Anna Starobinets: 'No me arrepiento de nada, hice lo que tenía que hacer'

Starobinets (Moscú, 1978) inventaba historias de terror, hasta que se volvió protagonista de una. La escritora descubrió que el hijo que esperaba venía con graves malformaciones. El monstruo al que tuvo que enfrentarse tenía un nombre: sistema sanitario ruso. Starobinets habla del escándalo (y de los cambios) que provocó Tienes que mirar, mucho más que un libro sobre su aborto

23 abril 2021 15:43 | Actualizado a 20 mayo 2021 09:27
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Los sucesos del libro se produjeron en 2012, ¿cómo te sientes reviviéndolo?

Ahora puedo hablar con tranquilidad de Tienes que mirar e incluso discernir entre el texto como una suerte de declaración de intenciones para y desde la literatura y mi propia experiencia personal. El debate que se ha generado en España es muy distinto al que se produjo en mi país, donde el libro tuvo una acogida muy dolorosa para mí, pues se montó un verdadero escándalo. Si hubiese sido una discusión calmada, desde el respeto, no me habría dolido de aquel modo. Lo que verdaderamente me causó malestar, incluso en el momento actual, es que no puedo compartir con Sasha Garros, mi marido, todo lo que se está diciendo del libro. Él es el héroe de la novela y ya no vive. Si he de ser honesta, este texto habla más de él ahora que cuando lo escribí entonces: de su apoyo, amor y lealtad.

¿Ha contribuido a que cambien los protocolos médicos en Rusia?

Para mi satisfacción personal, hizo que las cosas cambiasen, incluso los enfoques médicos, siendo muy difícil romper tabús públicamente. En la clínica que se menciona los médicos recibieron una formación sobre cómo transmitir malas noticias a los pacientes, desde un punto de vista ético. Porque la ética no se enseña en la universidad de medicina en Rusia. Por otro lado, en el hospicio infantil de Moscú ahora la maternidad funciona a pleno rendimiento para atender a las mujeres embarazadas cuyos bebés presentan patologías con mal pronóstico durante el desarrollo de los fetos. Reciben una observación médica adecuada y nadie les obliga a interrumpir su embarazo si no lo desean. Cuando el bebé nace y después fallece tienen la oportunidad de despedirse de la forma más humana posible. También hubo cambios menores, en una clínica privada su director ha ordenado leer a todo su personal mi libro para que empaticen con sus pacientes.

¿Te atacaron personalmente?

Me acusaron de sacar provecho de mi dolor, de monetizarlo; acusaciones que procedían de personas que forman parte del campo literario y que saben que un libro de no ficción en Rusia no genera ningún tipo de beneficio. Cuando escribía el libro, la niñera que cuidaba de mi hijo ganó más dinero que yo. Hablar de beneficios o de monetizar el trabajo se relaciona más íntimamente con la popularidad, con el ser o no conocido. Hace poco hasta apareció un meme con esto: «La pena debe silenciarse». ¿Qué significa? Pues que si sientes una pena real, no debes sentir nada más. O que si gritas y expresas tu dolor no existe realmente porque estás fingiendo. Hubo en general muchos reproches. Todo el debate público inicial fue muy doloroso pero luego me hizo más fuerte. No me arrepiento de nada, hice lo que tenía que hacer y las consecuencias negativas no acabaron conmigo. El mundo fue un lugar mejor. Un auténtico win-win.

¿Qué te hizo rebelarte contra esa mentalidad rusa tan espartana en la que no hay que aliviar el dolor?

Rusia es heredera, claro, de la Unión Soviética. La URSS era Esparta y se acogió a un modelo organizativo muy similar: se sobrevive bajo la ley del más fuerte. Los débiles pueden producir empatía en los otros pero el respeto no les pertenece. Si te muerde un zorro y eres espartano y gritas o, en mi caso, escribes un libro, eres débil. Los fuertes no se quejan, mantienen una actitud estoica, toleran el dolor en silencio. Uno finge que está bien y de este modo alcanza la victoria. Tengo la sensación de que he conseguido generar una buena disonancia cognitiva en los ciudadanos a la hora de percibir este libro. Porque creo que en él se habla de mi desgracia como mujer débil, indigna. E igualmente al hacerlo le decía a decenas de miles de personas el desastre que viví, que sobreviví a los ataques y a las críticas para volverme así respetable, fuerte. El respeto no es patrimonio de los débiles o de los fuertes. Quizá me salió bien alterar esta dicotomía.

¿Cuál fue la diferencia entre la recepción del libro entre hombres y mujeres?

Muchos hombres me escribieron diciéndome que estaban empezando a comprender el trato hacia sus propias mujeres, al tiempo que se veían a sí mismos desde fuera, toda esa frialdad masculina. Ellos interpretaron el libro de manera más benévola que algunas mujeres incluso, de las que llegué a escuchar cosas como: «Cuando a mí me ocurrió eso, opté por no decir nada. Y ahora qué, ¿te sucede a ti y por ser tú puedes contarlo?». También me encuentro con grupos de mujeres que recomiendan mi novela, sobre todo si se han enfrentado a la pérdida de un bebé. En Rusia disfruta de reimpresiones continuas y me alegra poder ser de ayuda, servir de algo. Es importante para mí que esto que vivo ahora le de sentido a la breve y triste vida de mi hijo. Como si su muerte hubiese cambiado el mundo a mejor.

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