Lluís Capdevila: jazz entre rascacielos y viñedos

El pianista de Falset y el contrabajista griego Petros Klampanis, ambos curtidos en Nueva York, actúan este domingo en Reus

13 marzo 2021 22:40 | Actualizado a 13 marzo 2021 22:46
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Cuando el pianista de Falset Lluís Capdevila y el contrabajista griego Petros Klampanis se encontraron, en 2007, en la Aaron Copland Scholl of Music de Nueva York ambos tenía dos cosas en común: su edad -21 años- y una carta de recomendación de la cantante Sheila Jordan para ser admitidos como alumnos en esta prestigiosa academia. Forjaron una fuerte amistad y se curtieron juntos en conciertos y jam sessions de jazz en locales de Manhattan.

«Los dos sabemos lo es que es el New York struggle, aquel frío de las estaciones de metro, suciedad y economía difícil para un músico. Sin embargo, hemos tenido suficiente vocación como para haber aguantado una década de eso», cuenta Capdevila.

En el apartamento del barrio de Harlem en el que vivía Klampanis dieron forma al primer disco del pianista, Diàspora (2016), coproducido por ambos y que presentaron en el Rockwood Music Hall de Nueva York. Volvieron a colaborar en su segundo álbum, Cinematic Radio (2019).

Los temas de esos dos discos y del nuevo trabajo en solitario de Capdevila, Ètim (2020), serán las base de la actuación que los dos músicos ofrecerán este domingo (18.30 horas) en Bravium Teatre de Reus. «También tocaremos material nuevo y alguna versión conocida», avanza Capdevila. La influencia de su etapa neoyorkina estará muy presente. «No se puede borrar, está en la energía y la intensidad de mi música. Será uno de los atractivos de la tarde».

La química musical entre los dos es extraordinaria. «Llegan a parecer un único instrumento perfectamente equilibrado», aseguran quienes les han visto tocar. «Petros aporta ritmo, dinamismo y armonía a mi música. Es un colaborador excepcional al que admiro por sus distintas virtudes. Nos conocemos desde haces mucho ye so queda reflejado en el escenario. Es un músico serio, un compositor vivo, y me siento afortunado de poder contar con él», señala Capdevila.

El falsetense cambió los rascacielos de Nueva York por los viñedos del Priorat para grabar Ètim. Colocó un piano de cola en la Cooperativa Falset Marçà junto a 1.500 botellas de vino de uva syrah monovarietal de la cosecha de 2012 y durante siete meses entró y salió a su antojo de la bodega (le dieron unas llaves). Se dejó llevar por el ambiente e improvisó en soledad o en compañía cuando le venía en gana.

«Sentía la curiosidad de tocar al lado del vino. Quería vivir la sensación de estar solo durante la medianoche de un día cualquiera con mi piano de cola en un edificio modernista -se trata de una de las catedrales del vino diseñadas por Cèsar Martinell- y que mi única preocupación fuera crear sin límite horario», recuerda Capdevila.

Sostiene que es un álbum que recoge una magia difícil de describir: «Lo hice para mí mismo sin ninguna pretensión, disfrutando de cada etapa del proceso. Ha sido una revelación que condiciona mi funcionamiento ahora».

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