Recónditas fantasías

Asesinatos y voluptuosidad, mentiras y sensualidad, mucha, en los doce relatos que conforman ‘La voz esquiva’, de Belén Palos

18 diciembre 2020 10:14 | Actualizado a 31 diciembre 2020 07:09
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¿Quién no se ha soñado alguna vez? Habitar en otro espacio y tiempo, lejos del cuerpo asido indefectiblemente al momento. Habitar, quizás, en otra materia. ¿Quién no desearía cerrar los ojos y volar alto, muy alto, como un pequeño gorrión y ser testigo silencioso del mundo? La dulce Edith lo consigue. También María, que se entrelaza con Elizabeth Bennet, hasta llegar a confundirse con ella, de tal manera que Tomás nunca sabrá con quién yacerá y por qué en ese momento. O Martha, que quiere ser Minna para acercarse a su marido, aunque persiste en la negación. Todas ellas son unos pequeños trazos de los personajes de La voz esquiva, voluptuosas, sensuales y ardientes de deseos, a la vez que racionales y calculadoras.

Ajenos al trágico desenlace, el infame Guante Blanco solo tiene ojos -y alguna cosa más- para su exuberante sobrina, la Marie Hélène de labios carnosos (El matrimonio Bertrand)

La voz esquiva es el primer libro de Belén Palos, una publicación de la joven e independiente Editorial Dieci6. En ella, la escritora barcelonesa explora el ensueño, el propio y el ajeno, en doce sugerentes relatos, unidos por el apetito y el anhelo, quizás el capricho y también la traición. 

Miradas furtivas, susurros, silencios que cortan, novias despechadas y mujeres iracundas. Parténope solo tiene ojos para su amor al que, paradójicamente, no puede mirar en público (Bajo la sombra del kyparissos)

Y es que la sexualidad y el erotismo dominan el mundo, desde los tiempos. Más allá de la guerra. Por supuesto. La autora lo escenifica en El matrimonio Bertrand. Ruedan cabezas en Francia, es la época del terror. Son los días de Robespierre, el incorruptible, y las calles de París huelen a sudor, sangre y miedo. Sin embargo, el adinerado Aristide Bertrand preside una opulenta cena junto a su esposa, la delicada Cosette. Adeptos o no al Antiguo Régimen, todos y cada uno de los presentes peligran. La suerte, como la voz de Belén Palos, es esquiva. Anfitriones e invitados, sentados a la mesa, como si de una partida de ajedrez se tratara, se evalúan. Ellos no lo saben aún, pero esa noche morirán. ¿Todos? 

Ajenos al trágico desenlace, el infame Guante Blanco solo tiene ojos -y alguna cosa más- para su exuberante sobrina, la Marie Hélène de labios carnosos. Nadie cruza una sola palabra. Todo son elucubraciones, lenguaje no verbal, atuendos prorepublicanos y gestos leales a la monarquía caída. Prendas y atisbos que prometen una noche de desenfreno. Entre los comensales, el historiador Hugo Aubigné... Todo está listo para la gran tragedia, que nada tendrá que ver con el devenir del país y, por ende, de Europa.

Como en la Francia de la Revolución, también Parténope, muchos años antes, será testigo de similar infamia. La tradición cuenta que la joven de Anatolia, enamorada de Metíoco, no quiso romper el voto de castidad, por lo que se marchó voluntariamente a Italia, donde la diosa Afrodita la convirtió en sirena. Una ninfa a la que se representa con una lira. La Parténope de Belén Palos, no obstante, recupera milagrosamente las piernas para poder huir de la intriga urdida en su contra

Bella y peligrosa como una sirena, Parténope encandila con las notas de su lira a los presentes en una boda, en la que nada es lo que parece. Miradas furtivas, susurros, silencios que cortan, novias despechadas y mujeres iracundas. Parténope solo tiene ojos para su amor al que, paradójicamente, no puede mirar en público. A la poetisa le gustaría escudriñar con más detalle a los asistentes a la celebración, fijar en su mente el gesto exacto del odio que le profesa Mauje o la mueca de lascivia de su esposo Elpides. Los pensamientos se agolpan atropellados en la mente de la sirena. Nada y todo la ponen en alerta. Detalles. Solo son detalles.

Asesinatos sin resolver, la huida de viejos y no tan viejos corsés sociales, el estatus femenino y una ungida confinada conforman doce relatos que se paladean.

Los mismos que Belén invita a leer entre líneas. En la boda de Alexios y Nikoleta, los invitados se sientan a la mesa, mientras que las mujeres ocupan los bancos en la periferia. Tiempo después, Martha intenta abrir los ojos de su hermana Minna. ¿En qué universidad tienes tu despacho? ¿Cuántos libros has publicado? ¿Cuánto ganas al año? le dice en relación a esos hombres que se encuentran en el salón contiguo, avivando el intelecto. Leopold, Karl o Sigi, Sigmund Freud. Nunca se las considerará como ellos, reflexiona Martha, una mujer que no ve en Sigi, su esposo, la veneración que ella le profesa.

Asesinatos sin resolver, la huida de viejos y no tan viejos corsés sociales, el estatus femenino y una ungida confinada conforman doce relatos que se paladean. Doce historias con las que el lector fantaseará sobre lo que es y lo que desea ser. Sobre lo que fue y lo que aún anhela. Sobre lo que le excita en sus recónditas fantasías.

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