El tarraconense Tom Carr cincela la luz

El artista plástico regresa a casa con la muestra ‘El lloc i l’instant’, en el Museu d’Art Modern hasta el 14 de febrero

09 enero 2021 13:42 | Actualizado a 12 enero 2021 17:45
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«No hay una luz igual a la de Tarragona. Los tonos amarillos, rosados, anaranjados o marrones rebotan en el entorno y el espacio para ofrecer una atmósfera singular. Una de las características fundamentales de por qué trabajo con luz se debe a que los primeros cuatro años de mi vida los pasé aquí. Y cuando he vuelto, la he reconocido».

El tarraconense Tom Carr regresa a casa con El lloc i l’instant, exposición en el Museu d’Art Modern de la Diputació de Tarragona (MAMT), compuesta por tres grandes instalaciones escultóricas seleccionadas especialmente para esta galería y que se puede visitar de manera gratuita hasta el próximo 14 de febrero. En paralelo, el MAMT ha editado el libro Tom Carr, l’escultura mental: presència i contingència, de Raquel Medina de Vargas (Diputació de Tarragona y Viena Edicions).

Tom Carr atrapa la luminiscencia fugaz, la cincela y la talla para ofrecérsela al espectador quien, a su vez, modelará sus siluetas para hacer una visita única e irrepetible. Luces y sombras, geometría, reflejos y juegos de destellos son el eje de la muestra, divida en Melancholia, My red Studio y Kunstkammer, sin orden preestablecido.

«Además de la luz, lo efímero, precario y el espacio y tiempo están presentes en mi obra» (Tom Carr)

En esta ocasión, de la mano del autor, la visita se inició en el espacio ‘Kunstkammer’, en el que el visitante se encuentra a priori frente a marcos vacuos, sin láminas. «En los siglos XVI y XVII se exponían en varias paredes todos los objetos y pinturas que se habían hallado en viajes y otras tierras. Es lo que se llama Kunstkammer. Y un tipo de sala es esta, muy frontal. De hecho, es un punto de vista casi obligatorio cuando se entra en el museo», señala el artista.

En un recorrido más profundo por entre los cuadros, vacíos de contenido, de diferentes formas, «simples, que no distraigan», se descubren los reflejos que surgen recónditos desde el interior. «El color aparece de manera aparentemente mágica, sutil», comenta Carr. Blanco entre pinceladas de azul o trazos de rojo que mutarán a los ojos, según el paseo que se haga por la sala.

Rojo es también el que «invita a entrar» en ‘My red studio’. El rojo, que expresa deseo, energía y calor es, en este caso, «intensidad y vida. Llevo mucho recorrido, pero me encuentro muy vivo», expresa Carr. La instalación es su interpretación particular de la pintura homónima de Henry Matisse exhibida en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). Aunque, como recuerda el tarraconense, «he tenido la oportunidad de verla y el original no es rojo. Es marrón».

En el espacio creado por Tom, el visitante pasa a ser el propio protagonista, de tal manera que la luz cambiante se moldea en simbiosis con su movimiento, entre un collage de diferentes obras del artista plástico. Entre ellas, una imagen proyectada de un pescador del Serrallo, una hélice o unas escaleras.

«El dibujo del Serrallo es del 74, cuando aún estaba estudiando y aprendía a dibujar. La escalera se puede relacionar con la medida de una persona y es un fragmento de torre, como la de Babel y la idea de la proyección que sufre la deformación anamórfica, recuerda lo que ya no es, la memoria. Una memoria difusa, confusa a veces; otras muy reconocible», cuenta. Un vídeo artístico que se pudo ver en medio mundo, así como un recuadro en blanco a la espera de su propietario, también momentáneo, completan la propuesta.

«Además de la luz, lo efímero y precario y el espacio tiempo son los conceptos que siempre han estado presentes en mi obra, más resaltados tras cuatro décadas de recorrido», manifiesta. Y destaca la relevancia de los diferentes puntos de vista para entender el todo. «Una obra tridimensional, una escultura como tenemos aquí en el museo de otros artistas, una instalación de espacio la podemos entender mejor cuando la hemos visto desde diferentes ángulos. Un cuadro puede tener distintos puntos de vista, incluso se puede observar desde más cerca o más lejos. Pero una vez sumamos todos, es cuando tenemos una expresión mucho más fiel de lo que el artista hacía o quería expresar». Una enseñanza que se puede aplicar a la vida misma.

Tarragona es grandísima para mí. Me emociono (Tom Carr).

La brevedad, lo perecedero e instantáneo se percibe especialmente en ‘Melancholia’. En ella, un poliedro basado en una obra de Albrecht Dürer crea la ilusión, a capricho de un proyector. «Durante más de un siglo se pensó que se trataba de un cubo roto, pero no lo es porque no son 90 grados», defiende Carr. En su caso refleja la idea de un volumen tan contundente, que «parece un diamante, fuerte, aunque al mismo tiempo débil. Me gusta unir estos opuestos cuando puedo, ya que permiten reflexionar». 

Eternos contrastes y opuestos, «como el lujo de poder disfrutar de la obra en el museo, con la tranquilidad que podemos hacerlo», apunta el tarraconense. Lejos queda Orchard Road, el núcleo comercial de Singapur, en 2010, cuando «625.000 personas pasaron como parte de una de mis obras. Cada cosa en su momento. Y ahora es el del MAMT».

 

Tom Carr (www.tomcarrstudio.com) es profesor en la escuela Massana de Barcelona y ha impartido cursos en la School of Visual Arts de Nueva York. Su obra, muestras o instalaciones, se ha podido ver en diferentes partes del mundo.

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