May Borraz: «Es muy duro cuando tu padre está en una cuneta y no sabes dónde»

La nieta de Sebastián Blasco, asesinado tras la Guerra Civil, novela en ‘El último cuento. De abuelos y cunetas’, las pesquisas que la llevaron hasta los fatídicos hechos y la recuperación de su cuerpo.

30 agosto 2021 15:26 | Actualizado a 01 septiembre 2021 18:28
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A Sebastián Blasco, vecino de Andorra de Teruel y defensor de la República, lo mataron al acabar la Guerra Civil. Oficialmente se hizo constar como un suicidio, aunque la familia nunca lo creyó. 80 años más tarde, su nieta May Borraz decidió poner fin al misterio y nombre a las mentiras e inició una investigación para esclarecer los hechos. El último cuento. De abuelos y cunetas (Editorial Calipso L&Z) es el resultado de las pesquisas. Una novela que narra, en forma de diálogo ficticio con su abuela Manuela, viuda de Sebastián, los cinco años de indagaciones. Este es también el libro con el que arranca la Editorial Calipso L&Z, un proyecto de May Borraz y Marc Ripol, que consta de dos líneas, colección histórica y guías. Todos los beneficios obtenidos por la venta de El último cuento se destinarán a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). La novela se vende únicamente por internet.

 

¿Cómo ha sido de difícil llegar hasta donde ha llegado?
Tan difícil como 82 años. Mi madre, que era la hija pequeña de Sebastián, que no tenía dos años cuando lo mataron, cumplió este verano 84. O sea, han sido 82 años de preguntas, al principio de forma muy tímida.

 

 

¿En casa hablaban sobre lo ocurrido?
Me iban contando cosas. Mi abuela, la viuda de Sebastián, vivía en casa con nosotros cuando éramos pequeños. Yo, de hecho, compartía habitación con ella porque éramos siete. Y de vez en cuando decía que lo habían matado cuando se había acabado la guerra. Y soltaba algún esperpento que le salía por la boca, como un sapo. Más tarde, ya de adolescente, un tío me contó que se había suicidado.

 

«Mi madre no ha olvidado nunca. Se ha pasado 82 años pensando en el paradero de su padre. La gente que dice que no hay que abrir heridas es porque ellos no las tienen».

En el libro explica que había diferentes versiones.
Sí, aparte de la versión oficial, en la que constaba que se había suicidado, por eso mi novela arranca diciendo que a mi abuelo lo suicidaron. Pero llegó un momento en que decidí que ya estaba bien de oír rumores y además no sabíamos dónde estaba su cuerpo. Pensé que tenía que averiguar qué había pasado y si encontrábamos el cuerpo, mejor que mejor. Aunque yo en eso no confiaba mucho porque creía que estaba enterrado en el monte.

¿Vivía como un maquis?
No. También lo pensé, pero no. Simplemente se enteró de que lo perseguían y se escondió en una cueva en el monte. No bajó de la cueva a luchar. De hecho, no había luchado. Supo que iban a por él.

¿Cuánta necesidad tiene este país de cerrar las heridas de la Guerra Civil y la represión?
Toda. Supongo que con el tiempo se acabará sin hacer o malhaciendo y se cerrará por olvido, que es la única forma que hay de cerrar estas cosas, que todo el mundo se olvide. Pero mientras vivamos los descendientes de las víctimas, no olvidamos. Mi madre no ha olvidado nunca. Se ha pasado 82 años pensando en el paradero de su padre. La gente que dice que no hay que abrir heridas es porque ellos no las tienen porque nosotros las tenemos muy abiertas y tienen mucho pus. Y a las heridas o les quitas el pus o no se cierran nunca. Y es muy triste.

 

«El ninguneo del PP a las víctimas y la humillación fue lo que me acabó de decidir. Porque una cosa es que no se haga nada y otra es que digan que los hijos de las víctimas solo nos acordamos cuando hay dinero de por medio».

Justamente hay quien defiende que hay que olvidar.
Para el que no tiene heridas es muy fácil decir que no se remueva. Cuando es tu padre el que está en una cuneta y no sabes dónde, es muy duro. Es un derecho humano saber dónde están tus muertos, que es lo mínimo que pedimos. Saber dónde están y sacarlos. Ya no hablo de las apropiaciones indebidas o expolios, que también hay quien tiene casos abiertos sobre eso y que ya me parece mucho más difícil de conseguir.

 

 

¿Notó miedo en la gente con la que habló?
Hubo un poco de todo. Me sorprendió que hablaran porque al principio iba a hurtadillas. Yo conocía muy poco a la familia, por lo que lo primero que hice fue un árbol genealógico e intentar hablar con todos los descendientes. Todos se mostraron muy dispuestos a colaborar, tanto familiares como amigos y vecinos de Andorra, así como historiadores. Se les veía contentos de hablar de ello porque no lo habían hecho antes. Pero es cierto que aún hay miedo de la vuelta del fascismo.

