'Spencer', esa Lady Di que no encaja

Todo parece discurrir en una época de reyes y las princesas; solo al final descubrimos que estamos en el ocaso de un siglo, en una época moderna encarnada por una Lady Di informal, espontánea y vestida con prendas cotidianas

27 noviembre 2021 23:00 | Actualizado a 28 noviembre 2021 16:53
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No hay ninguna actriz que represente mejor la incomodidad que Kristen Stewart. Siempre es un cuerpo en un mundo extraño, el de estos tiempos líquidos, mutantes. Su gesto, entre el desdén y la ausencia, acentúa esta sensación de que para ella siempre hay algo que no termina de encajar. Quizá por esto, su interpretación en una película fallida como “Seberg” resultaba del todo sustancial: la protagonista de “Al final de la escapada” fue una outsider dentro de Hollywood; igual que Stewart es una figura incómoda. No se prodiga en las redes, no habla mucho de su vida personal, y cuando lo ha hecho ha sido para reivindicar su condición LGTB. Si queer quiere decir, entre otras cosas, raro; Stewart encarna este término como pocos.

¿Y qué tiene todo esto que ver con Lady Di? Que la princesa de Gales, como Seberg y como Stewart tampoco encajaba, sobre todo en una familia arraigada al más profundo, encorsetado y decadente tradicionalismo británico. En “Spencer”, Pablo Larraín ahonda en la figura de Diana a partir del desajuste entre ella, informal, espontánea y vestida con prendas cotidianas como unos tejanos o un jersey, en el contexto de la casa real. Lo hace en un espacio de tiempo reducido, el de las fiestas navideñas que la primera familia inglesa pasa en la campiña. Si en “Jackie”, la otra película que Larraín ha realizado sobre uno de los grandes iconos del siglo XX, sobre una mujer cuya personalidad arrebata por momentos el foco a su marido (el que ostenta el cargo: presidente, príncipe), había la voluntad de trabajar sobre la imposibilidad de esclarecer qué hay de verdad y qué hay de mentira en este tipo de relatos, en “Spencer” existe sobre todo la necesidad de poner el foco en el lado desconocido del relato, en ese Spencer que es el origen de Diana.

Stewart siempre ha estado mejor cuando ha interpretado a personajes contemporáneos. Sus mejor actuación sea seguramente en “Personal Shopper”, una película que básicamente retrata nuestra época, la de los fantasmas de lo virtual. Sin embargo, en su interpretación de Diana hay algo que tiene que ver con aquel personaje entre dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, de “Personal Shopper”.

Larraín se encarga de acentuar esta distancia entre unos y otros, y lo hace además mediante dos bazas rotundas: por un lado Stewart y por el otro el anacronismo. En el castillo, todo parece discurrir en una época muy lejana, la de los reyes y las princesas, la de los vestuarios clásicos y los protocolos; solo al final, Diana se libera, y de repente descubrimos que no estamos a principios de siglo sino en su ocaso, en una época moderna encarnada por esa Lady Di que no encaja, y por una Stewart que se sabe princesa de nuestros tiempos.

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