de más respeto a los bosques y las tradiciones.
En el reportaje para mostrar su historia no han dudado en demostrar cómo se arrancaba la corteza. 

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