Una pareja da positivo en un crucero y denuncia el trato recibido por la compañía

TORREDEMBARRA. Núria i Josep Maria están en un hotel de Marsella desde el día 2 de enero confinados y aún nadie les ha informado de cómo volverán a casa

03 enero 2022 20:50 | Actualizado a 08 enero 2022 18:57
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Josep Maria y Núria querían empezar el año disfrutando de un crucero. Él ya lleva unos cuantos. Ella quería probar y compartir sensaciones. Ambos son de Barcelona, aunque Núria está afincada en Torredembarra, donde regenta una charcutería desde hace poco más de un año.

El sábado día 1 de enero era el día de embarque. La pareja llegó al Port de Barcelona acompañados de familiares, que los despidieron cuando el MSC Grandiosa, un crucero con capacidad de hasta 5.714 pasajeros y una tripulación de 1.700 personas, iniciaba su ruta hacia Marsella, la primera de las escalas. Este itinerario seguía hacia Génova, Roma, Palermo, La Valeta (capital del Malta) y de vuelta a la Ciudad Condal, donde atraca hoy sábado.

La pareja embarcó con el certificado Covid (ella tiene la tercera dosis y él se la pone la misma el día 16) y además subieron por la pasarela con la tranquilidad de un test de antígenos que se realizaron 48 horas antes del viaje.

«Llegamos a Marsella a la mañana siguiente y bajamos para una excursión. A la vuelta, nos hicieron un test de antígenos en el crucero porque para entrar en Italia (Génova era la siguiente parada) se requería una verificación de que no teníamos coronavirus», explica Núria. Sin embargo, A las pocas horas de estar en el camarote, les avisaron de que debían hacer las maletas que se bajaban del barco. «No entendíamos nada. Nos dijeron que habíamos dado positivo y nos echaron de malas maneras del crucero», relata esta torrense.

Del barco bajaron una veintena de personas. Núria recuerda que 7 dieron positivo y el resto formaba parte del desembarco de esta parada. «No eran catalanes, diría que franceses e ingleses. A los positivos nos llevaron a un hotel cutre y sin atención médica», añade Núria. Y suerte de que un taxista portugués hizo de intérprete para poder asimilar lo que estaba pasando, ya que nadie «nos dio explicaciones de lo qué pasaría a partir de entonces»,añade.

La primera noche en el hotel fue suficiente para exigir un cambio de  establecimiento. Lo lograron, aunque fue la única victoria de una odisea que todavía a fechha de hoy no tiene una solución.

Llamadas sin solución

La pareja ha sido paciente, pero ayer agotó todas las reservas. «Llamamos cada día a la compañía de seguros y a la de cruceros. Todo son buenas palabras, que nos llamarán. Pero nadie te llama. Entendemos que podíamos coger el virus y que hay que evitar cualquier propagación del mismo, pero el trato recibido es indignante», afirma Núria que no sabe aún cuándo podrá volver a casa.

Además de hablar con la compañía de cruceros, con el seguro y la familia (para tranquilizarlos de que estaban bien... y sin fiembre gracias al termómetro que Núria llevaba en elequipaje), una amiga de la pareja movió hilos para contactar con el consulado de España en Francia.

«Hemos hablado varias veces con el cónsul y se ha portado de maravilla con nosotros. También nos ha reconocido que la repatriación debe hacerse por vía de la compañía, pero que quiere estar informado de todo lo que ocurra», asegura la pareja.

El 'camarote' del hotel

Desde el martes, las horas pasan más lentas para Núria y Josep Maria. Entre las cuatro paredes de este ‘camarote’ matan el tiempo como pueden. El hotel solo sirve desayunos, por lo que las comidas las encargan en un bar cercano (así lo han visto desde su ventana). 

No se quejan ni de la comida ni del servicio, que cada día les deja la bandeja en la puerta. Núria y Josep Maria se han hecho otro test en el hotel y ha salido positivo. No están preocupados por la enfermedad, sino por volver a casa cuanto antes. Hoy debían terminar el crucero, que de momento, para ellos sigue anclado en una habitación de un hotel de Marsella.

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