Un claustro gótico de Girona, en Montblanc

Historia. Los edificios civiles y religiosos de época gótica identifican la localidad como uno de los lugares donde el pasado bajomedieval ha dejado un rastro más indeleble

12 marzo 2021 06:40 | Actualizado a 12 marzo 2021 10:41
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Estos días, al conocerse las intervenciones en dos antiguos palacios medievales, Montblanc ha sido noticia. Los elementos monumentales descubiertos subrayan el valor histórico del Palau del Castlà, situado en la plaza de Sant Miquel, y del que parece estar vinculado a la familia Cervelló, localizado en el sector meridional del Mercadal, el epicentro del núcleo urbano. Dos nuevos monumentos que se suman al conjunto de edificios civiles y religiosos de época gótica que identifican Montblanc como uno de los lugares donde el pasado bajomedieval ha dejado un rastro más indeleble. Pocos hay en Catalunya con un patrimonio arquitectónico equivalente.

De los dos palacios, el situado en el Mercadal, frente al Ayuntamiento, gracias a la galería gótica que decora su planta noble, es, sin duda, el más singular. Aunque por ahora tan sólo son visibles dos arcos, es de esperar que al reanudarse los trabajos se descubran algunos más (los capiteles recuperados durante los trabajos, así lo apuntan). Estamos ante los testimonios de un claustro civil, el elemento utilizado para vertebrar los edificios más ambiciosos de la arquitectura catalana bajomedieval, resuelto como ocurre en otros proyectos contemporáneos, con los elementos que se labraron de forma seriada en la ciudad de Girona durante los siglos XIII, XIV y XV (e incluso más allá). Los nummulites, las pequeñas conchas integradas en la calcárea local, revelan dicho origen. También lo hace la decoración de los capiteles, un motivo de hojas de palmera en este caso. Recordemos que los talleres gerundenses ofrecieron a sus clientes tres variantes entre las que elegir. La anicónica fue la más inusual, la que incorporaba hojas de lirio, o bien hojas de palmera, la de mayor difusión. Por lo que respecta a las columnas, la oferta comprendía fustes circulares o gallonados. En Montblanc son estos últimos los que aparecen.

Los materiales prefabricados, pudieron destinarse a la obra de claustros religiosos y civiles, indistintamente. Entre los primeros destaca el del monasterio de Pedralbes, en Barcelona, el claustro gótico más monumental que conservamos, compuesto por dos pisos con un total ocho galerías, pero los testimonios se multiplican a lo largo y ancho de Catalunya, Valencia y Mallorca, comprendidos el Rosellón y el Vallespir. Entre los claustros civiles resulta muy representativo el que decora la planta noble del Palacio de la Generalitat, aunque la ciudad de Barcelona atesora otros muchos ‘claustros gerundenses’ en el interior de sus palacios urbanos. También los hay en Girona y su entorno (Fontana d’Or, Torruella de Montgrí, Banyoles), y los incorporaron edificios localizados en Perpiñán (Casa Julià), y en el antiguo reino de Valencia (Valldigna, Benifassà, Penyíscola).

Durante el siglo XIV, estos mismos materiales ennoblecieron el patio interior del Palacio Episcopal de Tortosa y dieron forma al delicioso claustrillo que ordena la arquitectura del Palacio Abacial de Santes Creus, auspiciado por el abad Guillem Ferrera (+1375).

Gracias a la documentación conocemos su periplo. Tras ser labrados en Girona y embalados con el fin de protegerlos para el largo viaje, se los transportaba en carro hasta el puerto de Sant Feliu de Guíxols. Allí se procedía a su traslado en barcas de remos hasta la embarcación fondeada en el mar que los llevaría mediante navegación de cabotaje al norte, al sur, o por mar abierto a las Baleares, y más allá. Debemos imaginar el conjunto de elementos que compusieron el claustro que acaba de descubrirse en Montblanc cubriendo este itinerario, en este caso con destino al puerto de Tarragona.

Los clientes conocían las bondades de estos prefabricados arquitectónicos y los reclamaron para sus palacios, o para sus conventos, cuando quien patrocinaba la obra era una comunidad monacal. Su adhesión fue clave en el éxito de estas manufacturas, entre las que se encuentran también las ventanas de doble y triple vano que exhiben, entre otros muchos edificios, las fachadas de los palacios de la Cambrería y de L’Ardiaca, junto a la catedral de Tarragona. Gracias a los colectivos profesionales que intervinieron en todo el proceso: desde los picapedreros que ejecutaron los materiales, a los mercaderes gerundenses que intervinieron en su comercialización, pasando por los carreteros, los estibadores, o los marineros, caso de recurrirse a la vía marítima, la arquitectura gótica catalana pudo incorporar una de sus señas más originales. El hallazgo que acaba de hacerse en Montblanc lo certifica.

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