Reseña literaria: La única patria, la infancia

23 abril 2021 12:55 | Actualizado a 25 abril 2021 16:12
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He visto un pájaro carpintero
Autores: Michal Skibinski,
Ala Bankroft
Traductores: Ewa Katarzyna Mołoniewicz y Abel Murcia
132 págs
Editorial: Fulgencio Pimentel
Precio: 19 €

Soy una matagigantes
Autor: Joe Kelly y Ken Niimura
Editorial: Norma Editorial
Precio: 22,75 €

YO, MENTIROSO
Autor: Antonio Altarriba / Keko
Editorial: Norma editorial
Precio: 18,90 €

El viento que serpentea entre los árboles, las nubes que corren sobre los prados de Anin, en Polonia, la greda que se esponja antes del temporal, la luz que vuelve a estallar sobre el alféizar blanco y se derrama sobre los restos del desayuno, el paseo de la mano de la abuela, un pájaro carpintero que aparece en medio del bosque, los aviones que preludian la invasión nazi sobre el cielo de Milanówek al final del verano de 1939… Todas esas imágenes que atraviesan He visto un pájaro carpintero no son meras evocaciones, sino que vuelven a desplegarse de manera milagrosa ante el lector al abrir la primera página de este diario de infancia, custodiado por Michał Skibinski durante ochenta y un años y ahora librado a los acrílicos en estado de gracia, prodigiosos, de Ala Bankroft, seudónimo de la ilustradora, fotógrafa y animadora Helena Stiasny.

Entre las líneas de los deberes de un niño, ahora un anciano sacerdote, que se limitó a anotar una frase diaria en su cuaderno durante el verano previo a la Segunda Guerra Mundial, Stiasny encuentra la pulsación que le permite hacer del pasado un presente rebosante de vida, el enclave de una memoria siempre abierta. El olor de los fresnos y los alerces se entrevera con el repiqueteo del picapinos y el rumor de los Messerschmit y los Stuka por obra de la delicada edición de Fulgencio Pimentel. Con exquisita sensibilidad, la atención hacia la luz y las texturas de Stiasny y un color en el que resuenan tanto los impresionistas como el simbolismo ruso y la paleta de Mattotti, recrean una mirada ante la que todo es aparición, como una sonda en el tiempo que, al igual que sucede en algunas películas de Terrence Malick, nos hiciese menos huérfanos del pasado “Qué clase de poesía es aquella que no salva / naciones o pueblos / —parecen resonar los versos de Czesław Miłosz sobre este torrente de imágenes— (…) He deseado la buena poesía sin saberlo, / He descubierto, ya tarde, su saludable objetivo. / En ella y sólo en ella, encuentro salvación”.

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