Devoción por la arena

Los escultores Montserrat Cuesta y Sergi Ramírez han dado la vuelta al mundo esculpiendo obras de arte

26 diciembre 2021 08:30 | Actualizado a 27 diciembre 2021 06:20
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«Lo efímero es el potencial. Sabes que su tiempo es limitado». Con estas palabras los escultores Sergi Ramírez y Montserrat Cuesta, establecidos en Ulldecona, describen la naturaleza de Arenas Posibles, que nació en 1988. «Empezamos con la escultura de arena de una manera romántica, viajando por las playas y creando esculturas. Así, poco a poco, se nos despertó la pasión por seguir aprendiendo y evolucionar como escultores», reconoce Montserrat Cuesta. Por su parte, Sergi Ramírez afirma que «la iniciativa surgió como un proyecto muy personal que, después de tantos años, hemos profesionalizado, ya que nunca nos hemos acomodado».

De hecho, en la página web de Arenas Posibles el escultor se describe como «meticuloso y autodidacta», tanto que «ha logrado transformar una actividad pasajera en una profesión técnica y especializada». En cambio, Montserrat Cuesta se destaca como una persona «dinámica y pragmática» y añade que «la ilusión y la superación constante son la mejor técnica de compactación de las esculturas de arena».

Paso a paso, tras contactar con escultores profesionales de Europa, Sergi Ramírez y Montserrat Cuesta se hicieron un hueco en el circuito profesional a nivel internacional. «Así fue como aprendimos mucho más, participamos en los primeros festivales y recibimos los primeros encargos», afirma la escultora, mientras que Ramírez señala que «en aquella época, en el ámbito internacional la escultura de arena ya era un arte al nivel de cualquier otro».

Devoción, instinto y pasión han sido el motor para «seguir evolucionando y mirar hacia delante». En estas tres décadas de trayectoria, la esencia del proyecto sigue siendo la misma. «Profesionalizarnos nos brindó las herramientas necesarias para seguir evolucionando a nivel creativo, además de ser valorados profesionalmente», asegura Montserrat Cuesta.

El material

«Debemos encandilar la arena para que nos dé lo mejor de sí misma, como escultores debemos adaptarnos al material, escucharlo, para saber hasta dónde podemos llegar. El diálogo es fundamental». Así relata Montserrat Cuesta el vínculo que establece con la arena, ya que no todas son iguales. La escultora explica que el reto es «encontrar la arena adecuada para cada uno de los proyectos, puesto que de lo contrario existe el riesgo de que pueda caer la escultura» y añade que «como trabajamos con muchas toneladas, la base debe ser resistente para evitar el riesgo de que la escultura pueda caer por el peso».

De este modo, Cuesta distingue las cualidades entre trabajar con arena compactada o hacerlo con arena sin compactar. «La primera consiste en utilizar encofrados, ya sean metálicos o de madera, donde depositamos la arena que luego humedecemos y compactamos; de esta manera vamos creando niveles hasta alcanzar la altura que necesitamos; y cuando la arena está compactada retiramos los encofrados para poder esculpir la obra», explica la escultora.

En cambio, en cuanto a la arena sin compactar, que vendría a ser la que podemos encontrar en la playa, «primero, hacemos una montaña de arena con una pala, la mojamos y con las manos la apretamos de manera superficial. Con esta técnica moldeamos en lugar de esculpir», distingue Montserrat Cuesta. A todo ello, también hay que tener en cuenta el grano, ya que «hay arenas finas cuyo resultado final se asemeja a la textura de una escultura de piedra o de mármol, mientras que otras tienen el grano más fuerte y el resultado visual es más tosco».

Para Sergi Ramírez la arena tiene como ventaja que «te permite esculpir o moldear esculturas grandes en un tiempo limitado, mientras que el hándicap es que, como escultor, debes saber leer los errores y corregirlos al instante, ya que no hay margen de tiempo». Asimismo, sobre la búsqueda de la perfección, como escultor, dice que «debo ser indulgente conmigo mismo, porque de lo contrario no podría vivir. Como en la vida, pretender ser perfecto no tiene demasiado sentido».

La vuelta al mundo

Desde Estados Unidos hasta Corea del Sur, pasando por México, Perú, Dinamarca, Holanda, Inglaterra, Francia, Singapur, Suiza, Egipto y China, entre otros países, Arenas Posibles ha dejado su huella efímera.

De hecho, para Montserrat Cuesta «lo efímero también es poético; todo es efímero, empezando por la vida. Y este es el encanto de la escultura de arena, la disfrutas mientras existe y después siempre quedará el recuerdo en nuestra mente o en una fotografía».

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