No está tan lejos con la ultraderecha en el Congreso.
Exacto. Si se da la vuelta al gobierno y el PP necesita a Vox, con Vox en el gobierno imagínate lo de la memoria histórica dónde va a ir a parar. Todos los derechos básicos se van a ir al carajo.

Precisamente uno de los orígenes de esta novela está en Mariano Rajoy.
El ninguneo del PP a las víctimas y la humillación fue lo que me acabó de decidir. Porque una cosa es que no se haga nada y otra es que digan que los hijos de las víctimas solo nos acordamos cuando hay dinero de por medio, como dijo Rafael Hernando. Es lo más horrible que te pueden decir. Ese gobierno fue nefasto con la memoria histórica.

 

 

 

¿Sigue colaborando usted con otros casos?
Sí, soy socia de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). No hace mucho estuve en Zaragoza haciendo fotos de los expedientes de los cuerpos que sacaron en las fosas de Guadalajara y esperamos volver en octubre. Los franquistas habían copiado sus métodos de los alemanes y eran muy metódicos, de tal manera que los que fusilaban y metían en fosas comunes, están todos muy bien apuntaditos. No así los que mataban en las cuentas, de los que se desconoce su paradero.

¿Qué se siente cuando se recupera el cuerpo de un familiar directo?
Es una mezcla de sentimientos, se te remueve todo. Por mucho que lo sepas, que te hayas hecho a la idea y más o menos lo hayas asumido y estés tranquilo, cuando lo estás exhumando te vuelve todo de repente. Y eso es muy doloroso. A la vez, se mezcla con una alegría infinita, con un desbordamiento emocional de haberlo conseguido, de verlo ahí. La sensación es que esa persona resucita. Y mi madre, que ahora tiene los huesos en su casa cubiertos con la bandera republicana, no lo quiere enterrar aún, porque cuando lo haga se habrá vuelto a morir. Es un poco esa sensación. Es brutal. Es recuperar a un familiar. Y lo enterrará en Barcelona, junto a su viuda Manuela. Tiene miedo de hacerlo en Andorra.

 

«Todavía no ha habido ningún gobierno español que haya condenado el golpe de Estado de Franco. Y estamos muy lejos porque además el PP se nutre del franquismo».

Tiene miedo porque en Andorra todavía hay quien se cambia de mesa.
Exacto. Esto me lo contaba Macario el Lupanda. Los nietos de los que le robaron el carro y todo lo demás a su padre todavía hoy se cambian de mesa cuando entran en el bar. Y mi madre, cuando iba a tener lugar la exhumación, me pidió por favor que no fuera a Andorra con la bandera republicana porque le preocupaba que me agredieran. Ella todavía tiene miedo, pero lo que ya no tiene es culpa y vergüenza, sentimientos que ha sentido durante muchos años. Porque se crio en el franquismo y era parte del bando vencido y humillado. Hasta hace unos años todavía no lo tenía muy claro, todavía veía la figura de su padre como un rojo y creía que si los mataron era porque algo malo hicieron. Esa sombra todavía la tenía. Entonces, haber hecho el proceso, haber investigado, descubierto por qué lo mataron, quién lo mató y recuperar la dignidad de su padre para ella ha sido muy bonito.

 

 

El caso de su abuelo es justamente el ejemplo de la represión que empezó automáticamente tras la guerra.
Fue represión sangrienta. En cuanto acabó ya fueron a por cualquiera que pudiera tener un atisbo de rojura en su ADN.

 

«Mi madre todavía tiene miedo, pero lo que ya no tiene es culpa y vergüenza, sentimientos que ha tenido durante muchos años. Porque se crio en el franquismo y era parte del bando vencido y humillado».

¿Cuántos años necesitará la sociedad para dejar atrás el franquismo enquistado?
Ya vamos tarde. Me sabe mal decirlo, pero creo que no podremos. La ley por la Memoria Democrática contempla la ilegalización de la Fundación Francisco Franco, a estas alturas. Todavía no ha habido ningún gobierno español que haya condenado el golpe de Estado de Franco y estamos muy lejos porque además el PP se nutre del franquismo. Habrá alguien que no, pero nace de donde nace y nace de Alianza Popular y de los ministros franquistas. Lo llevan muy adentro y además es muy feo porque es una carta que utilizan para ganar votos. Ese aroma rancio que tienen… Yo no confío en que se haga limpieza del todo, pero si las familias que tienen sentimientos directos hacia las víctimas pueden al menos recuperar los cuerpos, la dignidad de sus muertos, ya sería mucho.

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