Fàtima Beltran Curto: «A todos nos acompaña algún fantasma»

La escritora tortosina publica con el Grupo Planeta ‘Canción bajo el agua’. Un sueño, un amor mágico y una desafortunada bala.

22 marzo 2021 14:06 | Actualizado a 22 marzo 2021 14:26
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Según cuenta la leyenda, cuando en una guerra un soldado da muerte a otro del bando contrario, ese caído se convertirá en un fantasma que le acompañará a partir de entonces en sus andaduras vitales. Esta tradición ficticia es la que teje la trama de la última novela de Fàtima Beltran Curto, Canción bajo el agua (Editorial Espasa. Grupo Planeta), una historia de la Guerra Civil, pero sin ella, con un elenco de peculiares personajes, dentro del realismo mágico que caracteriza a la autora tortosina, que ha atrapado a cientos de lectores. Otras de las obras de esta escritora, que también es abogada, son Bienalados y Los recuerdos de Olvido.   

Presenta un fantasma con mucha personalidad, aunque nadie lo oiga. 
Sería más duro presentarlo sin personalidad. Duro y aburrido. La intención es que el personaje de Teodoro, que es el medio personaje, porque es translúcido, sea el contrapunto de la historia. Es como el Pepito Grillo, un Sancho Panza de nueva generación y la idea era que opinara y que trabara con el lector un cierto vínculo. 

«El personaje de Teodoro, que es translúcido, es el contrapunto. Es como un Sancho Panza de nueva generación».

De hecho, Teodoro está en total desacuerdo con Eladio, al que va pegado en suerte.
Como todos nuestros mejores amigos. Pero, sobre todo, esto no guarda relación con el lado del conflicto en el que tuvieron que desenvolverse cada uno de los personajes. Lo importante no es lo que nos dijeron que era importante. Lo importante son cosas más humanas que la partición de un país en dos mitades impuestas. Quería hablar de personas, de lo humano y de lo absurdo.

¿Los fantasmas de la Guerra Civil nos acompañan aún hoy?
Casi después de un siglo, es una cicatriz que no se cierra y todavía se arrastra. Por eso mi propuesta con Canción bajo el agua no es mirar hacia atrás, sino hacia delante. 

Rinde un pequeño homenaje a Lorca con La Barraca.
También con La casa de Bernarda Alba y El calor de la pana. Resulta que cuando hago pasar a La barraca por Catasset, es cuando esta realmente estuvo en Valencia. Solo la desvío de su recorrido para hacer noche y fonda en este pueblo ficticio.

¿Todos los pueblos son ficticios?
No tanto. Porque de la nada, nada procede. El río Japeo es el Ebre, para arriba. Y Catasset, como digo, es Valencia. Yo soy del Delta, por lo que no estoy tan lejos de la Comunitat Valenciana. Me llega el humo de las fallas...

«Incluí un pantano en la trama tras el paso del Gloria por el Delta, cuando vi que la playa donde ma crie estaba desapareciendo».

Recoge la gripe española, ¿cuándo la escribió?
Empecé en enero del año pasado. De hecho, incluí lo del pantano tras las inundaciones del Gloria, cuando vi que la playa donde me crie estaba desapareciendo. Porque cuando empiezo una novela no sé de qué voy a hablar, solo tengo la primera frase y voy estirando del hilo. Con solo tres capítulos, los envié a Espasa porque soy impaciente, y mi sorpresa fue que por la tarde tenía un mail de la editora, Rosa Pérez Alcalde, que me pedía el resto, que no tenía. Después tuvimos la mala fortuna de la llegada de la Covid-19, pero yo soy positiva, por eso es una novela positiva, que de lo malo saca lo bueno. En mi caso, me supuso ponerme a escribir y la terminé el 10 de mayo.

Entonces, la gripe llega a su novela a partir del coronavirus.
Cuando empiezo una nueva historia lo comparo a entrar en una habitación a oscuras, a tientas. Pero claro, la novela es hija mía y del coronavirus, aunque no aparezca de una forma explícita. Cuando yo la escribí, estábamos encerrados, por lo que me aferré a ella. Lo que hice fue recrearme en algo que resultara positivo. Los personajes viven una gripe española, una guerra, se comen una posguerra, pero a pesar de todo salen adelante y la idea es esta, todo pasa, como decía Santa Teresa de Jesús.

También tiene amor romántico. ¿No es tóxico?
Es un amor romántico de nueva generación, 4.0 o 5.0. Fíjate, la que tendría que ser la damisela, la guapa, la amada, es un ser tullido. Le falta visión de un ojo y una pierna. No es el prototipo y eso es lo que me gusta. Que no hay que ser perfecto porque, al fin y al cabo, si nos miramos con lupa, ¿quién lo es?

De todos los personajes, ¿con quién se queda?
Me gustan los secundarios de Oscar. Me gusta el monólogo feminista de Úrsula. También el pastor, por su ternura y porque dice verdades como puños. Y la madre de Teodoro, que es sonámbula, pero para comer por las noches. Todos menos Valcárcel. 

«El amor romántico que planteo es de nueva generación porque la que tendría que ser la damisela, la guapa, la amada, es un ser tullido».

¿Qué ha cambiado con el fichaje de Espasa?
Muchas cosas. La distribución y también que apuesta por ti una editorial que sabe de qué va el negocio porque lo demuestra con sus resultados. Sin ser mediática, sin vender sangre ni morbo, pienso que esto significa que el libro en sí tiene algo bonito, para que un grande te guiñe el ojo al menos una vez en la vida.

¿Qué significa como autora?
Significa, sobre todo, que las personas que se gastaron sus 17 euros en Bienalados, básicamente por amistad, a lo mejor no se equivocaron. Creo que saldo la deuda de la primera novela porque considero que es una responsabilidad. No puedes defraudar.

¿En qué está trabajando?
Continúo en el realismo mágico, que es donde me siento cómoda. La próxima novela está situada en el Delta del Ebre, pero no puedo explicar nada más.

¿Cree en fantasmas?
A todos nos acompaña alguno. El fantasma en sí, a veces es la propia conciencia, la memoria. Algo que arrastramos, el equipaje. Por supuesto que existen los fantasmas y cada cual los configurará de una determinada manera, nosotros elegiremos de qué está compuesto el ectoplasma. Pero por supuesto que existen. En lo que no creo es en una persona que no los tenga, a partir de determinadas edades.

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