Xavier Güell: «Richard Strauss no se consideraba responsable de lo que ocurría en la Alemania nazi»

El escritor publica Nadie logrará conocerse, la segunda parte del Cuarteto de la guerra, dedicada a Richard Strauss y a sus óperas sublimes, pero también a la relación del compositor con el nazismo.

20 diciembre 2021 16:27 | Actualizado a 21 diciembre 2021 11:12
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Richard Strauss es considerado el mayor compositor de su tiempo, reconocido internacionalmente. Sin embargo, su figura se enturbió con la llegada de los nazis al poder. Strauss, ya mayor, decidió quedarse en Alemania y aceptó la presidencia de la Cámara de Música del Reich considerando que de este modo protegería a su familia, ya que su nuera y sus nietos eran judíos. Una decisión no siempre entendida y en ocasiones, ampliamente criticada. Es la historia de Nadie logrará conocerse, el segundo volumen del Cuarteto de la guerra, de Xavier Güell, publicado por Galaxia Gutenberg.  

¿A qué se refiere con el título ‘Nadie logrará conocerse’?
Hace referencia a que lo más difícil es conocerse a uno mismo. Lo importante es que el ser humano no nace, sino que se hace y que es un largo proceso de lucha, de perfección, de buscar los límites de la propia naturaleza. Y eso no es demasiado asequible para una gran parte de personas.

¿Qué es lo que no le perdona la historia a Richard Strauss?
Él era una persona extraordinariamente famosa, que aceptó ser el máximo representante de la música del Tercer Reich. Entonces, se le reprocha que no se exiliara de Alemania como consecuencia de la llegada de los nazis. Los que defienden esta postura sostienen que hubiera sido un duro golpe para el nazismo. Pero él aspiraba a acabar sus últimos años de manera tranquila, haciendo lo único que sabía hacer, que era componer. No se consideraba responsable de lo que estaba ocurrido en Alemania, ni se sentía comprometido socialmente.

Fue sometido a un proceso de desnazificación por ello.
Efectivamente. Pero Strauss tomó la decisión sin estar del todo seguro porque tenía dos talones de Aquiles. Por una parte, su familia, que era parcialmente judía. Y por otra, su colaboración con Stefan Zweig, también judío. Cuando Strauss pudo huir no lo hizo y cuando quiso, ya no pudo, porque sabía que no dejarían salir del país a su familia. 

 

«Nadie logrará conocerse es un libro frenéticamente rítmico porque está construido de una forma más teatral que novelística. No deja respiro».

Strauss y Zweig tenían posturas divergentes.
Las situaciones eran diferentes. Strauss era de otra generación, mucho mayor que Zweig y este último sentía adoración por la música del maestro. Sin embargo, al mismo tiempo se resistía a colaborar con él por la situación de los judíos. Tenía presiones de su entorno, que no veía con buenos ojos que trabajara con el máximo responsable de la música de los nazis. Entonces, tenía un problema de conciencia importante.

¿Un artista tiene responsabilidad moral en cuanto a su tiempo?
Lo que yo piense no tiene mucho interés porque lo que hago al escribir es empaparme de los personajes sobre los que escribo y después plasmarlo con una cierta objetividad, al margen de lo que pueda pensar. Pero si me preguntas lo que pienso...

¿Qué piensa?
Estoy más cerca de Mahler y de Beethoven que de Strauss. Es decir, creo que el artista sí se debe comprometer con su tiempo y con su sociedad y creo que el arte sí debe servir para mejorar en su conjunto a los seres humanos o, por lo menos, a parte de los seres humanos. Creo en esa visión un poco moral del arte.

Entonces, ¿la persona debe separarse del genio?
Genio y persona son dos cosas distintas. El genio es aquel que tiene un talento muy superior al del resto de los mortales en una o varias materias. Y además, posee también la imaginación necesaria para desplegar ese talento. Hay genios en todos los ámbitos y algunos no han sido extraordinarios como personas, más bien al contrario, han sido personas deficientes. Y la persona es aquella que es capaz de cumplir su destino como ser humano, que se conoce a sí misma y puede mejorar sus pensamientos y sus actos. Es un viaje fenomenal que nada tiene que ver con el genio. Lo que no quiere decir que no haya personas que tengan las dos virtudes.

 

 

¿Por qué las óperas de Strauss son tan sublimes?
Porque creó la belleza más extraordinaria que haya creado prácticamente nadie en la historia de la humanidad. 

En la novela, usted ha separado los capítulos como si se tratara de una ópera.
O de una obra de teatro. A mí me interesa extraordinariamente la forma de escribir, la puntuación.

¿Diría que escribe como si dirigiera una orquesta?
De alguna manera, sí. Es decir, cuando diriges una orquesta corriges lo que hacen los instrumentos individualmente y después los aúnas para tener una visión de conjunto. Lo que haces es construir. Y al escribir hago un poco lo mismo. Las líneas, los puntos, las respiraciones de cada una de las escenas tienen que tener entidad propia y a la vez, buscar unir el conjunto. Por eso me parece importante la puntuación.

Lo que lleva al ritmo literario.
Efectivamente. Y este libro es frenéticamente rítmico porque está construido de una forma más teatral que novelística, que no deja respiro. Está escrito casi sin puntos, intentando que el pulso de la obra tenga una intensidad muy fuerte, un ritmo muy vivo.

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